Pan de Eucaristía, Cuerpo de amor (4)

Hace una semana, con ocasión de las fiestas del Cuerpo del Mesías (Corpus Christi), publiqué unas notas sobre la Eucaristía, prometiendo volver a ellas cuando el tiempo me lo permitiera. Lo hago ahora, comenzado con un hermoso recuerdo de infancia.

Recuerdo que un día, caminando con mi padre y mi hermano mayor (ambos fallecidos, q.e.p.d), y con J. L., el hermano tercero, entramos en la Catedral del Señor Santiago de Bilbao. Mi padre nos llevó al Sagrario y nos digo: Lo más importante del mundo está ahí dentro.

Yo le pregunté que era y cómo podía ser lo más importante. Minutos antes había pasado por la sede antigua del Banco de Vizcaya (¿o de Bilbao?) y nos había dicho que allí había muchísimo dinero, aunque había aún más en los Bancos de Nueva York. Nos respondió:

‒ Los bancos tienen dinero, que vale, si se emplea bien, para que pueda haber comercio, para que nosotros, los marinos, llevemos y traigamos comida en lo barcos, para que así todos puedan comer… Pero en el Sagrario está aquello que vale por sí mismo, lo más grande: Unos trocitos de pan, para que todos comamos, todos los hombres y los niños del mundo. Ese pan es Jesús, es el mismo Dios


Ésa fue la primera y más honda lección de Eucaristía que he tenido en mi vida. Los bancos valen para que haya comercio, al servicio de todos los hombres, pero no son más que medio al servicio de la comida universal y valen si se emplea bien el dinero. La Eucaristía es, en cambio, la misma Comida: Dios hecho Cuerpo, pan compartido, como la madre que da su vida hecha leche para sus hijos.

Desde ese fondo sigo con mis reflexiones sobre la Eucaristía, divididas en dos partes:

-- El recuerdo de mi padre, con su primera catequesis eucarística
-- La memoria de la leche de la madre, la primera eucaristía (siguiendo unas notas de la vida y obra de Santa Teresa).

Buen domingo a todos.

1. Cuestiones previas. Siguiendo la reflexión de mi padre

DIFICULTAD.... Algunos dicen que la realidad sólo es física-química, lo que se analiza y define por fórmulas científicas... En ese caso no había eucaristía: sólo habría accidentes físicos (pan y vino externo)... No habría posibilidad de arte (que es simbólico); el amor sería sólo hormonas, pura física... No habría comunión humana, ni libertad, ni espearnza

GESTO DE JESÚS EN LA CENA... es un gesto de hondo simbolismo... Jesús aparece como “sacerdote” (realizando un gesto simbólico de ofrenda a Dios) y como “víctima” (ofreciéndose él mismo...). Ese sacrificio de Jesús sólo tiene sentido si la realidad es simbólica, es decir, si tiene un sentido más profundo que el meramente físico. Pues bien, el símbolo supremo de Jesús es un pan… Él no viene con dinero en la mano, no viene con armas, sino con un pan.

PARTICIPACIÓN SIMBÓLICA... Los cristianos se vinculan a Jesús, se unen con Jesús, no en plano físico (de ciencia pura), sino de vinculación simbólica: “participan” de su acción de Jesús, toman parte en ella, de un modo personal y MUY REAL, pero de un modo SIMBÓLICO... El símbolo no es pan en sí (como realidad físico-química), sino el que se comparte, para que todos puedan vivir, formar cuerpo.

SIMBOLISMO DE LA EUCARISTÍA... Por eso, es muy importante precisar el sentido simbólico de la eucaristía... Sin eso, todo lo que se celebra es un puro teatro antiguo..., que para muchos no tiene sentido. De un modo general, se pueden precisar algunos rasgos de este simbolismo… hablando del pan compartido. Recuerdo mi Bilbao de niño, por las Siete Calles, desde el Banco de Vizcaya (¿o era el de Bilbao?) y la iglesia de San Antón, pasando por todas las tiendas del mundo… Nuestro padre nos dijo: Todas estas tiendas sirven para que los hombres coman, trabajes, se vista… Todo lo que hay en las tiendas está resumido en el Sagrario de Santiago, en el pan que todos pueden comer, el pan de Jesús.

