Los cuatro jinetes del Apocalipsis (Ap 6, 1‒8)

Para una lectura histórico/simbólica del coronavirus

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Ap 6, 1-8 es quizá el texto más famoso que  hay  sobre la peste. Ella viene acompañada por otros dos o tres males que amenazan a la humanidad (guerra, hambre y quizá opresión política) y forma parte de un capítulo dedicado a los siete sellos finales de la historia (Ap 6). Sus temas resultan conocidas: Los jinetes/caballos provienen de Zac 1. 6 y los tres males de 2 Sam 24 (cf blog  del 10.3.20).

Éste es un texto para leer, sentir, imaginar y razonar, dentro del conjunto del Apocalipsis (como he descrito en Ciudad-Biblia), y eso es lo que recomiendo a mis lectores,  si tienen a mano una Biblia y un  buen comentario. Aquí puedo ofrecer el comentario que aparece en mi Apocalipsis, edición papel y digital http://www.verbodivino.es/libro/3371/apocalipsis---pdf-guias-de-lectura-del-nuevo-testamento

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 No hará falta advertir que el Apocalipsis  no trata directamente de la epidemia actual del coronavirus (año 2020), sino del conjunto de los tres o cuatro males que amenazan a los hombres,  destacando y poniendo al final de todos el de la peste. Sobre  las imágenes cf. 1. Victor Vasnetsov (pintor ruso, 1828-1926)3-4: Beato de Liébana, siglo XI (MS de Fernando y Sancha  y Univ. de Valladolid).5. Durero (siglo XVI). 6. Portada de una novela de Blasco Ibáñez, Valencia 1929.

 Los cuatro jinetes. Texto(2 Sam 24; Zac 1, 8; 6, 1-8; Jr 14 12; 15, 2-3; Ez 5, 16-17; 7, 15; 14, 12-21)   

6, 1-8 Y vi cómo el Cordero rompía el primero de los siete sellos  y oí a uno de los cuatro vivientes que decía con voz como de trueno:  ¡Ven! Miré y he aquí un caballo blanco y el que lo montaba tenía un arco;    y se le dio una corona y salió como vencedor, dispuesto a vencer.

 Cuando rompió el segundo sello, oí al segundo Viviente que decía: ¡Ven!  Y salió otro caballo de color rojo. A quien lo montaba se le dio (poder) para arrancar la paz de la tierra y que los humanos se maten entre sí,y se le dio una espada grande.

 Cuando rompió el tercer sello, oí al tercer Viviente que decía: ¡Ven! Miré y he aquí un caballo negro. El que lo montaba tenía una balanza en su mano. Y en medio de los cuatro Vivientes oí como una voz que decía:   -Por un kilo de trigo, el salario de un día;    por tres kilos de cebada, el salario de un día;     pero no causes daño al aceite ni al vino.

Cuando rompió el cuarto sello, oí la voz del cuarto Viviente que decía: ¡Ven!Miré y he aquí un caballo amarillo.   Y el nombre de quien lo montaba Muerte, y el Hades lo seguía.    Y se les dio poder sobre la cuarta parte de la tierra,   para matar por medio de la espada, el hambre, la peste y las fieras de la tierra. 

Introducción

      El Cordero de Dios (cf. Ap 5) empieza abriendo (rompiendo) los cuatro primeros sellos de la historia (6, 1-8), que forman una unidad, por su simbolismo (caballos,  jinetes) y por acción (avance de la muerte): ellos expresa  la condición de nuestra historia. La revelación de Dios (el Libro del Cordero: Ap 5) permite que se despliegue el sentido de la historia, que el profeta Danielhabía condensado en una estatua colosal de idolatría y opresión, cabeza de oro y pies de barro (Dan 2), y en cuatro bestias que dominan con terror a los humanos (Dan 7). El Apocalipsis de Juandescribe como una cabalgata de muerte.

 La historia de la humanidad es, como digo, una gran cabalgata militar, como las que aparecían ya en Mesopotamia y en Roma, con lo vencedores que entraban en triunfo a la ciudad. Todavía hoy, muchos países que se llaman civilizados realizan una vez al año una gran cabalgata, en la que participan no sólo guerreros a caballo, sino carros de guerra con grandes cañones, y por encima aviones.

 Una gran trompeta suele dar la voz de inicio, para iniciar la marcha. En nuestro caso es el Cordero Degollado, vencido en la guerra del mundo, el que rompe los sellos del libro (6, 1), para que se inicie la gran carrera de caballos que traen los males de la historia: los tres finales (espada, hambre y peste/muerte ) son bien conocidos en la tradición israelita, partiendo del friso de los tres males de la historia humana: peste, hambre, y guerra (cf. 2 Sam 24). El primero empieza siendo un enigma.

