Lourdes 3. Apariciones marianas y verdad del cristianismo
Éste es un tema que puede plantearse desde diversos niveles: Religioso y psicológico, filosófico y teológico… Yo quiero evocarlo aquí de un modo reflexivo y cristiano, desde una perspectiva bíblica, teológica y antropológico, recogiendo tres aportaciones, que nos pueden ayudar a seguir pensando sobre el tema.
1. Una reflexión personal sobre las apariciones y visiones, desde un punto de vista bíblico y cristiano. Quiero indicar que el cristianismo no se funda en unas apariciones "sobrenaturales", sino en la experiencia y presencia total de la vida-mensaje de Jesús.
2. Una aportación ya conocida de Ariel Álvarez, que viene planteando desde hace tiempo el tema, en perspectiva crítica, pero abierta hacia la verdadera presencia del signo de María en la Iglesia.
3. Una crítica a A. Álvarez, escrita por J. M. Rossi OP, que me ha enviado de Chile el Prof. Ricardo Farias. Considero que la crítica "es exagerada e injusta", pero la presento,como principio de reflexión.
4. Continúa la reflexión... Quiero indicar que el cristianismo abre una nueva forma de ver-sentir-entender... En esa línea, quizá necesitamos nuevas "visiones" (imaginarios reales que nos permitan comprender por dentro el evangelio)

Éste será un post de fondo, como algunos de los míos. Requiere una lectura reposada, pero pienso que puede ser interesante, pues aborda un tema que está en la mente de millones de personas, que buscan apariciones para creer… o para salir de la banalidad de un mundo donde todo les parece predeterminado… o que fundan su fe en la presencia (¿aparición?) activa de Jesús Resucitado en la historia de los hombres. Pueden verse en todos los quioscos de Madrid o Chicago, de Santiago de Chile o Buenos Aires decenas de revistas sobre fenómenos sobrenaturales y apariciones (de tipo Ovni o Difuntos…). Las reflexiones que recojo quieren ofrecer un tipo de seriedad en el tema.
Hay un deseo morboso (y mercantilista) de apariciones de todo tipo, una búsqueda de seguridades, fuera de la fe... En ese contexto quiero elevar de nuevo mi homenaje a la niña Bernadette, que supo "descubrir" una presencia... y que lo hizo de forma honesta, cristiana, ejemplar (aunque a veces su herencia ha podido ser manipulada).
1. REFLEXIÓN INICIAL (X. Pikaza)
a. Sobre las apariciones y visione. Aparición es la presencia sensorial, imaginativa o racional de una realidad que desborda el límite de las percepciones normales de los hombres. Se puede discutir su realidad… No sé si hay apariciones estrictamente dichas (en sentido objetivo); lo que hay son “visiones”, es decir, percepciones sensoriales o imaginativas, que desbordan el nivel ordinario (sensorial, racional) del conocimiento humano; ellas pertenecen al nivel de lo imaginario.
Hay visiones patógenas, vinculadas a delirios y sueños… Pero puede haber visiones (premoniciones, iluminaciones…) que son humanamente sanas, siempre que se integren en un contexto personal y social valioso y realista… Ellas abren (pueden abrir) la mente humana hacia espacios-límite en los que ella se relaciona con lo que le desborda (y en especial con lo divino), en clave de oración.
Las religiones han sido espacios fecundos para visiones-adivinaciones, con presencia de Dioses o ángeles, con diálogos imaginarios que abren la mente humana hacia espacios de gran riqueza humana…. o de simple delirio. Espacios religiosos como la cábala han cultivado una serie de visiones que tienen un hondo sentido imaginativo (proyectivo)… Pero las religiones organizadas han “razonado” las visiones, incluyéndolas en espacios hondos de sentido, de experiencia de lo sobrenatural.
b. Biblia, la Virgen María. La religión bíblica admite y presenta visiones y audiciones de diverso tipo (más audiciones que visiones: Fides ex auditu), pero termina siendo muy sobria respecto a ellas. El profeta bíblico no es un hombre especializado en visiones (en contra de otros especialistas religiosos del entorno), sino un hombre abierto a la “palabra”, es decir, a la presencia activa y transformante de Dios en la vida en los hombres de su entorno.
Entre las “visiones” bíblica destacan en el Nuevo Testamento la Anunciación (visión del ángel a María: Lc 1) y las “apariciones pascuales”. De la Anunciación hay diversas interpretaciones. Una mayoría de exegetas piensa que se trata de una experiencia personal de María expuesta de un modo simbólico. No es necesario para ser cristiano creer que un “ángel físico” se apareció a María para anunciarle su concepción. Pero el conjunto de los cristianos creemos que María fue una mujer abierta al misterio de Dios.
c. Apariciones pascuales de Jesús. La Iglesia cristiana es muy reacia admitir “apariciones”. En principio, si alguien viene hablando de apariciones, los cristianos solemos dudar... Las cosas serias no se prueban con “apariciones”... Las cosas son algo distintas en el caso de las apariciones de Jesús resucitado: Ellas transmiten (evocan) un testimonio fuerte de fe, el convencimiento de una presencia real de Cristo (pero en una dimensión que no es sin más la dimensión de los fenómenos físicos dentro de la historia).