SIGNO DE JESÚS... Los signos de la eucaristía son importantes y básicos para los cristianos porque Jesús los instituyó en la última cena... Así se recuerda en las palabras de la Consagración: “tomó el pan...”. Por eso, podemos llamar a Jesús el gran artista: ha dado valor eterno de simbolismo salvador al pan y al vino, unidos a su vida. Siendo el gran artista, Jesús ha sido y sigue siendo “el gran economista”: Ha puesto en el centro de la vida de los hombres el pan compartido.

SIGNO SACRIFICIAL Y SACRAMENTAL... Los signos pueden ser de muchos tipos: los más conocidos son los artísticos (una pintura), los personales (unos anillos de compromiso o de boda...). Los signos de la eucaristía son signos de sacrificio (de entrega de la vida) y son signos sacramentales (de unión con Dios). Son en el fondo los signos de la vida que se da y comparte (no se compra y vende), la vida que se regala y disfruta, comiendo juntos…

SON SIGNO DE TRANSFORMACIÓN. Éramos niños en Bilbao, al año 1947… paseando entre las calles, del Banco a San Antón… Era verano y le pedimos al aitá un helado, que nos compró en uno de los cantones… Mientras tomábamos los helados nos dijo: También eso es de algún modo Jesús, como el pan del Sagrario. Porque Jesús es Dios, es la vida que todos debemos compartir.

SON SIGNOS DE BANQUETE ESCATOLÓGICO... Tomábamos el helado con gozo, pero también con pena. La amá nos estaba esperando, haciendo la comida. El aitá tenía que salir el día siguiente para Nueva York, la ciudad de los grandes bancos. Le preguntamos: ¿Cuándo podremos estar todos juntos, sin que tengas que marcharte? Él nos respondió enigmáticamente: «También Jesús se tuvo que marchar, para quedarse en el Sagrario. Volveré muy pronto, y tomaremos de nuevos unos helados, e iremos a la Iglesia para comulgar…»-

2. Eucaristía sagrada, un cuerpo de amor. Según la figura de la madre, con santa Teresa

Desde aquel tiempo pensado cientos de veces en la eucaristía, entendida como cuerpo de amor, cuerpo social, en intimidad y solidaridad. Hoy, recordando un tema de mi libro FIESTA DEL PAN, FIESTA DEL VINO (VD, Estella 1007), quiero evocar el primero de los rasgos, cuerpo de amor, empezando por el Dios-Madre ausente, que se hace leche de vida para los hombres.

Como niño que vive de la madre, así se siente y sabe el ser humano; no está arrojado sobre el mundo, perdido y expulsado sobre un páramo infinito, sino que se descubre acariciado y bien fundado en el ser de lo divino. Dios es Fuente de Vida, como cuerpo bello y fecundo de madre (más que padre), centrado en unos pechos, como sabe y dice Santa Teresa de Jesús:

Porque de aquellos Pechos Divinos, adonde parece está Dios siempre sustentando el alma, salen unos rayos de leche que toda la gente del castillo conforta, que parece que quiere el Señor que gocen de alguna manera de lo mucho que goza el alma, y de aquel río caudaloso, adonde se consumió esta fontecita pequeña, salga algún golpe de aquel agua para sustentar a los que en lo corporal han de servir a estos dos desposados (Moradas 7, 2, 7).


Éste es el dios primero, como Gran Madre, que puede llamar y decir a sus hijos los humanos: ¡Tomad y bebed, este es mi pecho!, es mi cuerpo, es mi sangre (=leche), Vida de vuestra vida, Sustento de vuestro sustento. Por eso, la primera forma de agradecer la existencia es acogerla (=recibir la leche de los pechos divinos) y vivir así para crecer. Esta es la más honda eucaristía: dejarse querer, agradecer la vida, asumiéndola de forma apasionada, pudiéndolo decir y diciéndolo: ¡Gracias, Padre/Madre por la vida!

