Trinidad es comunión (2) Dios Amor, no Monarquía

Hoy, día de la Santa Trinidad, retomando motivos pasados, quiero insistir en la relación entre Dios Trinidad y la comunión (comunidad) humana:

La pregunta es esta:

-- ¿Puede un hombre aislado, con poder sobre los otros, ser signo de Dios, en un plano político, cósmico y religioso? El problema lo planteó hace tiempo Erik Peterson, en Monoteísmo como problema político, 1935..

-- ¿Es bueno un Dios que tenga los tres poderes: Legislativo, ejecutivo y judicial? ¿Es bueno un Rey/Emperador que sea Monarca, Profeta y Sacerdote? ¿Puede el poder ser signo y presencia de Dios? ¿Qué tipo de poder?

Imagen 1: Tiara papal, formada por tres coronas que simbolizan el triple poder del Papa, padre de los reyes, rector del mundo, Vicario de Cristo) del siglo XVIII, con la cual es coronado el San Pedro broncíneo el 29 de junio, fiesta del santo.
(http://www.vatican.va/news_services/press/documentazione/documents/sp_ss_scv/insigne/triregno_sp.html)

-- Al asumir los tres poderes (las tres coronas) el Papa ha venido a presentarse como signo de la Trinidad que gobierna sobre el mundo (pero Benedicto XVI renunció al uso de la tierra, para situar el "poder" del Papa en línea de servicio de amor).

-- Nos dijo un profesor famoso que la tiara (que era una especie de Tri-Ara: Tres "aras" (altares sagrados), tres "aros" (círculos de poder) era el mayor signo trinitario: Vicario del Dios Trinidad en la tierra, tres poderes para sustentar el mundo.


Imagen 2: Trinidad comunión, icono de Roublev. La Trinidad es comunión de iguales, en torno a una mesa. Ninguno lleva corona de mando, ni tiara, ni cetro.

Los tres son comunión de amor, en gesto de servicio. Los tres son caminantes, todos los caminantes de la historia humana, en signo angélico de cielo. Dentro de un par de días quiero evocar los valores (y los posibles riesgos: la Trinidad parece "angélica", sin encarnación ni cruz) de este icono, recordando lo que he dicho de Benedicto XIV y la visión de un Espíritu Santo en forma de Efebo, separado del Padre y del Hijo, sin comunión.

Desde ese doble fondo quiero evocar el tema de la Trinidad. Éste es un tema clave, que está en el fondo del riesgo arriano de la Iglesia, que no es básicamente un riesgo sobre la humanidad de Jesús, sino sobre el “poder” de Dios.


Buen día de Trinidad a todos, nuevamente



1. MÁS ALLÁ DEL ARRIANISMO, DIOS ES COMUNIÓN


Peterson hablaba del Monoteísmo como Problema Político. Yo quiero hablar más en concreto del “monoteísmo como problema religioso”. Hablar de eso significa plantear el tema de la estructura trinitaria o monárquica de la Iglesia y de su “jerarquía”, es decir, de su “autoridad sagrada”. Son cuestiones sabrosas, que siguen sobre el tapete de la “alta” teología. Pero hoy quiero bajarlas al pueblo de Dios.

Arrianismo antiguo y arrianismo modernos.

En este momento, en este país, se acusa de arrianos a muchos que parecen fijarse en Cristo Hombre/hermano más que el Cristo/Hijo divino, de la naturaleza del Padre. Con eso motivo quiero entrar en el tema de otro tiempo de arrianismo mucho más peligroso, el de aquellos que ponen a un Dios “dominador” por encima del Cristo histórico, convirtiendo de alguna forma la Iglesia en lugar de sometimiento. Dios sería Trinidad consubstancial (el Hijo pertenece a la esencia del Padre)… fuera de la historia humana, de tal manera que los hombres (incluso el Cristo hombre) serían inferiores, estarían “sometidos”.

Un nuevo sometimiento.

Según esta visión del “Dios arriba”, el hombre Jesús sería inferior, estaría sometido. Habría que hablar del “Logos eterno” del Hijo trinitario… no del Jesús hombre que, en el fondo, no sería divino. A partir de aquí sigue la dinámica del sometimiento. La virtud del sometimiento sería la esencia de Dios (Dios arriba, los hombres abajo…). Esa virtud sería también la esencia de la Iglesia, donde un “monarca” (Papa) mandaría sobre todos, como dice un famoso número del CIC. Pues bien, en contra de eso, quiero afirmar que Dios es Trinidad, comunión de amor… y que la potestad sobre los otros sigue formando parte del arrianismo, no del cristianismo ortodoxo.

