Del mensaje a la escuela cristiana Miguel Peiro Alba: Cristo educador. Educación cristiana según los evangelios
https://youtu.be/9KEZDLJ-6K0
Esta noche a las 21, 30 en el programa Cruzando fronteras, de Fernando Cordero sscc, se emitirán diversas entrevistas sobre la educación cristiana, conforme al libro de José Miguel Peiro Alba, que tuve el honor de prologar y presentar. Entre ellas va también una entrevista mía, con una valoración del libro y una presentación del sentido evangélico, transformador, de la educación cristiana, en este momento de fuerte crisis y nueva creatividad de valores en que nos hallamos.
El cristianismo es una "gracia", es decir, una revelación superior del sentido y camino de la vida, tal como se expresa y contiene en Jesucristo.
Pero es, al mismo tiempo, una educación, un camino, que se descubre y aprende a través del más alto aprendizaje de los evangelios, en forma de experiencia iluminada, compartida, esperanzada de vida.
El cristianismo es una "gracia", es decir, una revelación superior del sentido y camino de la vida, tal como se expresa y contiene en Jesucristo.
Pero es, al mismo tiempo, una educación, un camino, que se descubre y aprende a través del más alto aprendizaje de los evangelios, en forma de experiencia iluminada, compartida, esperanzada de vida.
| X.Pikaza

Jesús no ha querido que sus seguidores sean “rabinos, padres ni dirigentes” que imponen su doctrina desde arriba, sino hermanos que se escuchan, ayudan y acompañan mutuamente, sin dominar unos a otros. Desde este fondo ofrezco ahora unas sencillas reflexiones, partiendo de la historia de Jesús, y de su función como maestro/educador, sabiendo como él supo y mostró que la tarea de enseñanza o magisterio es con el amor (para el amor) la experiencia y tarea más importantes de los hombres y mujeres sobre el mundo: o aprendemos a enseñarnos y educarnos en fraternidad, para vivir de un modo distinto (en inmersión de amor acogedor y creador) o terminamos acabando en un caos de muerte sin sentido.
Éste es el descubrimiento y enseñanza principal de los evangelios, en los que se ofrece no sólo la cara negativa, en la línea de un judaísmo que rechaza toda “visualización” de Dios (no seáis rabinos de escuela, ni padres impositivos de familia, ni dirigentes sociales), sino también y sobre todo la cara positiva de Jesús maestro. Así lo ha puesto de relieve este espléndido libro de J. M. Peiro Alba, El Cristo educador, que aquí estoy introduciendo, a partir de una visión de Jesús como profeta, maestro y sanador, un libro pensado y escrito, con muy buen criterio escolar (actual), empezando, paradójicamente, por el evangelio de Juan y acabando por Marcos
En ese contexto, a modo de posible introducción, partiendo de mi especialidad de teólogo, experto en la Biblia, he aceptado con muchísimo gusto y aprovechamiento su invitación para escribir este tipo de prologo bíblico a su libro. No lo hago para añadir nada especial que él haya omitido (todo lo importante lo ha dicho), ni para matizar desde otro plano sus afirmaciones; no quiero matizar ni puntualizar nada de lo que él dice, sino sólo ofrecer, a ras de tierra, algunas afirmaciones básicas sobre Jesús como profeta, sabio, sanador, hombre de mesa compartida, creador de familia, testigo de Dios…[7].