Recibir la vida de Dios, reconocer su gracia y responder en fiesta compartida: eso es la eucaristía. Así lo ha expresado Jesús, el Enviado de esa como “diosa madre” de la vida, que ha querido ofrecernos su más rica intimidad: ¡Tomad, esto es mi cuerpo! ¡Bebed, esta es mi sangre! Quizá pudiéramos llamarle Maternidad encarnada, como ha sabido y dicho Teresa de Jesús.

Experiencia de amor

Esta es una experiencia de amor: quien se siente implantado en la vida y lo dice sabe que existe lo divino. Quien se siente alimentado por los pechos de la vida, expresados en la Madre Tierra, sabe que hay Dios y puede invocarle como Madre, Fuente de la que mana el agua y leche de la vida, Natura Naturans o Naturaleza Generante de la que proviene y donde se sustenta lo que existe. Éste es el Dios de la Jerusalén cristiana, el Dios de Isaías y los profetas.

Alegraos con Jerusalén, gozad con ella, todos los que la amáis;
Alegraos de su alegría, con ella, todos los que por llevasteis duelo;
mamaréis de sus pechos, os saciaréis de sus consolaciones,
chuparéis las delicias de su senos abundantes.
Pues así dice Yahvé: Yo haré expandirse hacia ella paz como un río,
como torrente desbordado la delicia de las naciones
Llevarán en brazos a sus criatura, sobre las rodillas las acariciarán.
Como un niño a quien consuela su madre, así os consolaré yo;
en Jerusalén seréis consolados (Is 66, 10-13).


Eucaristía: Dar gracias a Dios

En este contexto, eucaristía significa acción de gracias y esto es lo que proclama el celebrante principal en el momento más solemne del prefacio: situado ante el misterio de Dios, que aparece de forma generosa en los dones del pan y del vino, en nombre de todos, eleva la voz presentando ante Dios una fuerte acción de gracias: te alabamos, te bendecimos, te adoramos, te glorificamos... El hombre es plenamente humano donde da gracias a Dios, donde es eucaristía.

Memoria de Jesús, cuerpo compartido.

Las Eucaristía es pacto de unión corporal o Matrimonio, como aquel que la misma Teresa de Jesús ha desarrollado en las Moradas:

Pues vengamos ahora a tratar del divino y espiritual matrimonio... A esta persona de quien hablamos (=Teresa de Jesús) se le representó el Señor, acabando de comulgar, con forma de gran resplandor y hermosura y majestad, y le dijo que era ya tiempo de que sus cosas (de Jesús) tomase ella por suyas y Él tenía cuidado de las suyas (de Teresa) (Moradas 7, 2, 1).


Esta experiencia se expresa en forma de comunión de cuerpo y sangre (¡Comed, es mi cuerpo! ¡Bebed es mi sangre!), en claves de alianza esponsal y liberadora (¡Yo seré vuestro Dios, vosotros seréis mi Pueblo!). Éste es el Jesús que da su cuerpo a Teresa, es decir, se ocupa de sus cosas. Ésta es la Teresa que da su cuerpo a Jesús, es decir, se ocupa de sus cosas. Ésta es la comunión de todos, un desposorio de comunicación plena, en libertad y entrega mutua, abierta a todos los hombres y mujeres, pues todos han de ser y son Cuerpo del Cristo.

Sólo aquí recibe su sentido la eucaristía, que, siendo un matrimonio entre Jesús y los humanos, es un matrimonio entre aquellos hombres y mujeres que aceptan su camino y responde a la voz de su llamada, de manera que cada uno empieza a ser y vivir desde, para y con el otro. Si el Cristo dice “esto es mi cuerpo, ésta es mi sangre”, así lo han de decir todos los cristianos (¡Esto es mi cuerpo, ésta es mi sangre!), al comunicarse y darse entre sí, al comunicar la vida a los necesitados del entorno (del mundo entero), en gesto de liberación y comunión.