Los tres jinetes finales (guerra, hambre, peste). El enigma del primero

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Los tres jinetes finales son fáciles de discernir (guerra, hambre, peste, en este orden). El primero en cambio (caballo blando, jinete con arco de guerra en la mano y corona de victoria) parece más raro, y puede entenderse según los exegetas e historiadores de dos formas.

El primer jinete puede ser Cristo, que abre la marcha de la historia (6, 1-2) ofrece rasgos que parecen positivos (color blanco, arco en la mano, corona de victoria). En esa línea muchos exegetas piensan que este caballo‒jinete se identifica con el Cristo Guerrero Triunfal de  AP 19, 11. Al principio de la marcha de la historia, como anuncio mesiánico y fundamento de todo (¡en el principio era el Logos: Jn 1, 1), vendría  este jinete mesiánico (a quien en Ap 19, 11, a quien el texto describe como Logos‒Palabra de Dios). Además, 6, 8 alude sólo  a los tres últimos jinetes  que son claramente negativos (con espada de guerra, hambre y peste de muerte). De un modo consecuente, tras el Jinete de Dios vendrían por contraste los tres caballos/jinetes destructores de la historia humana (gerra, hambre, peste).

Pero, en contra de la visión anterior, podemos pensar que que los cuatro caballos-jinetes forman un conjunto inseparable, de tipo negativo, de manera que los tres últimos expresan lo que esta velado en el primero. Lo que podría parecer (y  es) en principio bueno (color blanco, corona de victoria) puede entenderse como fuente de engaño, sentido negativo del imperio antidivino (del mal de la historia humana).  Así empieza cabalgando el jinete del caballo blanco, con arco en la mano, engalanado con una corona de victoria; parece promesa de vida, anuncio de salvación, pero es principio de males. Este primer jinete con su caballo blando sería un signo de Roma (de los imperios diabólicos del mundo. En sentido más concreto, este jinete blanco sería el anticristo, en oposición al Jinete mesiánico de Ap 19, 11-16 (que es el Verbo o Palabra de Dios).De todas maneras, el texto resulta ambivalente, pudiendo ser interpretado de las dos formas. En principio, desde el texto tomado en sí mismo, yo pienso que jinete del caballo blanco del principio puede ser el anticristo (el Imperio Romano)…, y sólo al final, desde Ap 18, descubrimos que en realidad es Cristo, aunque al principio su identidad no quedaba clara. El habla claramente de caballos, pero no dice si los jinetes son hombres, si son ángeles de Dios (expresión de su poder judicial) o demonios, signos de la fuerza destructora de la historia. Su sentido queda por ahora velado y sólo emerge claramente a la luz del desarrollo posterior (Ap 13-18).

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 Pero podemos y debemos verlos ya como poderes de muerte que se expresan y entienden desde el fondo del Imperio romano (entendido como potencia satánica, contraria a Cristo). Son “divisas” o signo de la historia de la destrucción humana,  empezando por un signo que parece bueno (jinete blanco con arco) pero lleva a la muerte expresada por el  Hades (el cuatro jinete de la peste‒muerte, precedido por la guerra y el hambre). 

 Estos jinetes son la humanidad que, pudiendo realizarse de manera positiva y tender a la victoria del bien (que podría anunciar el jinete blanco del principio), se  destruye a sí misma en su violencia, tal como se expresa en el poder anti‒divino del imperio romano (como el mismo Apocalipsis lo detalla en cap. 12‒13.17‒18)

En sentido inmediato, los cuatro evocan los poderes de muerte del imperio romano. Pero en otro nivel sus figuras expresan el orden fatídico de la humanidad entera, de toda la historia, expandida como  camino de muerte.  El Apocalipsis ha sabido evocar así el carácter fatídico de una historia cerrada en sí misma, en su violencia.

 Todos los rasgos de este friso de jinetes‒caballos son simbólicos, pero todos fueron en su tiempo (y siguen siendo) muy concretos, en la línea de  la verdad mentirosa del poder violento (anti‒divino) que lleva a la muerte de la muerte. Cada lector podrá hacer su lectura del texto; le ofrecemos para ello una guía sencilla:

El jinete del caballo blanco. La gran ambivalencia (Ap 6, 1‒2)

Y vi cómo el Cordero rompía el primero de los siete sellos y oí a uno de los cuatro vivientes que decía con voz como de trueno:  ¡Ven! Miré y he aquí un caballo blanco y el que lo montaba tenía un arco;y se le dio una corona y salió como vencedor, dispuesto a vencer.

