4.5.21 Elecciones en Madrid: por el pan y el perdón han votado los cristianos

Cuando yo era niño se cantaba "por Dios, por la Patria y el Rey lucharon nuestros padres". Hoy, 4 del 5 del 21, se puede cantar: "Por el pan y el perdón han votado en Madrid los cristianos". Me han preguntado ¿por qué? y he respondido "porque así lo dice el Padrenuestro".

El Padrenuestro empieza con tres peticiones (santificado sea tu nombre, venga tu reino, hágase tu voluntad…) pero esas forman parte del "misterio" de Dios, no se ponen en disputa en votaciones. Las dos siguientes son "el pan nuestro de cada día..., perdona nuestra deudas así como nosotros perdonamos…"; esas sí, esas se discuten y votan en las elecciones de Madrid y de todo el mundo.

        Esas dos últimas peticiones del Padrenuestro  "piden": que compartamos el pan “nuestro” de cada día y de cada persona; que nos perdonarnos,  y así lo decimos cada día los cristianos al rezar el Padrenuestro, como quiero  precisaren las reflexiones que siguen,  insistiendo en especial en el perdón.

Esa es la vocación  y tarea del cristiano: Que estas elecciones y todas contribuyan al perdón y a la solidaridad entre todos, en unión, empezando por los excluidos, oprimidos, descartados, enfermos y encarcelados  de Jesús, con Mt 25.

   Que las elecciones sean un ejercicio de reconocimiento y reconciliación entre hombres y mujeres, colectivos, pueblos y naciones de la tierra entera. No hago programas, los programas ya se han discutido, la gente está votando, pero me atrevo a ofrecer unos principios proto-electorales de evangelio.

Duelo a garrotazos - Francisco de Goya - Historia Arte (HA!)

Introducción. Me ha sorprendido el hecho de que en un país de “tradición y cultura” cristiana apenas se haya hablado de perdón en una “votaciones”.  Quizá estamos volviendo a un pre-cristianismo o, quizá mejor (peor) ya estamos en un post-cristianismo donde el pan es sólo para algunos y el perdón es para nadie pues no se "perdona" (no se ofrece espacio de vida en amor y acogida a los que son distintos) 

Frente a un tipo de ley de poder, donde sigue rigiendo el talión de venganza y de super-venganza (¡siete veces siete!), el evangelio ha situado a los hombres y mujeres ante el don y tarea de un perdón que acoge con pan y respeto, haciéndonos capaces de desactivar la bomba de violencia que amenaza con destruir nuestra existencia, y eso forma parte del mensaje y camino de Jesús. Así lo puso de relieve la antropóloga judía H. Arendt, la mejor especialista de este tema en el siglo XX: 

 El descubridor del papel del perdón en la esfera de los asuntos humanos fue Jesús de Nazaret. El hecho de que hiciera este descubrimiento en un contexto religioso y lo articulara en un lenguaje religioso no es razón para tomarlo con menos seriedad en un sentido estrictamente secular (La condición humana, Paidós, Barcelona 1993, 255-262).

El primer requisito para alcanzar la paz, en las condiciones actuales de la humanidad, dividida por la imposición de unos, el deseo de revancha de otros y el odio de casi todos, es el perdón, que es el único poder que rompe el círculo del eterno retorno de un pasado malo y de un futuro peor, pues encierra a los hombres en un destino de eterno retorno de violencia.

Cómo pedimos perdón: ¿debilidad o fortaleza? - CpC Cambiar para Crecer

            Sólo el perdón destruye la lógica de la venganza (del talión que siempre se repite: ojo por ojo, diente por diente) y de esa forma libera al hombre del automatismo de la violencia y permite que su vida de todos trascienda un nivel de interacciones donde nada se crea ni destruye, sino que sólo se transforma, degenerando hacia la “nada” del frío de muerte (conforme a la ley 2 de la termodinámica). Sólo el perdón nos sitúa en un nivel de gratuidad creadora.  

Perdón gratuito, no expiación (quien haga que lo  expíe y pague). Jesús introdujo  la libertad del amor que perdona en un mundo político y sacral regulado por legionarios y sacerdotes especializados en la violencia y contra-violencia de la expiación y una venganza judicial, militar y religiosa.

            Expiar es pagar por la culpa,conforme a la sentencia de los triunfadores que imponen la ley de talión para su servicio.  Sin duda, la ley es necesaria en un plano, pero sólo tiene sentido y eficacia cristiana si está fundada en una “gracia” más alta de perdón. La ley puede y quizá debe exigir un tipo de expiación o sometimiento, para afianzar de esa manera su poder, pero ella sólo tiene sentido cristiano si está al servicio de la gratuidad, esto es, de perdón.

            En contra de ese principio de perdón, gran parte de la sociedad actual (que había sido “civilizada” por un tipo de cristianismo ) está volviendo a la imposición de los más fuertes, al dictado (dictadura) de los privilegiados económicos, sociales, militares…, cerrando así a los hombres en la caja de hierro  de una racionalidad enfermiza y violenta.