Sólo un hombre o mujer enamorado/a puede pedir ¡comed, bebed, esto es mi cuerpo!, dando al otro y compartiendo con el otro el pan y vino de la vida. Entendida así, la eucaristía es la experiencia de la comunicación personal, en cuerpo y sangre, pues (como he dicho) lo que dice el Cristo pueden y deben decirlo con él y en él todos los cristianos, en comunión interior (participantes de la eucaristía) y en apertura a todos los hombres y mujeres (en amor comunicado) y compartido. No sólo el presidente de la celebración, sino todos los participantes se dicen por tanto, entre sí: tomad, esto es mi cuerpo, tomar ésta es mi sangre. Dios no se revela en palabras separadas de la vida, sino en la comunión concreta y en la vida de amor de los hombres y mujeres.

Éste es un misterio de intimidad (Jesús es Dios enamorado) y de solidaridad liberadora: el Dios de Jesús, Dios eucarístico, nos capacita para vincularnos como cuerpo, en amor enamorado y en servicio mutuo, en torno a (a través del) pan y el vino de la buena y provechosa comida. Éste es el Dios de Jesucristo, es la Fiesta de la Eucaristía. Aquellos que reciben la vida (cuerpo y sangre) de Jesús y la comparten con los demás (en corro de amor íntimo y en irradiación de amor liberador hacia los más necesitados): ésos son los cristianos, son eucaristía.

Éste es el Dios que hace a los hombres y mujeres capaces abrir entre ellos un espacio de solidaridad y de compartir el alimento sólido del pan y el vino (cf. 1 Cor 3, 2), en gesto intenso de comunicación amistosa y liberadora, que se centra en Jesucristo Por eso, las palabras “esto es mi cuerpo” y “ésta es mi sangre” no son exclusivas de un sacerdote que planea sobre la comunidad, sino de todos y cada uno de los celebrantes, hombres y mujeres, que celebran la eucaristía. Cuando un niño puede entender y decir esas palabras empieza a ser ministro eucarístico, sacerdote de la nueva alianza, dentro de la Iglesia… Esas palabras son de Jesús, el Cristo, haciéndose palabras de cada uno de los celebrantes, es decir, de todos los cristianos.

Por eso, una eucaristía mirada de lejos no sería eucaristía (para aquel que así la mira), una eucaristía espectáculo de televisión no sería cristiana…. Una eucaristía de un celebrante aislado… no es tampoco eucaristía. Sólo hay celebración de Jesús allí donde un grupo de cristianos celebran la vida de Jesús y regalan mutuamente su propia vida humana (que es ya divina), en el gesto del pan/vino, en la palabra compartida, en la mirada de amor. Por eso, palabra de Jesús (¡esto es mi cuerpo, ésta es mi sangre!) no es una palabra separa de la vida, sino que ha de ser la “vida misma” que dicen y comparten todos los fieles, sacerdotes del gran “sacrificio” de Dios, que es la misma comunión de amor de los hombres y mujeres en la tierra.


Ese camino del amor eucarístico es la esencia del camino cristiano, de tal manera que sólo quien se atreve a recorrerlo (con el riesgo de perderse o poder equivocarse) vive plenamente en Jesús (viviendo desde Jesús para los demás, especialmente para los expulsados y perdidos de la tierra). La palabra final y central de ese proceso, ante el pan y el vino compartido, suena siempre así: ¡esto es mi cuerpo, ésta es mi sangre!, un cuerpo y sangre que comparto con mis hermanos y que ofrezco a todos los hombres y mujeres, para que así todos podamos ser eucaristía.

Así aparece Jesús en la iglesia: como Dios amigo que ofrece y pide cuerpo, como Dios liberador que ofrece y expande su cuerpo a los perdidos y expulsados de la sociedad y de la tierra. El pan es cuerpo porque se comparte; el vino es sangre porque se bebe de la misma copa, en señal de compromiso. Esto es lo que la iglesia celebra en el recuerdo o memorial del Cristo. De esa manera, la memoria de Jesús se identifica con la eucaristía: es decir, con el camino que conduce, por la donación y entrega mutua, a la libertad y comunión de todos los hombres.
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