El primer caballo-jinete (6, 1-2) es blanco y, en un primer momento, expresa la fuerza y ambigüedad de la potencia/violencia humana, encarna el imperio mundial de Roma. Es evidente que el Apocalipsis siente admiración por el Imperio: grande es su maldad, opresora de lo humano, por su capacidad de conquista del mundo… Por eso, es normal que muchos hayan identificado al jinete de este caballo blando con el Cristo Mesías, pero, como he dicho, yo pienso, con otros muchos exegetas que no es Cristo, sino el Anticristo (o el mismo emperador romano), el poder destructor, engañoso, satánico de un mundo antidivino.

Éste es el sentido del caballo blanco, color de cielo, y del jinete con arco en su mano y corona de triunfo en su frente: ha salido a vencer, parece que puede imponerse sobre todos los poderes de la tierra; es el imperio romano, imperio mundial, que quiere ser encarnación de Dios sobre la tierra. Es la condensación de todos los males, de un imperio militar que engaña (primera y segunda bestia de Ap 13). Su insignia es el arco, el arma de guerra que evoca batallas mítico-simbólicas del Dios israelita (cf. Hab 3, 4-15): al fondo está la imagen del Dios Tormenta de la cultura siro‒cananea (Baal, Haddad), que dispara sus rayos y quizá el mismo Marduk de Babilonia, matando con arco al monstruo/madre Tiamat; más cercano puede estar el imperio de los jinetes partos, enemigos de Roma y muchas veces vencedores en la guerra, que amenazan con arco y caballo blanco la frontera del imperio.

Pero esos rasgos pueden quedar en penumbra. En un primer plano aparece el jinete universal (y aquí romano) de la guerra, cn su poder imperial, su ciudad antidivina (Roma…), que sale a triunfar, buscando corona de la victoria que lleva a la muerte.Por eso, a pesar del color blanco y  de la posible anticipación cristológica (aludiría al Cristo de 19, 11-16), pienso que, en un primer momento, este primer jinete del caballo blando se puede y debe interpretar, en forma negativa, como principio, anuncio y condensación de los tres siguientes. 

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Los tres siguiente jinetes (6, 3-8) 

– El segundo caballo-jinete (6, 3-4) es rojo fuego de sangre (pyrros), con espada de guerra.

Cuando rompió el segundo sello, oí al segundo Viviente que decía: ¡Ven!  Y salió otro caballo de color rojo. A quien lo montaba se le dio (poder) para arrancar la paz de la tierra y que los humanos se maten entre sí,y se le dio una espada grande

Para llevar su corona y triunfar sobre la tierra, el caballo blanco anterior ha debido teñirse de sangre, con jinete que tiene poder de "quitar la paz a la tierra". El mismo imperio Romano (=el poder militar de este mundo), elevado sobre el deseo de sangre y corona de triunfo, se vuelve historia infinita de matanza mutua. Para ser imperio, los humanos (los romanos) luchan mutuamente, en camino de muerte (cf. Mc 13, 8), expresada por la gran espada, que ha dado a Roma su victoria y su legalidad  (como sabe, en otro contexto, Rom 13, 4 ). 

Pablo (o, mejor dicho, el autor de la glosa de Rom 13, 1‒7) creía que la espada en Roma es buena. Por el contrario,  a la luz de su experiencia militar y judicial, el Apocalipsis la  toma como mala: no hay  makhaira (espada) positiva, ni victoria mesiánica que pueda lograrse por ella (contra 1 Hen 90, 19 y 2 Mac 15, 16);  la espada es signo de guerra civil y asesinato, imperio que hace la paz imposible en la tierra. Para Ap sólo es buena la espada verbal o romphaia:  palabra victoriosa de Jesús, Logos de Dios (cf. 1, 16; 19, 15).

– El tercer caballo-jinete (6, 5-6) es  negro, color de luto, signo del hambre que avanza con séquito de muerte.

Cuando rompió el tercer sello, oí al tercer Viviente que decía: ¡Ven!    Miré y he aquí un caballo negro. El que lo montaba tenía una balanza en su mano. Y en medio de los cuatro Vivientes oí como una voz que decía:   -Por un kilo de trigo, el salario de un día;    por tres kilos de cebada, el salario de un día;     pero no causes daño al aceite ni al vino.

El jinete lleva en sus manos la balanza (dsygon)  y ella pudiera presentarse como positiva: Dios mismo garantiza en Israel la justicia a través de una balanza fiel, promoviendo el derecho, sancionando con su medida justa el juicio (cf.  Lev 19, 16; Ez 45, 10). La balanza (libra) es signo astrológico y expresión de justicia, que Roma ha querido ofrecer a la tierra: libra es ley, orden de un imperio que se piensa legal. Pero  el apocalipsis sabe que la balanza se ha pervertido, lo mismo que antes se había pervertido la espada de victoria. Ya no hay justicia en las medidas, no se respeta el derecho, no se garantiza la vida de los pobres.