¿Es bueno que reine uno sólo? El poder guerrero de Agamenon


Un verso famoso de la Ilíada afirmaba que era bueno que sólo hubiera un jefe, pues sólo así podrían tomar Troya: Si los aqueos seguían divididos, cada uno con su jefe y su estrategia no podrían ganar la Gran Guerra del mundo. Ellos tenían que unirse, poniéndose todos bajo el mando de Agamenon, incluso Aquiles, el divino, de los pies ligeros.

Pero ese era un mando y unidad para la guerra, no para la vida, para las destrucciones sin fin, no para el amor de los hombres, como supo y dijo ya el mismo Homero en el conjunto de su obra (Cf E. Peterson, El Monoteísmo, problema político). Dios no es Rey por encima… para imponerse, sino para compartir. Dios quiere amar, no ganar batallas; quiere compartir, no imponerse

Pero el Dios cristiano no quiere ganar guerras

En contra de ese verso de la Ilíada, la experiencia trinitaria de Dios ha estado siempre vinculada a una experiencia social de ruptura de fronteras y de superación de monoteísmos jerárquicos, a la experiencia de un Dios que expresa su comunión de amor en el hombre Jesús, que es el Hijo de Dios, que se abre en amor (no en dominio) a los pobres y excluidos de la tierra. El Dios trinitario sigue siendo el Dios de los pobres y excluidos, a los que Jesús llamó a formar parte de su Reino.

Éste es el Dios del bautismo cristiano, que es Padre, es Hijo y Espíritu Santo, sin que nadie mande sobre nadie. Ese es el Dios de la comunión universal, en la que nadie es más dominando sobre los demás. Dios no es monarca, no tiene poder sobre otros, no impone nada. Dios es comunión de vida/amor.

Este Dios trinidad de la confesión bautismal ha marcado la vida de la iglesia, de manera que ella ha definido el mayor cambio cristiano, la mutación evangélica: iluminados por el recuerdo del Jesús histórico y por la presencia de su Espíritu, los cristianos se han descubierto inmersos dentro de un universo simbólico divino de comunión no jerárquica, marcada por el Padre de Jesús y por su Espíritu. Sin quererlo expresamente, sin fundarse en esquemas conceptuales previos, los padres del Concilio Nicea se han visto obligados a expresar de forma nueva su más honda experiencia, su nacimiento trinitario (en las aguas de la vida de Dios), diciendo que el mismo Jesús hombre es “hijo de Dios” (es divino, no un ser inferior, sometido).
Por eso, siguiendo de verdad a Nicea, tenemos que seguir al “hombre Jesús”, que es el Hijo de Dios, para descubrir la vida divina, en comunión de amor, no en sometimiento.

Contra el Dios “escalonado” (el Dios pirámide)

Desde ese fondo debemos decir que una parte de la confesión trinitaria de la iglesia debe traducirse (y a veces no se traduce) en forma de rechazo y superación de un arrianismo, en cuyo fondo hallamos dos supuestos principales.

– Frente al arrianismo, la fe trinitaria indica que en la base del cristianismo no está la sumisión (no somos, con Jesús, súbditos de Dios, sino Hijos). Había y sigue habiendo en muchos un presupuesto racional, de fondo platónico, que entiende la realidad en forma escalonada, como un despliegue ontológico que va descendiendo de lo más perfecto (el Dios trascendente) a lo menos perfecto (el mundo inferior). Como intermediario entre el Dios inaccesible y nuestro bajo mundo ponían loa arrianos el Logos, como signo de sometimiento. Estaríamos lejos de Dios, necesitaríamos alguien que lo acerque, lo revele: el Logos o Cristo, que está en medio, entre los hombres y Dios, pudiendo unir a los extremos. Seríamos esclavos de Dios, sometidos a su poder por Cristo (el primer sometido a Dios). Eso es “bonito”, pero no es cristiano.

– El cristiano no está bajo Dios, sino en Dios, inmerso en la comunión divina, en la que todos (en comunión) son iguales, sin superior ni inferior… En contra de eso, algunos han puesto y siguen poniendo de relieve un presupuesto jerárquico que les lleva a decir que lo cristiano es la sumisión y que en el fondo el hombre Jesús ha sido un individuo sumiso, sometido al Dios más alto, ofreciéndonos así la grandeza de su ejemplo (para que nosotros seamos también unos sometidos). Resultaba osadía querer hacerse Dios, era soberbia sentarse junto a Dios. Jesús no ha sido soberbio ni osado sino humilde servidor del Omnipotente. Por eso le vemos bajo Dios, como enviado suyo, un intermediario que sufre por nosotros y revela en obediencia el Misterio superior divino. Pues bien, en contra de eso, los cristianos ortodoxos han afirmado que el hombre no está “bajo Dios”, sino en Dios. El cristianismo no es someterse a Dios, sino “ser en Dios”, vivir en su comunión de libertad creadora, desde lo finito.

