Samaritano, no pases de largo

Éste es el tema de la “parábola”: No pasar de largo ante el asaltado y herido del camino. Ayer lo expuse, de un modo inicial, hablando de la necesidad de una “iglesia samaritana”.

Mi amigo José Manuel González (Córdoba, Argentina) me ha pedido una “lectura exegética” del texto, y quiero responderle aunque sea de un modo inicial, pues el tema es “ancho” y no puedo entrar en todos sus detalles. Me fijaré básicamente en los siguientes:

Quién es el “ser humano” (hombre o mujer…) al que asaltan y dejan medio muerto, al borde del camino de la vida. ¿Cómo y por qué se destruye a miles y millones de hombres y mujeres.

Quiénes son los lestai o “bandidos”, los que en otro tiempo y ahora desnudan, hieren y dejan a muchos (miles y millones) medio muertos, a la vera del camino de los triunfadores.

¿Por qué no miran bien y se compadecen el sacerdotes y el levita? ¿Qué significa mirar a un lado y pasar de largo, dando un rodeo ante los problemas principales de la vida.

¿Es posible una iglesia samaritana? ¿Hace falta Dios para ser como este samaritano? ¿Hace falta Dios para sanar esta sociedad herida? ¿Qué puede aportar la verdadera religión?


Buen domingo a todos. Con el samaritano quedamos (para primera imagen, cf. http://recursosparamiclasedereligion.blogspot.com.es/2012/06/el-buen-samaritano.html).



Otra vez el texto (Lc 10, 29-37)

Pero él (el escriba), queriendo justificarse, dijo a Jesús: Y ¿quién es mi prójimo? Jesús respondió: Bajaba un ser humano de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de salteadores, que, después de desnudarle y llenarle de llagas, se fueron dejándole medio muerto. Casualmente, bajaba por aquel camino un sacerdote y, al verle, dio un rodeo. De igual modo, un levita que pasaba por aquel sitio le vio y dio un rodeo. Pero un samaritano que iba de camino llegó junto a él, y al verle tuvo compasión; y, acercándose, vendó sus heridas, echando en ellas aceite y vino; y montándole sobre su propia cabalgadura, le llevó a una posada y cuidó de él. Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al posadero y dijo: Cuida de él y, si gastas algo más, te lo pagaré cuando vuelva. ¿Quién de estos tres te parece que fue prójimo del que cayó en manos de los salteadores? Él dijo: El que practicó la misericordia con él. Díjole Jesús: Vete y haz tú lo mismo.


Un ser humano (anthropos) bajaba de Jerusalén a Jericó (katebainen)…


La parábola le llama anthropos que significa ser humano (a diferencia de anêr, que es el varón). Por eso, estrictamente, puede ser hombre o mujer, cualquier humano, de cualquier raza o nación, sexo o religión.

Si la parábola se cuenta en Galilea, entre judíos piadosos, se puede suponer que el hombre es un judío (más varón que mujer: las mujeres no solían andar solas por esos caminos…), alguien que había subido a Jerusalén para orar, y que bajaba por Jericó, dando un rodeo, para tomar el camino del Jordán y llegar a Galilea, con el fin de evitar así el camino de los samaritanos, “enemigos” de los judíos, como había dicho Lucas en 9, 52, recordando la furia de los zebedeos, que querían vengarse de los samaritanos. Pero esa respuesta no es la única: El herido puede ser una mujer.

El mismo Lucas habla en otro lugar de un “eunuco de la Reina Candace”, que había ido a orar a Jerusalén (Hechos 8:27-38), y que baja en carro hacia su tierra, por el camino del mar (no por Jericó). Se puede suponer que viene del templo, de orar, sin embargo, le roban ¿no es una paradoja? Parece que los bandidos amenazan de un modo especial a los que van de peregrinación, pues se supone que llevan aún cierto dinero, aunque vengan de vuelta.

De todas maneras, es mejor no hacer suposiciones, pues la parábola no dice nada del origen de este hombre o mujer que baja de Jerusalén hacia Jericó, por el camino del para ir a Galilea, pero puede ir también hacia Oriente, o quedarse en Jericó o en Qumrán, que está allí cerca… No se dice más, sólo que baja.

Y cayó en manos de bandidos (unos bandidos le asaltaron)

Aparecen en plural, sin necesidad de presentación. Se les llama “lêstai”, igual que a los “ladrones” crucificados con Jesús. Pueden ser delincuentes comunes, salteadores de caminos… Pero, en el clima torturado de aquel tiempo (del que nos habla Flavio Josefo) podían ser también “insurgentes políticos”, partidarios de un tipo de lucha nacional de liberación.