            En contra de eso, en el perdón, el “ser” es lo primero, un ser que nace y se despliega de un modo gratuito, en  gratuidad, para que los otros (los distintos) puedan ser, para que ellos triunfen también, todos, unos y otros, en una tierra que es común, no de algunos que la han conquistado primero.

Esa ha sido la “política” de Jesús, y por ella le mataron. Ciertamente, él no pudo ir a votar (no había por entonces elecciones), pero eligió con su vida un proyecto d de “perdón”, esto es, de acogida y de amorosa, centrada en la compañía y ayuda de los pobres, los más pobres, excluidos, al servicio del pan compartido por todos.

El poder curativo y terapéutico del perdón

       Por eso le mataron, porque “eligió” mal (contra el dictado de los poderosos de turno), porque votó con su vida al servicio de los pobres, del pan compartido, y del perdón o reconciliación de todos, empezando por los “otros”, es decir, por los de menos “poderes”, publicanos, prostitutas, enfermos y pobres (por aquellos que entonces se tomaban como “pecadores”.

            El programa “social”, por el que le mataron, no consistía en “convertir a pecadores”, para someterlos al “sistema de poder”, sino en reconocer, acompañar y ayudar a los excluidos, descolocados, descartados, peligrosos… Sacerdotes y/o escribas, de un lado o de otros, del Templo o del Imperio , perdonaban a los convertidos (es decir, a los sumisos, que volvían a cumplir su Ley, como mandaban los ritos y las buenas tradiciones).

            El proceso era claro: los manchados debían limpiar su impureza, los pecadores dejar el pecado y volver a la alianza, los “rebeldes” someterse sin más al poder de Roma…, esto es, el de los “buenos”, los legales. En contra de eso, Jesús no exige a los pecadores que se conviertan primero, sino que empieza ofreciéndoles  su presencia y solidaridad del Reino, en una línea de “perdón”, esto es, de acogida y comunicación inter-humana.

 De esa manera entró en conflicto con la Ley sagrada del templo, recibiendo en su mesa y comunión a leprosos y hemorroisas, publicanos y prostitutas (pecadores), lo mismo que a los pobres de la tierra (poco cumplidores), ofreciéndoles el reino de Dios, esto es, su “alternativa” de humanidad solidaria. 

Parece que su “campaña” duró  dos años, que fueron suficientes para ver lo que quería, de forma que al fin la autoridades establecidas y legales decidieron que lo mejor era ajusticiarle. No fue profeta de conversión, no pidió a los pobres, manchados y pecadores que cambiaran de vida, para recibir después (por ese cambio), sino de perdón . En el transcurso de su campaña puso en los pueblos de Galilea y después en la plaza/templo de Jerusalén, ante sacerdotes y legionarios, un letrero que decía:

- No juzguéis y no seréis juzgados.  No condenéis y no seréis condenados, perdonad y seréis perdonados. Dad y se os dará; medida buena, apretada…Porquecon la medida con que midáis seréis medidos,  con el juicio con que juzgáis seréis juzgados (Lc 6, 38ss)

- A vosotros digo: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odian; bendecid a los que os maldicen y orad por los que os calumnian. (Mt 6, 27 ss).

Es buena la ley, es necesario un tipo talión… Pero sobre  la ley y el talión está el perdón y el amor a los distintos, la vida de todos, para todos. Tanto el judaísmo del templo como el imperio de Roma... perdonaban. Pero solo "perdonaban" a los sometidos, para su servicio (parcere subiectis), a los demàs les condenaban (debellare "superbos").

Jesús, terapia integradora. A propósito de E. Miquel:¿Fue Jesús un  personaje socialmente desintegrado?

    Jesús descubre que ese modo de perdonar (a través de sacrificios de templo y victoria de legión) resulta no sólo insuficiente, sino que es en el fondo contrario a la “verdad” de Dios, que perdona de un modo gratuito, por amor (sin exigencias penitenciales, empezando por los pobres, y no a través de unas instituciones de dominio religioso, político y económico. 

Jesús quisto una acogida, un  perdón  y amor gratuito, no al servicio del interés de los “prepotentes”. Puede haber un perdón arbitrario y caprichoso, propio de unos dictadores o autócratas, que muestran su “magnanimidad” indultando a quienes quieren, de un modo irracional (sin necesidad de justificaciones), y castigando también a quienes quieren (sin dar razones de ellos).  

Jesús no quiso un perdón de imposición superior, sino de comunión y gracia, al servicio de todos. Quiso un perdón que rompa la "lógica" de la venganza (del talión que siempre se repite: ojo por ojo, diente por diente) y de esa forma libera a los hombres del automatismo (de la repetición incesante) de la violencia y permite que su vida trascienda el nivel de la ley, donde nada se crea ni destruye, sino que todo se transforma, permaneciendo idéntico en el fondo. Sólo el perdón nos permite amar de manera creadora. La ley mantiene lo que existe; el perdón, en cambio, lo trasforma, permitiéndonos superar la esclavitud (fatalidad) del pasado, abriendo un comienzo de vida allí donde la vida se cerraba en sus contradicciones y luchas de poder.