¿Quiénes son hoy más arrianos?

La razón y la piedad (entendida como sumisión) se hallaban de parte de Arrio y de sus seguidores. Muchos piensan que, en la actualidad, los partidarios de un poder eclesial fuerte son “arrianos”: ponen de relieve la virtud del “sometimiento”, el orden que se impone desde arriba, y no la comunión universal, desde el Cristo-hermano y amigo de todos.

La razón filosófica del sometimiento estaba de parte de Arrio, pero la razón superior del evangelio dice que no estamos sometidos a Dios, sino que somos hijos en el Hijo Jesús. En perspectiva religiosa, Nicea afirma que la piedad no consiste en el sometimiento u obediencia de uno a otro, sino en la comunión de iguales; por eso, el símbolo niceno de la consbstancialidad entre el Padre y el Hijo constituye el principio y salvaguardia de toda visión cristiana de la realidad. Frente a la falsa virtud pagana (arriana) del sometimiento ha destacado, Nicea la verdad suprema de la comunión personal (entre el Padre y su Hijo, entre Dios y los hombres). No somos súbditos sino hermanos y amigos, compartiendo la misma esencia de la vida.

Un tipo de razón eclesial sigue estando de parte de Arrio, me refiero a la razón de los que proponen como primera virtud cristiana el sometimiento, la de aquellos que quieren imponer su verdad desde arriba, sin diálogo, sin apelar al hombre Jesús, que es el Hijo de Dios. En contra de eso, la verdad cristiana está en la distinción que se abre a la unidad entendida como encuentro de personas. Dios es divino, sin necesidad de mundo; por eso no ha creado el mundo externo ni se ha encarnado en Cristo para resolver alguna especie de carencia sino para expresar en forma finita su misterio infinito. Somos en Dios, formamos parte del despliegue de la comunión divina… en Cristo, el hombre amigo de Dios, hijo de Dios (consubstancial), no sometido.

2. PROBLEMA POLÍTICO-RELIGIOSO ¿PUEDE HABER UNA MONARQUÍA CRISTIANA?

Principios

(a) El Dios Monarca celeste de las religiones imperiales se revelaba en el mundo a través de “un rey” o emperador sagrado.
(b) El Dios cristiano es Trinidad; por eso, el representante de Dios en el mundo no puede ser un individuo (un monarca sagrado), sino una comunidad.
(c) Por eso, las diversas formas de monarquía sagrada (política a religiosa, de emperadores o papas) van en el fondo en contra del Dios cristiano
.

Éste es en resumen uno de los temas básicos de la historia cristiana (mundial) y así quiero plantearlo de un modo introductoria y crítico en lo que sigue.

Tema de fondo. Las monarquías sagradas.

En gran parte de los imperios mundiales de la antigüedad, el emperador o su equivalente ha venido a presentarse como signo de Dios. Hay un Dios en el cielo, por eso debe haber en el mundo un “monarca”, un rey sagrado, que sea signo de Dios. Así encontramos desde antiguo unos “monarcas sagrados”. Dios aparece “representado” en el mundo por un Rey (Faraón, Emperador, Inca), que suele ser masculino (patriarcalista), guerrero victorioso.
En Egipto y en Roma
En China y Japón
En Perú y el antiguo México
Etc , etc.


Por eso, en esas religiones y cultura, Dios se identifica con el poder… Y la virtud suprema de los hombres es la obediencia o sumisión sagrada, para que sólo Dos “impere”, par que se mantenga el orden de la realidad.

La novedad cristiana: No hay monarca sagrado, una comunidad de iguales.

Pero el Dios Padre cristiano no es un “Rey” en el sentido de monarca celeste… Ni Jesús, su representante, vino a tomar el poder y hacerse faraón o emperador. Dios es Padre-engendrador; Cristo es hermano, amigo… Lo divino es “trinidad” comunión de amor. Así puede formularse un tema teológico y político muy importante, que se desarrollo en el ámbito de la cultura germana (del norte de Europa) en los años 20 y treinta del siglo del siglo XX. En aquel contexto se dieron (o pudieron darse) tres posturas principales:

1. C. Schmitt defendía una postura imperial. Jesús anunció el Reino…, pero el Reino de Dios no llegó… y por eso siguieron siendo necesarios los reyes “políticos (con un tipo de aval sagrado). Así puede resumirse el argumento de Schmitt, uno de los mayores tratadistas políticos de Alemania, cuyas obras han seguido influyendo en la cultura posterior (a pesar de la caída del régimen nazi con el que coqueteó). El Reino de Jesús no llegó, por eso fue necesario fundamentar de nuevo la política en visiones religiosas más o menos vinculadas con el cristianismo. En ese contexto se puede hablar de una “soberanía cristiana” de los monarcas o de los dirigentes políticos. Su postura aparece, por ejemplo en: Teología política. Cuatro capítulos para una doctrina de la soberanía, en: Estudios políticos, Madrid: Ed. Doncel 1975, (Primera edición alemana en 1922).