Se suele decir que la iglesia cristiana ha querido probar la resurrección de Jesús con las apariciones... pero las cosas son más complejas, pues está en juego el sentido de la palabra "prueba" (que no es demostración) y está en juego el sentido de las apariciones, como hechos físicos o como experiencias de una fe que transforma la vida de los cristianos.
Más que de apariciones físicas (extrasensoriales) de Jesús resucitado podemos hablar de “presencias”. Los primeros cristianos tuvieron la certeza de que Jesús crucificado estaba “vivo” y les acompañaba (impulsaba) en la tarea del Reino. La iglesia no ha “definido” nunca cómo fueron esas esas apariciones. Si ellas fueron reales en sentido físico externo, si Jesús vino y se mostró de un modo físico… O si fueron más bien “visiones” (experiencias personales de las mujeres y de los apóstoles).
No tenemos duda alguna de que los primeros cristianos tuvieron “visiones” (vieron, sintieron, quedaron cambiados…). Pero es más difícil probar que Jesús se les mostró “físicamente”… En ese sentido, debemos afirmar que la prueba de la fe cristianos fueron unos fenómenos rarísimos y únicos… Como he mostrado en mi Evangelio de Marcos, la experiencia pascual no se puede entender como “aparición” en el sentido limitado y externo del término, sino como experiencia de transformación radical de presencia.
d. Apariciones de Lourdes… No sé si fueron “apariciones” en el sentido externo del término. Fueron, sin duda, visiones. Bernadette “vio” a Señora, de una forma intensa, como una presencia sobrenatural, como una compañía… una promesa. Todo fue “humano” en su experiencia. Pero se trató de una experiencia humanamente rica, que fue interpretada por la Iglesia como signo de presencia mariana.
En ese sentido he aplicado a Lourdes el principio del concilio de Caldedonia (451). Todo fue “humano” en Bernadette, todo se puede explicar desde una perspectiva psicológica, antropológica, sociológica… Pero en esa experiencia humana pudo expresarse un signo de presencia cristiana de la madre de Jesús. Y en ese sentido puedo decir que todo fue “divino”. Pero al decir que las visiones de Bernadette fueron humanas (y en que en su fondo pudo expresarse un fulgor divino” no quiero decir que ellas son lo mismo que las experiencias pascuales de la iglesia, ni que Bernadette fue lo mismo que Jesús. El mensaje de la Señora de Bernadette no es el evangelio personal de Jesús, aunque puede expresar y expresa un elemento del misterio cristiano, tal como lo veía una niña francesa de hace casi dos siglos.
Pero el evangelio (la iglesia) no se puede “fundar” en las apariciones (visiones) de Lourdes, sino en la experiencia de Jesús, en quien los cristianos han visto y siguen viendo (sin aparición externa) la presencia total de Dios. El Jesús resucitado no es “otro”, sino el mismo Jesús histórico, a quien los cristianos descubren tras su muerte como signo y presencia total de Dios, como el Hijo de Dios, como el Mesías (siendo un hombe de la historia).
f. ¿Es bueno fundarse en apariciones como la de Lourdes? Hay opiniones. Yo me siento cercano al fenómeno de Lourdes, porque forma parte de nuestra “historia cristiana”… pero pienso que puede y debe “cristianizarse” aún más, convertirse en signo de evangelio, en sentido radical… En ese sentido me gustaría hablar de un nuevo Lourdes. Pero de ello seguiré hablando un día próximo. Ahora dejo la palabra a Ariel Álvarez y a R. M. Rossi.
¿PUEDE APARECERSE LA VIRGEN MARÍA? (Ariel Álvarez) (Cf. RD 20 02 08)

Para plantear el tema desde una perspectiva racional y teológica, bíblica y eclesial, he pedido la ayuda de uno de los mayores especialistas actual, amigo nuestro de blog: Ariel Álvarez Valdés. Él ha escrito un libro (Existen las apariciones de la Virgen? La respuesta de la Biblia, Lumen, Buenos Aires 1996) que se ha traducido a muchos idiomas. Trabajos suyos sobre las apariciones aparecen en diversos lugares de la web (como en http://blog.iespana.es/raulcelsoar/post/309821-padre-ariel-alvarez-valdes). Le he pedido ayuda y me ha mandado lo que sigue. Gracias, Ariel. Tú pones el cimiento. Mañana seguiré yo con otras consideraciones, partiendo de la Biblia. Atención a todos, que el tema es importante. Lo que sigue es de Ariel Álvarez
Dos clases de revelaciones
De vez en cuando los diarios y las revistas dan la noticia de que la Virgen María se apareció en alguna parte del mundo, y que reveló ciertos mensajes a la persona que tuvo la suerte de verla.
Unos reaccionan de una manera incrédula. Otros las admiten como ciertas. Y algunos les dan tal importancia, que las equiparan casi a las Sagradas Escrituras y las convierten en el centro de su espiritualidad y de su reflexión.