La parábola no tiene por qué detenerse en estos “bandidos”, precisando mejor su identidad y sus “razones” o falta de razones. Se supone que son varones (como también se ha supuesto que el asaltado es un varón, a pesar de que se le llame anthropos); podría haber entre ellos mujeres (aunque no parece que era común en aquel tiempo).

El fenómeno del “banditismo” (con ribetes a veces políticos) fue en aquel tiempo un mal endémico. Podían ser “bandidos primarios”, de esos que roban por robar, como las grandes instituciones políticas, económicas y militares que viven de “asaltar” y robar a los pobres. Pero podrían ser también “bandidos reactivos”, de esos que se lanzan al bandidaje porque no tiene comida suficiente, o porque son perseguidos etc. etc. Podíamos compararles con algunos de esos a quienes hoy se llama “terroristas.

Le desnudan, le llenan de llagas y se van, dejándole medio-muerto…

Quizá debamos fijarnos en orden y sentido de las palabras…

‒ Primero le desnudan (ek-dysantes autón), es decir, le quitan todo lo que tiene… La parábola no precisa las cosas que le quitan (de las que le desvisten). Evidentemente le quitan la ropa: ¿Toda? ¿Sólo la exterior, dejándole en “paños menores”.

No sabemos, pero se puede suponer que le dejan absolutamente “desnudo”, sea hombre o mujer. Además de la ropa le pueden haber quitado la faja con el dinero, la alforja con las provisiones (incluso la cabalgadura, pues no se dice que fuera a pie).


‒ Después le hieren. El texto dice que le llenan de llagas (plêgas epithentes). No se indica cómo: ¿Ha querido defenderse y tienen que herirle para someterle y robarle lo que lleva? ¿Le hieren por sadismo, para hacerle sufrir? ¿Lo hacen para dejarle allí, sin posibilidad de perseguirles?

‒ Y se van dejándole medio-muerto (hêmithanê). Este dato pertenece a la trama del relato. Si estuviera muerto del todo no se podría hacer más que enterrarle…

Reflexión sobre el hombre asaltado, herido, medio-muerto

Gran parte de la exégesis antigua, desde los gnósticos y san Ireneo, pasando por San Agustín y los medievales, ha alegorizado estos datos, convirtiendo a este hombre en signo de la humanidad caída.

Los ladrones podrían ser los “enemigos espirituales” del hombre (el Diablo…). El hombre queda así caído, en manos de su vergüenza (desnudez) y de sus heridas de alma y cuerpo… hasta que viene Jesús para liberarle. La liberación que ofrece el samaritano sería pues de tipo espiritual (fe, sacramentos, culto...)

Pero el texto no se puede alegorizar así. Este “asaltado” es un ser humano concreto, signo de todos los hombres y mujeres que caen en manos de otros. Queda desnudo, que quiere decir sin dignidad, impotente…, sin posibilidad de defenderse. El texto habla de un "pecado humano", y de una ayuda concreta, en un plano social, personal, de medicina...

En un sentido, todos los desnudos son iguales, sobre todo si están heridos, con sangre, de manera que no puede distinguirse al rey del mendigo, al millonario del pobre diablo de la calle. Es un desnudo sin más signos que su humanidad doliente….Es un desnudo golpeado, de aquellos de quienes decía Jesús: “estuve desnudo y me vestisteis o no me vetasteis… (Mt 25, 31-46).


¿Hombre o mujer? Si el asaltado-herido-desnudo fuera una mujer el caso despertaría otra sensibilidad. ¿Qué hacen los ladrones con un “cuerpo” femenino, qué hacen el sacerdote y el levita?. Pienso que la tradición cristiana no ha estado preparada (hasta ahora) para interpretar la parábola desde un cuerpo de mujer medio-muerta, a pesar de que entre los asaltados-heridos-desnudos hay más mujeres que hombres. Entrar en ese tema exigiría una actualización radical de la parábola.

¿Adulto o niño? El texto dice que el herido es un anthropos…, sin distinguir si es adulto o joven (o incluso niño).

Simbólicamente es difícil pensar en un niño que baja sólo de Jerusalén a Jericó…, y que es objeto de robo (¿qué puede llevar el niño?). Pero el oyente de la parábola tiene que situarse también ante esa posibilidad, en un mundo (antiguo y moderno) en que la utilización de niños ha venido a ser endémica, por parte del conjunto de la sociedad (e incluso de sacerdotes y levitas). Dejo el tema abierto.