–Empezaré presentan a Jesús como profeta. En esa línea, se puede afirmar que él anunciaba y preparaba la llegada del Reino de Dios, como educador de los últimos tiempos, esto es, como iniciador de una vida culminada, en claridad, en transparencia, en amor, abierto a la culminación de los tiempos. En esa línea se entienden sus palabras (parábolas, sermón de la montaña) y sus gestos en favor de los marginados (enfermos, excluidos de la sociedad), abriendo un tipo de educación más honda para todos.
Educar significa, según eso, ayudar a humanizar el mundo, hacer que llegue el Reino, en una línea de “verdad”, como el mismo Jesús ha testificado cuando Pilato le pregunta si es “rey”, y él responde que sí: “Soy rey, que para eso ha venido, para dar testimonio de la verdad” (cf. Jn 19, 37-38). En esa línea se ha movido un tipo de filosofía griega (platónica), cercana en este caso al judaísmo, que identifica al gobernante con el maestro (con el Sabio), pero no como un sabio que gobierna desde arriba sobre “militares y trabajadores” (como en Platón, República), sino como uno sabio que comparte la vida con todos.
– Presentaré a Jesús como sabio itinerante, maestro de la vida, en los caminos del mundo, entre los pobres de la calle en una humanidad sufriente. Algunos piensan que fue un filósofo contracultural, de tipo parecido al de los cínicos, más helenistas que estrictamente judíos, autor de sentencias paradójicas sobre la banalidad de los grandes poderes del entorno social. Ciertamente, no buscó la gran redención del conocimiento legal “técnico”, de tipo rabínico, ni quiso salvar el mundo con métodos de sacrificio sacerdotal, pero no fue tampoco un maestro nihilista, como algunos cínicos griegos.
Jesús no fue maestro de pura crítica o condena (por negatividad), sino que lo fue por afirmación más alta, pues él quiso ofrecer un camino más hondo de vida, un despliegue sincero, honrado, paradójico para los hombres y mujeres de su entorno, como pensador popular, en la línea de maestros de la tradición judía, no sólo de los profetas evocados en el apartado anterior, sino de los maestros de los libros sapienciales (Proverbios, Eclesiastés) y en especial de algunos salmos. En esa línea le puede comparar a Sócrates y, a otros sabios griegos y sirios, pero sin olvidar nunca que él fue un campesino judío de la estirpe de Elías, y también de Job y del Cantar de los Cantares, maestro de vida y amor, como seguiremos indicando.

– Sanador israelita, en un contexto de medicina popular. Algunos investigadores, como M. Smith, piensan que, mucho más que maestro de teorías, en línea escolar (más que fariseo, sacerdote o autor de proverbios famosos o parábolas), Jesús fue un sanador campesino, hombre de pueblo, bien arraigado en la tierra, poderoso, quizá algo ingenuo, pero muy eficaz, que se situó en los márgenes del pueblo de Israel, realizando unos signos que resultaban legalmente ambiguos para los buenos judíos ortodoxos, pero que lograron emocionar (acoger, sanar y transformar a muchos pobres y enfermos del entorno).
En esa línea, el magisterio de Jesús fue de tipo quizá más medicinal que sapiencial, porque la verdadera sabiduría se expresa a modo de capacidad de amar; salud es trabajar y amar, en forma de conocimiento más hondo, en comunicación con los demás, en reconocimiento y ayuda mutua. La sabiduría y la verdad curan al hombre (como han dicho de formas en parte convergentes los taoístas chinos y los socráticos griegos). En ese sentido, según M. Smith, Jesús fue un maestro sanador, porque educar es curar para la libertad, para la vida, para la comunión con los demás, de forma que el verdadero maestro es un médico o sanador de las almas y cuerpos[8].
Estos modelos son muy significativos y pueden servirnos de guía en las reflexiones que siguen, pues nos permiten descubrir y presentar a Jesús como “maestro multicolor”, como un “arco iris” de educación. Frente a la escuela especializada, que insiste en rasgos quizá aislado de la vida (educación legal, sacerdotal, agrícola, económica…), Jesús creó un camino de educación integral para la vida, conforme al esquema ya evocado de profecía‒sabiduría‒mesa común‒familia...
Esos y otros aspectos de su programa y camino de educación se encuentran bien atestiguados por el estudio crítico de su vida y ofrecen una visión de conjunto no sólo de su figura histórica, sino del magisterio posterior cristiano. Sea cual fuere su orientación final, la enseñanza de Jesús se identifica con su propia vida; no enseñó “cosas” separadas; se enseñó a sí mismo, a lo largo de una vida rica y compleja que culmina con su muerte y con la experiencia cristiana de resurrección, como iré indicando en lo que sigue, a partir de su tarea como profeta y sanador[9].