¿Que enseña la Iglesia acerca de estos mensajes?
Ante todo, y para evitar confusiones, debemos distinguir dos tipos de “revelaciones”: la pública y la privada.
La revelación pública es la que Dios hizo al pueblo de Israel durante su historia. Comenzó a revelar su Palabra a Abraham (según la tradición, hacia el año 1800 a.C.) y terminó con la muerte de Jesucristo y de sus apóstoles (alrededor del año 100 d.C.). Es decir, duró 1900 años, y ya ha terminado. Actualmente, esa revelación está recogida en la Biblia, y se la considera obligatoria e imprescindible para la vida y la salvación de cualquier creyente. Sin conocer estos mensajes, nadie puede decir seriamente que es cristiano.
Se aprueban, pero no obligan
La segunda revelación, la privada, ocurre cuando Dios, la Virgen o algún santo se aparecen a alguien y le dan a conocer un nuevo mensaje.
¿Qué valor tienen estas revelaciones privadas? La Iglesia enseña dos cosas sobre ellas: a) que sólo el Papa o los obispos pueden aceptar oficialmente el culto nacido de la aparición de la Virgen; b) que aunque una devoción sea aprobada por la Iglesia, los mensajes que la acompañan nunca son obligatorios; uno puede rechazarlos y negarse a aceptarlos.
Las apariciones de la Virgen surgieron ya en los primeros siglos de la Iglesia, pero fue a partir del siglo XIX cuando se dieron las grandes manifestaciones: en 1803 la Medalla Milagrosa; en 1846 Ntra Sra de La Salette; en 1858 la Virgen de Lourdes; en 1917 Ntra Sra de Fátima.
Junto con estas devociones, que se extendieron rápidamente por todas partes, se propagó también, aunque quizás de buena fe, el afán de videncia y de lo sobrenatural. Y entre 1928 y 1975 se registraron 255 apariciones de la Virgen en distintas partes del mundo. Italia fue el lugar más prolífico (83 apariciones). Le siguieron Francia (30 apariciones), Alemania (20 apariciones) y Bélgica (17 apariciones).
No todos vienen de arriba

Desde 1975 las apariciones de la Virgen, lejos de disminuir, aumentaron en forma considerable, así como las personas que se presentan anunciando mensajes y revelaciones de ella.
Ahora bien, ¿qué actitud deben tomar los cristianos frente a un mensaje supuestamente revelado por María? En los casos en que la Iglesia no se pronuncia oficialmente (es decir, el 95 % de las veces, ya que conserva una extrema prudencia), ¿podemos nosotros averiguar si una determinada visión tiene cierta seriedad, o es mera sugestión del vidente?
No solamente podemos, sino que debemos hacerlos. El Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica dice al respecto: “A lo largo de los siglos hubo revelaciones llamadas privadas, algunas de las cuales han sido reconocidas por la autoridad de la Iglesia. Sin embargo, no pertenecen al depósito de la fe. Guiados por el Magisterio de la Iglesia, los fieles deben discernir y acoger lo que en estas revelaciones constituye una llamada auténtica de Cristo o de sus santos a la Iglesia” (Nº 67).
El Catecismo, pues, advierte dos cosas: a) que no todos esos mensajes vienen necesariamente de Dios; b) que son los fieles quienes deben aprender a discernir cuáles son auténticos y cuáles no.
¿Puede aparecerse la Virgen?
Pero, ¿cómo saber si una revelación es auténtica? ¿Existe alguna regla práctica que pueda aplicarse? Sí, existe. Pero antes de enunciarla debemos hacer tres aclaraciones.
La primera, y siguiendo en esto a las Sagradas Escrituras, es que jamás la Virgen María se apareció a nadie, ni podrá aparecerse a ningún ser humano en este mundo. No existen las apariciones de la Virgen.
¿Por qué no? Porque la Virgen María ha muerto. Y según la Biblia, los muertos no pueden aparecerse nunca a nadie. Quien ha partido de este mundo a la otra vida, al más allá, no puede regresar, ni entrar en contacto físico, ni en comunicación sensible con los vivos (Sal 39,14; Job 10,21-22; 2 Sm 14,14; 12,22-23; Dn 12,2; 2 Mac 7,9; 7,36; Sab 16,14; Lc 16,19-31). El mundo de los vivos y el de los muertos que resucitaron son de dos especies distintas. Y mientras vivamos en la tierra jamás podremos ver, ni oír, ni palpar a éstos, pues no tienen ya un cuerpo físico como el nuestro.
Por eso la Biblia condena severamente todo intento de comunicación con los muertos (Lv 19,31; 20,6), dice que es algo abominable para Dios (Dt 18,11-12), y hasta decretaba la pena de muerte para quien lo hiciera (Lv 20,27). Dios no aprueba, pues, los intentos de comunicación física o sensible con el más allá.
La única excepción fue la de Jesús resucitado, que pudo aparecerse a sus apóstoles porque aún no se había ido al más allá. Pero luego de 40 días subió a los cielos y ya no se apareció más en la tierra. La Biblia afirma que sólo aparecerá por segunda vez al final de los tiempos (Hch 1,11; Jn 14,1-3; Hb 9,28).