       La "ley" de Roma se vuelve así principio de hambre.  Por eso el Apocalipsis explica el sin-sentido de esta balanza infame que condena a muerte a los pobres: una medida de trigo por un denario... Un denario es lo que gana al día el jornalero. Por un denario se compraban en tiempos normales hasta doce medidas de trigo, para el jornalero y su familia. La nueva balanza del jinete del caballo negro les condena al hambre: con su  jornal sólo se pueden comprar una ración de trigo (para una sóla persona) o tres malas raciones de cebada, que sirven para tres personas, pero son insuficientes para una familia numerosa. Ha subido el precio de forma asesina, mueren de hambre los pobres. Mientras tanto, los alimentos caros (aceite y vino) llenan el mercado, pero están sólo al alcance de los ricos. Esta es la balanza del imperio malo que se eleva sobre el hambre de los pobres. 

– El cuarto caballo y jinete (6, 7-8a) son del color verdusco de la muerte/peste.

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Cuando rompió el cuarto sello, oí la voz del cuarto Viviente que decía: ¡Ven! Miré y he aquí un caballo amarillo.   Y el nombre de quien lo montaba Muerte, y el Hades lo seguía.    Y se les dio poder sobre la cuarta parte de la tierra,   para matar por medio de la espada, el hambre, la peste y las fieras de la tierra. 

La Biblia griega  (los LXX) suele traducir por muerte (thanatos) la palabra hebrea deber (peste) que hallamos en las trilogías tradicionales de guerra, hambre y peste (cf. 2 Sam 24 y Ez 14, 21: cf.  a peste, fame et bello de las letanías cristianas).  La progresión resulta clara: tras la guerra y el hambre llega la epidemia, enfermedad misteriosa que trae la muerte  (imaginemos un sida universal que va matando sin pausa, hasta una cuarta parte de la gente, un coronavirus fatídico que mata a la cuarta parte de la gente de la tierra). Lo que empezaba siendo victoria imperial (corona de vida) se ha vuelto procesión de infierno, con la peste/muerte en el último vagón del tren de la historia. 

La imagen no necesita comentario: sobre un caballo verdusco cabalga la peste, segando con su hoz el hilo de vida de los hombres y mujeres. Por eso le sigue el Hades, viejo Dios dlos mundos inferiores, convertido en depósito de cadáveres, fracaso de la historia. No hace falta decir de dónde viene: La peste de muerte ella sigue, como último caballo a los caballos anteriores. Tras el blanco de la gloria  mentirosa, el rojo de espada y el negro del hambre, avanzan el último jinete en caballo verde/gris de muerte. Este es el final; no hay quinto jinete, pues el cuarto es Hades. 

Mirados en conjunto, estos jinetes expresan la verdad mentirosa del imperio humano, tal como ha venido a expresarse en Roma. Tras su fachada blanca de victoria (arco de Dios, corona triunfal del jinete 1º) se esconde la realidad funesta de la guerra interminable, el hambre injusta, la peste que avanza con su hoz o guadaña infatigble. Así lo ratifica la conclusión del texto (6, 8b) diciendo: se les dio ( a  Muerte y   Hades e indirectamente a los cuatro jinetes) el poder de matar a una cuarta parte de los seres vivos.

¿Sólo a una 4ª parte? Según nuestra lectura (fundada en novelas y películas de terror político, con un fondo de bomba atómica, de hambre amenazante y de coronavirus de este tiempo, 2020) podría afirmarse que los Jinetes del Apocalipsis traen la muerte universal: tenemos el poder de destruirnos, podemos morir todos (matarnos) en esta procesión asesina. Pero nuestro autor es más sobrio: como si creyera que la historia no puede matarse a sí misma, por ahora; sólo muere una cuarta parte de la gente.

El final del texto (1, 8) recoge los males anteriores, añadiendo las fieras, que podrían ser en este caso los virus de la peste, como si ellas  completaran la dura cabalgata de violencia. Esta no ha sido buena guerra de Dios o su mesías que cabalga en caballo de justicia (cf. Sal 45, 6), ofreciendo a los buenos victoria (cf. 2 Mac 3, 24-25;  Ez 39), sino guerra perversa de un imperio de hambre y muerte.

 (Queda para otro día la interpretación positiva del primer jinete, a quien Ap 19 presentará después como Logos‒Palabra de Dios, como el Cristo  que vence a los tres jinetes fatídicos de la guerra, el hambre  y la peste).

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