Pentecostés. 3. Espíritu Santo: placer/gozo de Dios

He desarrollado ya dos epifanías del Espíritu: una en Israel (en el camino de la humanidad) y otra en Jesús (en un hombre concreto). Como introducción a la tercera epifanía (que es la presencia de Dios en el despliegue y plenitud del hombre) quiero poner de relieve su vinculación con la alegría o, si se quiere, con el placer de Dios.

Nietzsche decía eces que los pretendidos representantes de Dios (sacerdotes) viven en cavernas de resentimiento y miedos. En contra de eso quiero mostrar que el Espíritu de Dios (y en especial del Dios cristiano) es amor, gozo y paz (Gal 5, 22), es justificación, paz y gozo (Rom 14, 17). Quiero hablar del placer de Dios. Los teólogos antiguos y medievales (de Dionisio a Ricardo) sabían que Dios es placer. Nosotros hemos corrido el riesgo de hacerlo deber y tristeza. ¡Dios nos guarde del Dios de las cavernas opresoras!

Introducción

El representante de los sacerdotes que han condenado a la Iglesia cristiana a la tristeza y al resentimiento, a la ley y a la opresión seria San Pablo. Pues bien, en contra de eso, San Pablo, cuyo año jubilar estamos celebrando, identifica el Espíritu de Dios (el cristianismo, la religión) con el placer de vivir de un modo intenso, en medio de este mundo donde muchos afirman que estamos condenados. El Espíritu del Cristo es ante todo gozo, el placer desbordante de la vida, vinculada al agradecimiento y al amor, a la paz y a la comunión entre los hombres y mujeres.

No hay en Jesús y en la iglesia primitiva ningún signo de odio o rechazo de la vida, sino, al contrario, una experiencia básica de aceptación gozosa y placentera del con de la vida, en apertura de amor hacia todos. En ese sentido decimos que el cristiano es alguien que sabe agradecer y disfrutar el don del Espíritu (la vida) de Dios que ha recibido. El mismo placer de vivir, ése es el signo y presencia del Espíritu

Por eso, añadimos que el Espíritu cristiano se define básicamente como Gozo: una experiencia de cumplimiento y culminación. Se trata de un gozo que se expresa en forma de placer, por encima de todas las posibles dificultades que la vida del hombre encuentra en su camino. Desde el amor y en el amor todo empieza y acaba siendo bueno. Las cosas tienen un sentido; ha merecido la pena la vida. Por eso, el creyente es ante todo un ser gozoso, alguien que sabe disfrutar y disfruta. La felicidad de Dios, eso es el Espíritu Santo. Vivir en felicidad y hacer felices a los demás, ese es el don supremo del Espíritu. Así quiero destacarlo a partir de la teología de Pablo.
Pablo ha desarrollado el tema del gozo en dos trilogías básicas que definen y explicitan el sentido del reino de Dios, desde el Espíritu. Ambas recogen una terminología tradicional de la Iglesia anterior, que Pablo ha elaborado cuidadosamente, mostrando la importancia del gozo en relación con el Espíritu Santo, dentro de una visión cristiana de la vida. En el primer caso, el gozo va acompañado de la justicia y la paz; en el segundo se une al amor y la paz.

Rom 1, 14: Justificación, paz y gozo en el Espíritu

La primera trilogía espiritual de Pablo define los elementos fundamentales de la vida cristiana en relación a un tipo de comida ritual de pureza, una comida que separa a los ricos de los pobres, a los puros de los impuros. Parece que existían judeocristianos que interpretan el reino de Dios como una comida ritual: comer y beber, conforme a una de ley separación de mesa, sólo algunos, los privilegiados, mientras el resto del mundo vive (sobrevive, si puede) en la condena.

En contra de eso, Jesús ha sabido que el Reino del Espíritu de Dios es comer, pero comer todos, en comunión abundante y en justicia, superando los ritos de separación, de dominio de unos sobre todos. No se trata de no comer, sino de comer en justicia, en paz y alegría en el Espíritu Santo (Rom 14, 17).
No se trata de no comer, sino de comer todos, es decir, de alegrarse todos, por encima de unos rituales que separan y distinguen, que oprimen y excluyen. Comer y vivir en un camino (en una iglesia) cuyas notas principales son estas: justicia, paz, alegría/placer

* El Espíritu de Dios es comer en justicia, es decir, según el lenguaje de Pablo, es justificación gratuita en el Espíritu santo (en pneumati hagio). Justificación significa el don del amor que Dios nos ha ofrecido en Cristo, haciéndonos capaces de superar la ley que divide y oprime, el pecado que mata. No hay Reino de Dios sin justicia salvadora, es decir, sin perdón creador de vida, es decir, de perdón y de comunicación de bienes. Ésta es la justicia que brota del reconocimiento de los demás y de la comunicación mutua de la vida. Esto han de ser los sacerdotes (obispos) de la Iglesia: portadores de esa justicia universal. Me da igual que sean de una línea o de otra. Quiero que sean signo de la justicia de Dios.