¿Entonces cómo debemos tomar los fenómenos marianos llamados “apariciones”?
Apariciones y visiones
Para explicarlos, debemos distinguir entre “aparición” y “visión”. Una “aparición” es un hecho objetivo, que se produce fuera de nosotros, que no depende de quien lo capta sino de quien se presenta. Pongamos un ejemplo. Si se reúne un grupo de personas en una habitación, y de pronto entra alguien por la puerta, todos lo verán. Esa es una “aparición”.
Si, en cambio, en ese mismo grupo alguien comienza a decir: “¡Veo a la Virgen, veo a la Virgen!”, y nadie más que esa persona la percibe, se trata de una “visión”, no de una aparición. Para que sea una aparición debe producirse fuera de la persona, y ser captada por todos.
Ahora bien, todos los fenómenos marianos que se han dado en la historia, han sido siempre “visiones”, no “apariciones”. En el de Lourdes, por ejemplo, la única en “ver” a la Virgen fue la pequeña Bernadette. En el de Fátima o de La Salette, a pesar de los muchos testigos, sólo los pastorcitos “vieron” a la Señora. No fueron, pues, apariciones.
Incluso las miles de personas que el 13 de octubre de 1917, último día de las manifestaciones de Fátima, notaron cómo el sol giraba alocadamente en el cielo cual si fuera una bola de fuego, no contemplaron un hecho real sino una “visión”, aunque de tipo colectiva. En primer lugar, porque en los países vecinos, que estaban alumbrados en ese momento por el mismo sol, no lo vieron girar. Y además, porque de haber girado nuestro sistema solar se habría desencajado y habría saltado hecho trizas.
No debemos pensar que por tratarse de “visiones”, sean necesariamente delirios o desvaríos. Puede suceder que, en ciertas ocasiones, Dios toque la retina, o la sugestión, o la imaginación de una persona y le permita tener una experiencia divina cierta. Pero no deja de ser una “visión”. Ya el papa Benedicto XIV, en 1738, pedía que no se hablara más de “apariciones” de la Virgen, sino de “visiones”.
Para quiénes son los mensajes
La segunda aclaración que debemos hacer, es que las revelaciones marianas, cuando son auténticas, tienen como finalidad santificar al vidente, no a los demás. Por eso son “privadas”. Los casos de Lourdes (cuyos mensajes hicieron santa a Bernadette Soubirous) y de Fátima (cuyos mensajes hicieron a Lucía abandonar el mundo e ingresar como monja de clausura) lo confirman.
El primer destinatario de los mensajes es, pues, la persona que los recibió. Ella es quien debe meditarlos, convertirse y cambiar de vida. Sólo ella queda comprometida a vivir lo que los mensajes piden. En este sentido, la Iglesia considera, con razón, a los videntes como la mejor prueba de la autenticidad de un mensaje.
Si la Virgen quisiera hacer conocer sus mensajes a las demás personas, ¿por qué no se presenta directamente ante los demás? ¿Por qué emplea intermediarios, a veces dudosos, haciendo más difícil las cosas, con el riesgo de que éstos no sean creídos, si la intención de la Virgen es allanar los caminos hacia Dios?
Las experiencias místicas son para santificar al vidente, y a través de él a los demás. Pero no obligándolos a creer en los mensajes, que si bien pueden ser útiles a él, no necesariamente se adecuan a la espiritualidad del resto del pueblo de Dios. Por eso cuando alguna revelación mariana conlleva la orden de ser difundida y obe¬decida en todas partes, no es probable que sea auténtica.
Devoción y revelación
El tercer punto que hay que aclarar, es que cuando el Papa, o un obispo, aprueban una determinada manifestación de la Virgen María, lo que aprueban es el culto, la devoción, el rezo bajo esa determinada forma, pero no la visión ni los mensajes. La Iglesia simplemente constata que el rezar a María en ese lugar, bajo ese nombre, y con esas características, no hace mal ni tiene desviaciones. Pero no asegura que hayan sido auténticas las experiencias que le dieron origen.
Pongamos un ejemplo. En el pueblo de Italia, llamado Loreto, se venera una pequeña casa que, según la tradición, era la residencia de la Virgen María en Nazaret. ¿Cómo llegó esta casa desde Nazaret a Loreto? Según la tradición, cuando en el siglo XIII los cristianos europeos no podían peregrinar a Tierra Santa para visitar los lugares sagrados, porque habían caído en manos de los musulmanes, los ángeles trajeron “volando” la casa hasta Italia, para que los peregrinos pudieran visitarla y no tuvieran que viajar hasta allí. Por eso Nuestra Señora de Loreto es la patrona de la aviación.
Ahora bien, el Papa Sixto V en el s.XVI aprobó la devoción a la Virgen de Loreto, pero no sus “revelaciones”. Es decir, el viaje aéreo de la casa (la cual, según los estudios arqueológicos, ni siquiera corresponde al tipo de edificación palestina) no es objeto de fe.