¿Desnudo con prepucio…? Pero aunque supongamos que es un herido adulto y varón queden por discernir algunos signos, como saben bien los forenses: blanco o negro, judío no judío…

En nuestro caso, parece que la parábola supone que ser un varón, porque es importante que tenga o no prepucio… Eso significa que el “sexo” tiene que quedar visible, para saber si está o no circuncidado. Si no está circuncidado es “impuro”, y el sacerdote y el levita no pueden tocarle físicamente.


¿Muerto o medio muerto? El texto ha dicho que después de desnudarle le golpean, sobre la carne viva, quizá por sadismo, quizá para que no pueda protestar y seguirle…Así le dejan, desnudo y medio muerto, probablemente al borde del camino.

Le dejan semi-muerto, lo que significa que no se sabe si está muerto o no…, que hay que mirar. Este dato es muy importante, porque si está muerto el sacerdote y el levita no pueden tocarle, por ley (los sacerdotes judíos no tocan a los muertos…).


Bajaba por allí un sacerdote, iba por allí de igual modo un levita… y pasaron de largo, dando un rodeo.

Se dice que el sacerdote “bajaba" (también katebainen) y lo mismo el levita. La precisión es muy importante. Si subieran tendrían quizá prisa para llegar al templo y, sobre todo, tenían que estar “puros” para hacer los sacrificios. Por eso tenían que “mirar al herido”. Si era un hombre con prepucio, o un muerto resultaba complicado ayudarle, porque era en principio impuro les manchaba para los rezos…

Pero el texto dicen que “bajaban”…, se alejaban del templo, de manera que podían ayudar “mancharse” por un tiempo, con un impuro, con un muerto… purificándose después, con facilidad, antes de volver al templo pero no lo hicieron.

El texto supone que el sacerdote y el levita tienen algo que les “impide” (o dificulta) para descubrir la necesidad concreta de los hombres y ayudarles. Más aún, el texto supone que es una “desgracia” ser sacerdote-levita, pues un tipo de obligación del templo (un tipo de ritual o de santidad) te impide mirar y ver a los necesitados.


Aquí Dios (el Dios de los sacerdotes-levitas) no ayuda, sino al contrario. Hubiera sido mejor que levita y sacerdote no creyeran en Dios, ni tuvieran templo, sino que simplemente “se compadecieran”… Están ocupados en cosas que creen que son de Dios, de manera que por amar (falsamente) a Dios abandonan a los hombres heridos.

Dando un rodeo… Uno y otro hacen lo mismo: Dan un rodeo, para no ver, para no comprometerse… No les interesa lo que pasa en el camino de la vida. Es evidente que la parábola está oponiéndose a un tipo de sacerdocio de templo, que dice saber mucho de Dios, pero sabe poco del dolor de los hombres.

Y un samaritano…

No se dice que “bajaba” sino que iba por allí (odeuôn). No se dice su oficio (pastor o traficante, kohen del Garizim o curioso….). Ciertamente, era un hombre de valor, pues, siendo samaritano se atrevía a pasar por un camino cercano a Jerusalén (aunque no se dice que entrara). Era un hombre sin más prejuicios que la humanidad.

Mirando… (idôn). Ésta es una palabra central. Sacerdote y levita también han mirado(idôn)… Pero sólo el samaritano ha mirado y ha visto de verdad, y ha tenido compasión. Este samaritano es “como Dios”: el que mira a los heridos y oprimidos, como dice el Éxodo (Ex 3, 7-8).

¿Ha mirado el prepucio? ¿Ha mirado si es hombre o mujer, niño o maduro? El texto no lo dice. ¡Lo más seguro que no le importaban los prepucios, las purezas judías, sagradas, de templo…! Le importaba el hombre, el ser humano… ¿Ha mirado si estaba muerto? ¡Ciertamente! Ha mirado, ha tocado y ha visto que estaba vivo.


Mirando… tuvo compasión… Esta palabra es la central, la que recoge todo el mensaje del Antiguo Testamento donde Dios es “compasivo”, ser de entrañas… Pues bien, este samaritano es como Dios (esplagnisthê): simplemente, tiene compasión. Ha tocado, está es la palabra. Sacerdote y levita no podían “tocar” cuerpos con prepucio, para no mancharse, no podían tocar cuerpos de mujeres, ni de muertos… pues acababan de tocar los vasos sagrados… El samaritano, en cambio, toca… y cura.

Los gestos de la compasión. Se supone que el samaritano es un hombre de cierta riqueza, que viene preparado para todo tipo de eventualidades.

‒ Venda las heridas del asaltado… Se supone que tiene vendas limpias, y que sabe curar las heridas, como médico experto….