2. Erik Peterson decía también que no llegó el reino político de Jesús; pero eso no fue ningún tipo de fracaso, sino que se funda en el hecho de que Dios se manifestó como Trinidad, es decir, como comunión creadora de vida y no como “monarquía” poderosa. Eso significa que el emperador (monarca) como tal no puede ser signo de Dios, porque Dios no es monarca, sino Padre-Hijo-Espíritu Santo. Sólo se puede hablar de un “reino de Dios” en plano litúrgico, vinculado a la alabanza celeste, como lo indica su trabajo “ Sobre los ángeles”, en Tratados teológicos, Cristiandad, Madrid, 1966, 166-193]. Según eso, el signo del Dios Trinitario en el mundo no puede ser un monarca, un poder que se impone, sino la comunidad de los creyentes.

3. Postura católica muy tradicional: las monarquías sagradas… En contra de lo que dice Peterson gran parte de la Iglesia cristiana, tanto en oriente como en occidente sacralizó desde el poder de Dios y desde la majestad de Cristo la autoridad de los emperadores y de los reyes… aunque nunca los consideró como signos únicos de Dios. Por eso, junto al poder divino de los reyes se puso siempre el poder de los sacerdotes (teoría de los dos poderes). Así se llegó de alguna manera, tras la lucha de las investiduras (siglo XI-XII) a la dualidad de poderes que se equilibran (el emperador y el papa). Pero ese tema de la monarquía cristiana de tipo político (emperador) y religioso (papa), entendido en formar de "diarquía" (dos poderes, división de poderes) va también en contra de la inspiración original del evangelio, porque el Dios cristiano no es poder.

Conclusiones:


a) No puede haber una monarquía sagrada cristiana.

Los cristianos profesan la monarquía de Dios. Pero no una monarquía unipersonal, porque esa monarquía lleva dentro de sí el germen de la disensión, sino la monarquía del Dios Trino, es decir, el poder de la comunión. Eso significa que en sentido cristiano no se puede hablar de un “monoteísmo político”. Para los cristianos, que creen en Dios como Trinidad, no se puede hablar de una monarquía cristiana.

b) La doctrina trinitaria ortodoxa imposibilita de raíz toda "teología política”.

Ciertamente, algunos teólogos áulicos como Eusebio de Cesarea (simpatizante de las doctrinas arrianas)… fueron defensores de un “monoteísmo político” (de un monarca cristiano). Pero la interpretación trinitaria ortodoxa de la monarquía divina (superación del modalismo y subordinacionismo), tal como fue formulada por la teología de los Padres Capadocios (Gregorio Niseno), no dejó lugar para el monoteísmo político. Por eso una “monarquía política” que quiere ser “cristiana” (sagrada) va en contra de la Trinidad (va en contra del dogma básico del cristianismo, que es el poder del amor, es decir, la autoridad de la comunidad (y no de un individuo sagrado).

Algunas aplicaciones

J. Moltmann propone una comprensión de la trinidad divina que
favorezca la convivencia humana sin privilegios ni sometimientos, más allá del monoteísmo teocrático (poder único, central y absoluto), más allá del monoteísmo clerical (episcopado monárquico), más allá del monoteísmo teológico (helenización del Dios judeocristiano). Desde el Dios cristiano no puede haber una “monarquía sagrada”

J. B. Metz…. Quiere aplicar la fórmula de la fe trinitaria (Dios es comunidad) en un sentido político… como exigencia de superar un tipo de poder impositivo. … El Dios trinitario es un Dios que va en contra de todo poder entendido como superioridad de unos sobre otros, en plano político y eclesial. Conforme a la visión de J. B. Metz (La fe en la historia y en la sociedad, Madrid 1979, 211) las tesis de Peterson han de aplicarse a la misma la jerarquía eclesiástica. Eso significa, que debe superarse un tipo de episcopado monárquico “que corresponde exactamente al monoteísmo político y que ha tomado del imperio romano decadente los títulos, los honores y las ceremonias cortesanas. Con la formación de la doctrina trinitaria se superó teológicamente el monoteísmo político…
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