La Iglesia, cuando acepta una devoción, no avala la revelación que la originó. Aceptó la devoción de La Salette pero no sus mensajes. Aceptó la devoción de Fátima pero no sus tres “secretos”. ¿Por qué esa diferencia? Porque mientras reconoce que las “devociones” no hacen mal (si están correctamente orientadas), las “revelaciones” privadas responden a las necesidades espirituales del que las experimentó, y no a la de los demás creyentes. Por eso la única revelación sobre la que se asienta la fe de la Iglesia, y de la cual da totales garantías, es la Biblia.
La regla de oro
Luego de estas tres precisiones, respondamos ahora a la cuestión central: ¿cómo saber si una revelación privada tiene posibilidad de ser auténtica? ¿Qué características debe mostrar?
Existe una regla de oro para saberlo, y es la siguiente: cuando una revelación privada contradice a la Biblia (revelación pública) no es legítima. Porque la Biblia viene de Dios, y Dios no puede contradecirse.
A la luz de este principio hagamos ahora un análisis de algunos “mensajes” que conocemos, y que se hallan ampliamente difundidos entre muchos cristianos bien intencionados.
En primer lugar, en las revelaciones privadas María ha asumido un rol preponderante. Se la ve por todas partes, varias veces al año, en las ciudades y pueblos más distantes del mundo. Ella es la figura central, fundamental, y a veces hasta reclamando una atención exclusiva a su persona. La Virgen María de los Evangelios, en cambio, siempre se mostró prudente, mesurada, discreta, y en segundo plano respecto de Jesús.
En las revelaciones privadas María habla muchísimo, muestra una locuacidad y verborragia impresionantes. Libros enteros recogen sus mensajes, y se publican gruesos volúmenes con sus profecías y vaticinios. María de los Evangelios, en cambio, casi ni habla. En todo el Nuevo Testamento apenas la oímos expresarse en seis oportunidades. Sólo dijo seis “palabras”. Una menos que las siete palabras de Jesús en la cruz.
En las revelaciones privadas la Virgen María anuncia casi siempre mensajes lúgubres, tétricos, sombríos. Sus vaticinios son de catástrofes y desgracias. Parece haberse vuelto pesimista, depresiva y amargada. María en los Evangelios, en cambio, es una mujer de esperanza, de optimismo y alegría. En los peores momentos de su vida la oímos cantar de gozo, y mirar con confianza el futuro del mundo.
Contra el Hijo
Pero lo peor de todo es que, en las revelaciones privadas, la Virgen María anuncia mensajes que contradicen las palabras de Jesús recogidas en la Biblia. Por ejemplo:
a) Jesús repite constantemente en su prédica: “no tengan miedo” (Lc 5,10; 12,7; Mt 14,27; 17,7; 28,5; 28,10; Jn 14,27; Ap 1,17). En cambio María en casi todos sus menajes parece que buscara aterrorizar a la gente con anuncios tremendistas de infortunios y cataclismos cósmicos.
b) Jesús no quiso dar la fecha del fin del mundo, ni siquiera de un modo aproximado. En cambio, en muchos mensajes María advierte que el fin del mundo está próximo, y hasta ha llegado a fijar la fecha.
c) Jesús enseñó que Dios está al lado de todos los hombres, sean santos o pecadores. Que Dios hace salir el sol sobre buenos y malos, y llover sobre justos e injustos (Mt 5,45). En cambio María en sus mensajes promete únicamente estar al lado de los buenos, y ayudar a los que rezan el rosario, la invocan y la veneran.
La salvación por los ritos
d) Jesús nunca dijo que se salvará sólo quien amen a Dios. Al contrario, reconoció que es posible salvarse sin conocer a Dios, si uno ama y ayuda a sus semejantes; pues con esto está agradando a Dios, sin darse cuenta (Mt 25,40). Y desde el Concilio Vaticano II la Iglesia enseña claramente la posibilidad de salvación de los ateos. En cambio María dice que sólo se salvarán los que tienen fe en Dios y aman a ella.
e) Jesús nunca aseguró que por practicar un rito o devoción los cristianos ganarían la vida eterna. Dejó bien en claro que sólo el amor al prójimo es lo que salva (Mt, 25.31-46; Mc 10,17-22; Jn 13,33). En cambio María advierte en sus mensajes que, para poder salvarse, hay que tener agua bendita, velas para cuando venga la oscuridad final, rezar el rosario, y tener una imagen de Jesús.
f) La Biblia enseña que la idea de salvar a la humanidad viene de Dios. Que él es el autor del proyecto salvífico. La carta a Tito dice: “Dios, nuestro salvador” (1,3; 2,10), y el Apocalipsis: “La salvación viene de nuestro Dios” (7,10; 12,10; 19,1). En cambio María nos dice que Dios quiere castigar al mundo, destruirlo, acabar con los hombres, pero ella hace fuerzas para salvarnos. Con lo cual, quienes aceptan estos mensajes, en vez de buscar la protección en Dios, ¡buscan protección contra Dios!