* El reino es paz en el Espíritu Santo. El Espíritu de Dios es la justicia que hace posible la paz, la paz en la Iglesia y en la humanidad, en Vallecas y en Euskadi, en Irak y en Guatemala…Los judeo-cristiana sabían ya que la paz es don escatológica de la vida abierta al reino de Dios en el Espíritu, pero era la paz de algunos, de los buenos… La novedad de la formulación paulina consiste en que esa paz, signo del bien pleno, aparece vinculada a la justicia de Dios y al amor universal. Paz para todos, eso es el Espíritu de Dios, eso es la Iglesia.. Dios mismo es quien nos da la paz en Cristo (es decir, en la justicia), haciéndonos superar el enfrentamiento, la lucha de todos contra todos, el miedo de la muerte. Eso quiero que sean los cristianos: hombres de justicia.

* El reino es finalmente gozosa alegría en el Espíritu (khara en pneumati hagio). Sólo allí donde hay perdón (justificación), allí donde se extiende la paz, y donde nosotros nos perdonamos y nos comunicamos en amor puede haber alegría o placer en el Espíritu… Esta misma alegría/placer es el signo del Espíritu de Dios, es el Espíritu. Dios es la alegría de la vida: poder vivir gozando de la vida, sabiendo que podemos comer y comer, sabiendo que poder buscar y goza y alegrarnos de todos.. El Espíritu de Dios no es por tanto una imposición sacral, ni un don espiritual separado de la vida (propio de algunos jerarcas especiales), sino la misma alegría de los creyentes. Ella no busca su alegría fuera, porque la encuentra en sí misma. Esta no es una alegría extramundana, sino el gozo de un camino dirigido a la justicia de Dios, a la plenitud de todos los hombres y mujeres de la tierra.

Estrictamente hablando, el Reino y de Dios se identifica con los tres dones del Espíritu Santo (justicia, paz y gozo). Ésta es la primera de las grandes trilogías cristianas. Frente a un tipo de judeo-judaísmo que puede encerrarse en un ritual de comidas (ley de pueblo y sangre), el evangelio de Jesús se expresa en forma de perdón que lleva al gozo, en camino de paz. Muchos me dicen que la iglesia oficial de la actualidad es judeo-cristiana en el mal sentido de la palabra, es iglesia de la condena y de la falta de alegría, que sigue habitando en negras cavernas ¿Es cierto? Evidentemente no, pero a veces da la impresión de ello.

Gal 5, 22. Dones del Espíritu: amor, gozo, paz

Dos de los términos anteriores (paz y alegría del Espíritu) reaparecen en el texto clave sobre los frutos del Espíritu, en Gal 5, 22. En el pasaje anterior de Rom 14, 17 Pablo resumía la vida cristiana (el Espíritu de Dios) en tras palabras: justicia, paz, alegría… Ahora la resume en nueve, que aparecen como frutos del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, continencia Gal 5, 22). El árbol de Dios es el Espíritu Santo, conforme a un tema del que han hablado griegos y judíos. Muchos recuerdan aún el árbol del ser de Dios, de un filósofo llamado Porfirio. Muchos recuerdan también el árbol del Dios de las Sefirot o potencias de los más sabios judíos. Pues bien, el árbol del Espíritu de Dios tiene según Pablo nueve frutos, de los cuales los primeros y más importantes son tres:

* El primero es el amor. Más que fruto se le podría llamar esencia o realidad, conforme a todo lo indicado: el Espíritu de Dios es el mismo amor, como supone 1 Cor 13. Comparando este pasaje con el anterior, podemos añadir que el amor es la verdad y sentido de la justificación, perdón que Dios ofrece a los humanos en el Cristo. Amar, eso es vivir en el Espíritu. Saber amar, eso es vivir en el Espíritu. ¡Saber amar! ¿Son maestros y ejemplo de amor los cristianos?

* El segundo fruto es el gozo... que nace del amor y que aparece como signo del Espíritu. Saber gozar, eso es vivir en el Espíritu. Frente al mensaje del Bautista, que puede condensarse como voz amenazante de juicio (cf. Mt 3, 7-12), el Espíritu del Cristo se presenta como llamada desbordante a la alegría. Quizá pudiéramos añadir que el amor mismo se vuelve gozo: no juzga, no se impone, no pretende nada por la fuerza, nada teme. El placer de vivir, esa es la segunda nota del Espíritu Santo. ¿Son signo de alegría los mistagogos cristianos, es decir, portadordes el evangelio de Jesús?

* El tercer fruto del Espíritu es la paz. En la trilogía anterior la paz venía antes que el gozo, ahora aparece después, como despliegue y culminación de ese gozo del Espíritu. Se trata, sin duda, de una paz interna, pero es claro también que ella se expresa en las diversas circunstancias de la vida externa, como expresión de la reconciliación humana lograda por el Cristo.

Amor, gozo y paz... Esta es la más perfecta definición de la vida del cristiano. Ya no es necesario hablar de libertad o justicia, pues ambas notas se encuentran incluidas en el amor, que es la verdad y esencia del Espíritu. Del amor brota de un modo natural el gozo de la vida: esta es la felicidad, ser amados y amar, en camino donde se supera la violencia de la "carne" que conduce a la lucha y a la muerte entre todos los humanos.
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