ElDios de Jesús no exige expiación o sometimiento, para afianzar su poder, sino que regala gratuitamente su perdón, porque es gracia  creadora y así lo manifiesta su mensaje de Reino. Según eso, el perdón nace del amor mesiánico, no de un ritual de sometimiento y violencia victimista.

En ese contexto ha de entenderse la actitud de Jesús, que ha perdonado a “pecadores”, sentándose a la mesa con ellos, invitándoles a compartir su camino, es decir, a compartir el perdón (cf. Mc 2, 15-17 par; Mt 11, 29 par; Lc 15, 1). De esa forma ha compartido el Reino con los marginados legales (am ha aretz), incapaces de cumplir la ley por falta de “conocimiento”, con los pobres y mendigos (plano económico), con los ritualmente manchados (por lepra y flujos de semen o sangre) y con los que se consideraba pecadores estrictamente dichos, pues parecían separados de la alianza de Dios por su conducta (publicanos, prostitutas). 

Éste es el perdón que empieza de los pobres y excluidos. Jesús no sólo ofrece perdón, sino que pide a los hombres que perdonen, de una forma que sigue resultando paradójica e incluso escandalosa, pues aquellos que parecen pecadores (pequeños, hambrientos, rechazados, víctimas) son precisamente los que tienen que perdonar a los “grandes” y limpios de la sociedad. Precisamente a ellos les dice Jesús que piensan y digan a Dios (se digan mutuamente): Perdónanos como nosotros perdonamos…

Los sacerdotes oficiales perdonaban a los convertidos, que volvían a cumplir la Ley, como mandaban los ritos y las buenas tradiciones. El proceso era claro: los manchados debían limpiar su impureza, los pecadores dejar el pecado y volver a la alianza. La misma ley que condenaba al pecador le ofrecía, al mismo tiempo, un camino de perdón, si se convertía y volvía al pacto. Pero Jesús inicia un camino distinto. Jesús no pide a los “pecadores” que se arrepientan y pidan perdón, sino que se perdonen unos a los otros (como nosotros perdonamos…).

Jesús pide a los excluidos y pobres que perdonen, en gesto que puede parecer de sometimiento (¡deben humillarse y perdonar a quienes les oprimen!) pero que, en el fondo, expresa la mayor de las “autoridades”. Ellos, los oprimidos, son “sacerdotes” y portadores de perdón, es decir, los creadores de un nuevo orden social que no se funda en el dominio de unos sobre otros, ni en la revancha de los sometidos, sino en la gracia universal y creadora, desde abajo, desde los marginados y ofendidos. Son precisamente ellos los que toman la iniciativa y, sin luchar externamente contra los sacerdotes y jerarcas, asumen su lugar como autoridad que persona (sin poder político ni religioso ninguno).Perdona nuestra deudas como nosotros perdónanos a nuestros deudores. El Padrenuestro nos lleva así   danos hoy nuestro pan… al perdón, entendido como principio de comunicación y comunión universal. : sólo si hay perdón puede hablarse de pan justo.  

 – Perdonan los pobres a los ricos, no los ricos a los pobres…Estamos en el centro de la paradoja del Reino. Los que de verdad pueden perdonar no son los ricos (¡ellos no tienen derecho a perdonar, sino que deben devolver lo que han rogado!), sino los pobres, que renuncian desde Dios a exigir lo que les han robado, para iniciar un camino más fuerte de gracia compartida. No tiene que perdonar los ricos a pobres, sino al contrario, sólo los pobres los que pueden perdonar a los ricos  para que cambien

La comunidad que surge en torno a Jesús tiene como ley suprema el perdón, tanto en plano religioso como social, personal como económico, pues la palabra «deudas» incluye todo lo que pueda deberse. Llevado hasta el final, este principio del perdón iguala a judíos y gentiles, a creyentes y no creyentes, a religiosos y a no religiosos, ofreciendo y pidiendo a todos lo mismo: ¡Que se perdonen unos a otros! Ésta es la religión de Jesús, éste su culto, por encima de toda estructura política o nacional, económica, militar o religiosa. No hay otro mandamiento ni otro rito, sino sólo el amor mutuo expresado en el pan compartido y perdón, a partir de los pobres, que perdonan a quienes han contribuido a que sean pobres. Aquí no existe aún lugar para ritos e iglesias, para ceremonias ni poderes religiosos especiales: el Dios de la oración de Jesús es Padre que se expresa en el perdón universal (cf. Mc 11, 22-26).

La continuación del Padrenuestro puede servir de comentario: “Pues si no perdonáis las ofensas de los hombres tampoco Padre celestial os perdonará…” (Mt 6, 14-15). Ciertamente, el Dios de Jesús, en cuanto tal, en principio, perdona siempre y a todos. Pero los hombres que no perdonan pueden perderse  y se pierden, se destruyen, aunque puedan ganar quizá las elecciones políticas de un país o de una humanidad que de esa forma corre el riesgo de destruirse a sí mismo, cayendo en la ruina.

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