Salvar a la Virgen
La Virgen María no puede ser la autora de estos mensajes, ni de ningún otro que se les parezca. Un examen sereno nos lleva a concluir que provienen más bien de los traumas, rencores, miedos y resentimientos inconscientes del supuesto vidente.
Y lo peor de todo, es que al atribuírselos a María la hacen quedar muy mal. No tenemos derecho a agraviar a la Virgen de ese modo, atribuyéndole textos y mensajes que lejos de expresar su grandeza resultan más bien ofensivos para ella. La imagen que se desprende de éstos es más la de un ser vengativo y rencoroso, que la de que aquella que cantaba: “La misericordia de Dios se extiende de generación en generación” (Lc 1,50).
María fue la criatura más sublime de la historia de la salvación. La Biblia le otorga títulos que no se los da a ningún otro ser humano. Es la “Llena de gracia” (Lc 1,28), la “Bendita entre las mujeres” (Lc 1,42), la “Bienaventurada por todas las generaciones” (Lc 1,48). Y los católicos debemos cuidar que su imagen nunca se opaque para que siga siendo el reflejo de la alegría, la esperanza y el optimismo cristianos.
¿PUEDE APARECERSE LA VIRGEN MARÍA? Critica al libro del Dr. Ariel Álvarez Valdés
(P. Fr. Rafael María Rossi O.P.)
(Trabajo que me envía R. Farias, de Chile, con el deseo de que se lo envíe a Ariel Álvarez y lo comente... Antes de hacerlo personalmente, quiero que lo comenten los lectores de mi blog, si hay alguno que se siente experto en apariciones. Agradezco a todos su intervención)
Analizaremos paso a paso las páginas de este libro; el autor es licenciado en teología bíblica y profesor de Sagrada Escritura. Pero no siempre los títulos académicos reflejan fielmente los conocimientos del licenciado...
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(pág. 8) Este librito sería "el primero que se escribe sobre el tema"; resulta un poco pretencioso adjudicarse el primado, habiendo tantos libros, a lo largo de los siglos, que abordaron el tema..., aunque reconozco que es el primero que encuentro con enseñanzas tan erradas.
(pág. 9) La primera aparición que conoce el autor habría ocurrido "en el siglo III"; el autor desconoce la aparición de la Virgen en el Pilar, Zaragoza, ocurrida en el siglo I. De acuerdo con una antiquísima tradición, venerada y viva a lo largo de los siglos, la Virgen María cuando todavía moraba en este mundo, es decir, antes de subir en cuerpo y alma a los cielos, vino a Zaragoza para confortar y alentar al Apóstol Santiago que, a la sazón, se encontraba a las orillas del río Ebro, predicando el Evangelio. Este hecho, desde fecha inmemorial, se sitúa en la noche del 2 de enero del año 40 de la era cristiana.
(pág. 11-12) según el autor San Juan de la Cruz estaría "en contra de la validez de estas revelaciones"; pero lo que el santo critica en la Subida al monte Carmelo (II, 3-4-5) no es la validez de las revelaciones en general, sino la necedad de "preguntar a Dios o querer alguna visión o revelación".
(pág. 12) según el autor Santa Teresa parece que dice que las visiones nacen de hacer mucho ayuno y dormir poco; pero en realidad la Santa reprende a las monjas por falta dediscernimiento respecto de los arrobamientos y visiones, sobre si son verdaderos o falsos, no por la mortificación que hacen las monjas. De hecho habla de verdaderas visionespor medio de las que Dios puede hablar al alma: "Otra manera de cómo habla el Señor al alma, que yo tengo para mí ser muy cierto de su parte, con alguna visión intelectual, que adelante diré cómo es". (Moradas del castillo interior, IV. 3. 12)
(pág. 14) Hablando de la revelación divina pública, dice que "está recogida en la Biblia"; en la Pág. 28-29 repite la idea de que "la única revelación ... es la que se halla en la Biblia". Pero la Revelación divina no se encuentra solamente en la Biblia, también está contenida en la Tradición Apostólica: "la Sagrada Escritura es la Palabra de Dios, en cuanto escrita por inspiración del Espíritu Santo. La Tradición recibe la Palabra de Dios... La Iglesia no saca exclusivamente de la Escritura la certeza de todo lo revelado" (Catecismo de la Iglesia Católica nº 81-82). Por eso "el depósito sagrado de la fe, contenido en la Sagrada Tradición y en la Sagrada Escritura" es interpretado "auténticamente por el Magisterio vivo de la Iglesia" (ídem, nº 85).
(pág. 19 ss.) El autor declara categóricamente que la Virgen María "jamás se le apareció a nadie ni podrá aparecérsele a ningún ser humano en este mundo"; pero debemos decir que la Iglesia, por medio del Magisterio hace referencia explícita a "apariciones" de la Virgen María: por ejemplo, ver el Mensaje de su Santidad Juan Pablo II al Obispo de Leiría-Fátima en el 80º aniversario de las apariciones de la Virgen (1º de Octubre de 1997). Y en el comentario teológico que hace el Cardenal Ratzinger al Tercer Secreto de Fátima, utiliza dos veces la palabra aparición. Por tanto no se ve porqué el temor del autor de aceptar que la Virgen María se pueda aparecer a quien Ella quiera, sin pedirle permiso al autor ni a nadie.
