La manzana del paraíso

Lo malo es que hemos convertido esa manzana de la prohibición y del pecado en un signo mítico, que comieron Eva y Adán, en tiempo antiguo: "Érase una vez...". Pero la Biblia no habla del "érase una vez", sino del somos hoy nosotros los que estamos comiendo la manzana (o podemos comerla, unos y otros, adanes y evas...).
Hay una línea de manzana que no podemos atravesar, pues de lo contrario perdemos nuestro frágil "paraíso" y convertimos este mundo en un "infierno"... cada uno de nosotros, y todos en conjunto.
Sí, ciertamente, otros tienen más poder y responsabilidad para comerse la manzana y destruirnos a todos (¡y así hablamos de los poderosos...!), pero todos somos responsables, somos Eva, somos Adán.
Decimos a veces que unos comen la manzana y otros llevan (llevamos) el castigo, y es cierto.. Pero hay más flecos en el tema, y por eso debemos seguir pensando y decidiendo.
Gracias a Dios, como verá quien lea lo que sigue, parece que el fruto prohibido del paraíso no fue una manzana... pero el signo de la manzana sigue pendiendo del árbol de nuestro paraíso. Podemos comerla y si lo hacemos nos destruimos a nosotros mismos. ¡Cave melam! ¡Cuidado con la manzana!
Somos una especie en peligro... Si comemos la manzana nos destruimos a nosotros mismo... Quien quiera volver a la prosa de la vida, vea la entrada "manzana" que acabo de introducir en la nueva edición del diccionario
(He querido poner una imagen provocativa, que tiende a interpretar la manzana en forma sexual. Así podría decirse: Cada uno toma la manzana que le apetece, la mujer del árbol de la vida, el hombre del pecho de la mujer... y por encima de los dos el niño que parece jugar... Sí, juego es en un sentido la vida, pero en el fondo de ese juego está nuestra posible destrucción). Vale, valete.
MANZANA (→ árboles, comidas). Se ha dicho que Palestina no era tierra de manzanas, y que por esa razón ellas no aparezcan o aparezcan poco en la Biblia. Pero esa afirmación no del todo cierta, pues la Biblia Hebrea contiene varias veces la palabra tappuah, que debe traducirse por manzana, pesar de que algunos hayan afirmado que puede referirse más bien a la naranja, cosa que resulta imposible, pues el naranjo, originario de China/Indochina sólo se introduce en occidente tras las conquistas árabes (siglos VIII-IX). Ciertamente, la mazana aparece con menos frecuencias que otros frutos (higuera, granado y palma, por ejemplo), lo que parece indicar que estaba menos extendida en los medios populares, pero la encontramos en diversos pasajes sapienciales, poéticos y proféticos.
La manzana aparece, por ejemplo, en el libro de los Proverbios: “Manzana de oro con adorno de plata es la palabra bien dicha” (Prov 25,11). Esta sentencia supone que la manzana es un fruto noble y hermoso, que sirve para fabricar adornos de oro engastados en plata (quizá pendientes, por el contexto en que se incluye la sentencia), de forma que ella que puede compararse con una sentencia hermosa. Da la impresión de que ella forma parte de la cultura de una población de cierta abundancia económica.
Más abundante es el empleo de manzana como signo de belleza y amor en el Cantar de los Cantares, también en un contexto de dignidad y riqueza: «Como el manzano entre los árboles silvestres, así mi amado entre los jóvenes. A su sombra apetecida estoy sentada, y su fruto me es dulce al paladar» (Ct 2, 3). «Confortadme con pasteles de pasas, reanimadme con manzanas, que enferma estoy de amor» (Ct 2, 5). En ambos casos, la manazna aparece como fruto noble y perfumado que reanima, de manera que puede utilizarse en forma de comida y medicina, en un contexto poético de amor. Es muy posible que las clases nobles de Palestina hayan conocido manzanas de importación o las hayan cultivado en sus jardines.
La manzana aparece, finalmente, en un contexto profético de desolación, al lado de las plantas y los árboles que son más frecuentes en la Biblia: «El grano ha sido arrasado, ha faltado el mosto, y el aceite virgen se ha agotado… Consternaos, labradores, gemid, viñadores, por el trigo y la cebada, porque se ha perdido la cosecha del campo… Se ha secado la viña, se ha marchitado la higuera, el granado, la palmera y el manzano, todos los árboles del campo están secos» (Jl 1, 10-12).
Significativamente, este pasaje recoge los árboles del gran canto que el Deuteronomio eleva a la tierra de Israel: «Tierra de trigo y de cebada, de viñas, higueras y granados, tierra de olivares, de aceite y de miel (de palmeras)» (Dt 8, 8). Entre ellos añade Joel el manzano, que así viene a presentarse como uno de los árboles más conocidos y cultivados por los agricultores de su tiempo. El hecho de que el manzano no aparezca en Dt 8, 8 puede deberse a que es menos frecuente o al hecho de que su cultiva generalizado se ha extendido en un tiempo posterior, pues las referencias citadas (Proverbios, Cantar de los Cantares y Joel) parecen relativamente tardías.
Hay finalmente otro texto que, en forma popular se ha entendido como manzana. Ella sería el árbol y fruto del paraíso, prohibido por Dios, del que Eva comió y dio de comer a su marido. Pero la Biblia no habla en este contexto de manzana, sino del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal, un fruto hermoso para la vista y delicioso para la comida (Gén 2,9.17; 3,6). El texto no especifica la identidad del árbol y su fruto, sino que lo presenta como un árbol y fruto simbólico, que cada uno puede interpretar a su manera; más que un árbol físico es un árbol simbólico, utilizado por la Biblia para indicar la hondura del deseo humano, el conflicto entre la ley de Dios y el riesgo de un tipo de desobediencia y de pecado.
Conforme a lo que hemos visto, ese fruto bien podría ser el manzano, pero la Biblia, sabiamente, no lo dice (no puede decirlo). Sólo a partir de la Edad Media se ha popularizado la identificación de ese con el manzano, porque su fruto ha venido a ser el más conocido y hermoso de los frutos de los árboles, en contexto occidental. En esa línea, los grandes artistas, desde el siglo XVI, han pintado a Eva tomando la manzana que le ofrece la Serpiente para comerla y darle de comer a Adán. Ésta es una aplicación hermosa, que se puede mantener en un plano simbólico, pero no respondo al texto original de la Biblia, que no ha querido precisar la identidad del “fruto” del árbol del conocimiento del bien y del mal, sino que ha preferido dejarlo en un plano simbólico.