‒ Cura (suaviza) las heridas con aceite y vino: Quizá el aceite para suavizar, el vino para desinfectar… Son remedios normales de aquel tiempo.

‒ Monta al herido en su propia cabalgadura… Eso indica que es un hombre rico, que viaje con una cabalgadura, que le sirve para ayudar a caminantes, y monta al herido…


‒ El riesgo de una lectura espiritual. La tradición cristiana, desde San Ireneo y San Agustín hasta principios del siglo XX, ha interpretado este pasaje de un modo “alegórico”. Así lo hace todavía el mismo Benedicto XVI en su libro Jesús de Nazaret I (pag. 241 ss), hablando de la herida del hombre y de la “vestido espiritual” comentando unas palabras venerables de la tradición (spoliatus, vulneratus…). Eso está bien, pero son muchos los teólogos cristianos que terminan pareciéndose al sacerdote y levita de la parábola, de forma que pasan de largo ante algo que es previo: lo que importa aquí es curar al desnudo del camino…

Conclusión. Cuatro temas importantes.

Quedan pendientes muchas cosas de la parábola y no voy a desarrollarlas ahora. Por eso voy a dejar a un lado los detalles. Dejemos al samaritano que camina ahora a pie (lleva en su “mula” al herido).

1. Ayudar de un modo eficaz al herido. No se nos dice si el samaritano le lleva a Jerusalén, para dejarle en manos de los posaderos del templo (¿qué os parece?). No se nos dice si le lleva a Jericó, para ponerle en manos de la posada de la esquina de los publicanos (que allí los había, como bien sabe Lucas: 19, 5-8). Simplemente le lleva a un lugar donde puedan curarla, sin tener en cuenta si tiene o no tiene prepucio, si es hombre o mujer, creyente o no creyente. Quiere tratarse simplemente como a un hombre necesitado.

2. Curar dentro del contexto humano, en el entorno real… El samaritano no crea una policía para impedir asaltos y robos como éste. No quiere cambiar políticamente la situación (no está a favor de los ladrones o de los anti-ladrones). Acepta el orden que existe, y dentro de ese orden quiere ayudar y ayuda a los asaltados, de un modo “eficaz”. Le ofrece los primeros auxilios y le lleva después al “hostal y hospedaje público” (pandokheion), que es una especie de pensión-hospital, pagando dos denarios (dos jornales) para que atiendan el herido (y comprometiéndose a pagar más si es necesario).

3. ¿Transformar a los sacerdotes-levitas? La parábola deja en el fondo la figura de una religión de sacerdotes-levitas. En el fondo hay, sin duda, una polémica de los primeros cristianos contra un tipo de culto sagrado que no ayuda a descubrir las necesidades y heridas de los hombres. Es evidente que esta parábola se ha contado en un contexto de polémica contra un tipo de culto que aleja a los profesionales de la religión de la vida real, de las necesidades concretas de los hombres. Estos profesionales de la religión (judíos o cristianos) que dan un rodeo y pasan de largo ante la herida de los hombres son una patología antidivina.

4. El tema final es “cómo hacerse prójimo”. El escriba ha preguntado a Jesús de un modo teórico “quién es mi prójimo”. Jesús le ha respondido de un modo concreto: Lo que importa no es resolver en teoría el tema de la projimidad, sino que tú te hagas, que nos hagamos “prójimos”, próximos de los necesitados.

Conclusión. ¿Una parábola “sin Dios”?.

Dios es importante, es lo central, como ha empezado diciendo el texto de los dos mandamientos: amar a Dios, amar al prójimo. Lógicamente, ésta es una parábola en la que el amor a Dios tendría que haberse reflejado en forma de amor al prójimo (y viceversa). Pero después, al buscar el sentido del prójimo (próximo), ella no habla de Dios.


En ese sentido, ésta es una parábola sin Dios, es decir, sin un Dios explícito. Es una parábola que va en contra de los profesionales de Dios (¿de entonces, de ahora?). Por eso, externamente, no cita a Dios y sin embargo todo en ella es de Dios, es decir, del bien de los necesitados.

No cita a Dios, ni siquiera al final, para decirle al buen escriba (nomikos) que ha hecho las preguntas: “¡Vete con Dios"!. Ni eso le dice.

Lo que importa aquí es la “misericordia” (eleos) y el que hace misericordia ese es como Dios, ese es Dios en la tierra, aunque no hable de Dios y sea un samaritano, aunque eso significa (¡y significa!) que dejemos a un lado el tema de un tipo de religión, para llegar a la religión verdadera de Santiago, el hermano de Jesús: Atender a huérfanos y viudas, a heridos y expulsados, transformando así el orden viejo de este mundo.

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