Según el autor, no puede haber comunicación sensible-corporal-física con los muertos. Tomando como base la parábola del rico Epulón y el pobre Lázaro, interpreta equivocadamente las palabras de Abraham: "entre ustedes y nosotros hay un abismo inmenso, de manera que no se puede pasar de allí a aquí", como si fuera de la tierra al infierno, cuando es del seno de Abraham al infierno; de allí deduce que "los muertos no pueden físicamente aparecerse nunca a nadie." "Los muertos no tienen ya un cuerpo físico como el nuestro." Pero la Virgen María fue llevada al Cielo en cuerpo y alma (lo cual es un dogma de la fe católica), por tanto pude (si Ella quiere) aparecerse con su cuerpo físico glorificado.
(pág. 22) El autor distingue entre "apariciones" y "visiones"; en ambos casos se trata de una acción exterior sobre la vista del vidente, acción que proviene de alguien que existe realmente fuera del vidente; distinto es una alucinación, donde el vidente ve algo en su propia imaginación, pero que no existe en la realidad externa al vidente.
(pág. 24): según el autor, las apariciones marianas verdaderas "tienen como finalidad la santificación ante todo de los videntes"... "sería absurdo, pues, que la Virgen diera un mensaje a una sola persona para que la acatara todo el mundo". Pero no hay contradicción entre una finalidad principal y una secundaria: la santificación del vidente y la difusión del mensaje para todo el mundo, para que todos los hombres (o por lo menos los cristianos) se conviertan a Dios.
(pág. 28): Cuando el Papa "aceptó la devoción a la Virgen de Fátima, no avaló la autenticidad de sus tres secretos": Pero expresamente el Papa Juan Pablo II avaló la autenticidad del tercer secreto de Fátima (lo hizo público para el jubileo del 2000).
(pág. 29): Le molesta al autor "el papel protagónico de María en sus revelaciones privadas"; pero es lógico que si es Ella la que se aparece, sea la protagonista. El problema sería si la Virgen diera algún mensaje en contradicción con el mensaje de Cristo. Pero el autor se olvida que la Santísima Virgen María tiene un papel secundario pero necesario en el plan de salvación de Dios: Ella está unida íntimamente a la Redención: "por su obediencia fue causa de la salvación propia y la de todo el género humano", ..."en dependencia de su Hijo y con Él" (Catecismo de la Iglesia Católica nº 494). "Puesto que pareció oportuno a la divina providencia que recibiéramos al Dios-Hombre a través de María, a nosotros no nos queda sino recibir a Cristo de manos de María... Nadie es más eficaz para unir los hombres a Cristo que esta Virgen." (In diem illum, S. Pío X). En las varias objeciones del autor a la acción de la Virgen, se olvida de que Dios, Causa Primera, actúa por medio de las causas segundas, entre las cuales descuella evidentemente su Santa Madre. Dios actúa, y Ella también actúa, subordinada a Dios; El sacerdote lo es de Cristo, y también de María: "que el hombre no separe lo que Dios ha unido".
(Pág. 30): También le molesta que la Virgen "hable muchísimo": pues la Virgen puede hablar cuanto quiera, para lo cual tampoco necesita pedir permiso a nadie.
(pág. 31): dice que la Virgen sería anunciadora de catástrofes y desgracias, como algo opuesto a la palabra de Cristo: pero en el Evangelio Cristo no sólo anuncia la paz y la alegría, sino también la guerra, persecuciones, apostasías, etc.
(pág. 32): el autor opina que "lo peor de todo, es que muchos mensajes de la Virgen contradicen abiertamente las palabras de Jesús". Comete el autor el error de leer sólo algunas partes del Evangelio, olvidando otras:
a) Cristo dice "no tengan miedo", pero también advierte sobre los males que deberán sufrir los discípulos en este mundo.
b) "Jesús nunca quiso anunciar la fecha del fin del mundo", pero advierte muchas veces que el fin está próximo (aunque no sabemos cuán próximo esté)
c) "Jesús nunca dijo que se salvarán sólo los que amen a Dios". Pero es imposible salvarse sin creer en Dios y amarlo, y amar al prójimo como a uno mismo.
d) los objetos religiosos bendecidos son sacramentales, y por tanto son una ayuda en el camino de la salvación: el autor critica que "basta con tener un cuadro [de la Divina Misericordia] en casa para salvarse", pero lo que dice Cristo a sor Faustina (beatificada por el Papa Juan Pablo II) es distinto: "prometo que el alma que venere esta imagen de la Misericordia no perecerá". La Iglesia aprueba la veneración (que no es adoración ni es magia) de las imágenes.
e) p. 35 y ss.) el autor considera que Dios nunca castiga, y que el anuncio de castigos por parte de los videntes contradice a la Biblia: "la Biblia enseña que la idea de salvar a la humanidad es de Dios.... En cambio en muchos mensajes María nos advierte que Dios quiere castigarnos...". Pero en la Biblia muchas veces se nos habla de los castigos que Dios envía, por supuesto que no para ejecutar su odio contra nosotros sino para corregirnos como un Padre Bueno: "A los que amo corrijo y castigo" (Apoc. 3, 19), "el Señor reprende al que ama, y azota al que recibe por hijo" (Heb. 12, 6), "me castigó, me castigó el Señor, pero no me entregó a la muerte" (Sal. 117, 18).
p. 37-38) dice el autor que el Papa Pablo VI debió "aclarar a los católicos que Dios es bueno y nos ama", puesto que "muchas revelaciones tienen la característica de contraponer la justicia despiadada de Dios con la bondad de María". Pero el tema del discurso del Papa es otro: la subordinación de la devoción a María a la devoción a Cristo, nacida de la subordinación de María a Cristo; dice el Papa Pablo VI: "si disociamos a María de Cristo, el culto a María perdería su razón de ser... [ ] y al mismo tiempo, no deberemos igualarla a Cristo en la expresión de nuestra devoción" (15-8-64).
p. 41) cita un texto del Papa Juan Pablo II (3-1-96) donde nos advierte contra las exageraciones en el culto a María... pero no cita la parte en que el Papa nos advierte también contra los que rebajan y menosprecian a la Virgen María: "las exageraciones provienen de cuantos muestran una actitud maximalista, que pretende extender sistemáticamente a María las prerrogativas de Cristo y todos los carismas de la Iglesia..." (hasta aquí la cita del autor) y continúa el Papa: hay que "evitar una excesiva estrechez de espíritu, es decir, el peligro del minimalismo, que puede manifestarse en posiciones doctrinales... que pretenden reducir y hasta quitar importancia a María en la historia de la salvación..."
p. 42) dice el autor que "en los mensajes al padre Esteban Gobbi... María dice: "En el momento en que yo nací... junto a mi cuna se arrodilla el Padre...", lo cual significaría que la Trinidad adoraría a María: pero lo que en realidad dice el texto del padre Gobbi es: "junto a mi cuna se inclina el Padre", que es una actitud bíblica en la que Dios nos muestra su condescendencia y misericordia para con una creatura: "inclina tu oído Señor, y escúchame, que soy un pobre desamparado" (Sal. 35, 1).
p. 49) el autor no cree en los estigmas de los estigmatizados, desde San Francisco hasta San Pío de Pietralcina: dice que los estigmas "lejos de ser una señal divina o un signo de santidad personal, son más bien una muestra de desequilibrio interior o de neurosis histérica". Según el autor ( pág.51), cita la autoridad de un Papa para demostrar esto... pero el libro citado lo escribió dos años antes de ser Papa, por lo tanto no es parte del Magisterio de la Iglesia, y además no muestra el texto donde el pseudo-Papa niega la posibilidad sobrenatural de los estigmas.
p. 57) como broche de oro: "Leer lo que vale": para el autor sólo vale la Biblia (...y los libros que él mismo escribe...), y nada más; dice el autor: "Si los mensajes de la Virgen contradicen a la Biblia, ¿cómo los vamos a leer? Y si dicen lo mismo que la Biblia ¿para qué los vamos a leer?". Argumento que se le vuelve en contra: si los libros de Álvarez Valdéz contradicen a la Biblia, ¿cómo los vamos a leer?, y si dicen lo mismo que la Biblia ¿para qué los vamos a leer?. No perdamos el tiempo.
Conclusión
De entre la multitud de mensajes y apariciones que se presentan como venidos de Dios, no todos serán verdaderos, pero no todos serán falsos. El criterio para discernir los verdaderos de los falsos no es solamente la Biblia, y mucho menos Álvarez Valdéz, sino la palabra autorizada del Magisterio de la Iglesia, que algunas aprueba, otras rechaza y de otras no dice nada, esperando los resultados de las investigaciones correspondientes.
4. TRIBUNA ABIERTA (Para los lectores del blog)
No le pido a Ariel Álvarez que responda al P. Rossi… Pero he dejado aquí las críticas de Rossi, porque sé que hay lectores que las comparten. Quiero decir desde aquí que estoy básicamente de acuerdo con Ariel Álvarez, aunque quizá me siento un poco más inclinado a aceptar una piedad de apariciones, pues gran parte de la gente las necesita. Eso significa que:
a. Me siento a gusto ante el fenómeno de Lourdes, pero pienso que debe ser purificado y que nos debe llevar al centro del evangelio de Jesús, tal como aparece, por ejemplo, en Marcos.
b. El evangelio tiene un elemento “imaginativo”… y en ese sentido, Mateo y Lucas apelaron a “apariciones” (mejor, a “visiones”) simbólicas de Jesús para expresar el misterio de la pascua.
c. El mismo Marcos alude a “visiones” (por ejemplo, la del Tabor)… entendidas como signos de un misterio que se expresa en el despliegue mesiánico de Jesús. En ese sentido, las visiones son un lenguaje importante…
(Pero de esto seguiré hablando otro día. Buen fin de semana a todos).