"Somos jueces implacables de los demás. Indulgentes con nosotros mismos, inflexibles con los otros" Francisco, a los romaníes: "La Iglesia es casa, es su casa. Ustedes son bienvenidos. ¡Que ninguno los deje fuera de la Iglesia!"

Francisco saluda al pueblo romaní
Francisco saluda al pueblo romaní

"Nadie en la Iglesia debe sentirse fuera de lugar o dejado de lado. No es sólo un modo  de decir, es el modo de ser de la Iglesia. Porque ser Iglesia es vivir como convocados por Dios, es sentirse  titulares en la vida, formar parte del mismo equipo"

"No es sencillo valorar a los otros, a menudo se los ve como obstáculos o adversarios y se expresan juicios sin conocer sus rostros y sus historias"

"Queridos hermanos y hermanas, demasiadas veces han sido objeto de preconceptos y de juicios  despiadados, de estereotipos discriminatorios, de palabras y gestos difamatorios. De esta manera todos nos hemos vuelto más pobres, pobres de humanidad"

"Necesitamos recuperar dignidad y pasar de los prejuicios al diálogo, de las cerrazones a la integración"

"Por los hijos deben tomarse  decisiones valientes; por su dignidad, por su educación, para que crezcan bien arraigados en sus orígenes  y, al mismo tiempo, para que no vean coartada cualquier otra posibilidad"

"La Iglesia es casa, es su casa. ustedes son bienvenidos. ¡Que ninguno los deje, a ustedes o a cualquier otra persona, fuera de la Iglesia!". Son un pueblo perseguido. En todas partes. La Comunidad Gitana sabe mucho de la cruz. En el Barrio Luník IX, Francisco quiso mostrar la cercanía de la Iglesia a este colectivo, usando palabras de Pablo VI: "Ustedes en la Iglesia no están al margen… Ustedes están en el corazón de la Iglesia".

Y lo que vale para los gitanos, vale para todos. "Nadie en la Iglesia debe sentirse fuera de lugar o dejado de lado. No es sólo un modo  de decir, es el modo de ser de la Iglesia. Porque ser Iglesia es vivir como convocados por Dios, es sentirse  titulares en la vida, formar parte del mismo equipo", afirmó el Papa ante las miradas (desde el escenario, pero también desde los balcones) de miles de romaníes.

"Dios nos ve juntos, y nos ve hijos", recalcó el Pontífice, quien animó a mirar con los ojos de Dios. así, "descubro que tengo a mi lado otros hijos de Dios y los reconozco como hermanos. Esta es la Iglesia, una familia de hermanos y hermanas con el mismo Padre, que nos ha dado a Jesús como hermano, para que comprendamos cuánto ama la fraternidad. Y anhela que toda la humanidad llegue a ser una familia universal".

Amor y respeto por la familia

"Ustedes albergan gran amor y respeto por la familia, y miran a la Iglesia a partir de esta experiencia", señaló dirigiéndose a los romaníes. "Sí, la Iglesia es casa, es su casa. Por eso —quisiera  decirles con el corazón— ustedes son bienvenidos, siéntanse siempre en casa en la Iglesia y nunca tengan miedo de estar aquí. ¡Que ninguno los deje, a ustedes o a cualquier otra persona, fuera de la Iglesia!"  

Evocando el testimonio de Jan y de su esposa Beáta, un matrimonio que demuestra "cómo lo concreto de la vida juntos puede derribar numerosos estereotipos, que de lo  contrario parecieran insuperables". "No es fácil ir más allá de los prejuicios, incluso entre los cristianos", admitió el Papa. "No es sencillo valorar a los otros, a menudo se los ve como obstáculos o adversarios y se expresan juicios sin conocer sus rostros y sus historias".

Bergoglio, con la comunidad romaní
Bergoglio, con la comunidad romaní

Frente a ello, Jesús en el Evangelio: "No juzguen". "El Evangelio no debe ser endulzado, no debe ser diluido. No juzguen, nos dice Cristo. Cuántas veces, en cambio, no sólo hablamos sin tener elementos o de oídas, sino que nos consideramos en lo correcto cuando somos jueces implacables de los demás".

Juicios despiadados

"Indulgentes con nosotros mismos, inflexibles con los otros. ¡Cuántas veces los juicios son en realidad prejuicios, cuántas veces adjetivamos!", lamentó Bergoglio, quien insistió en que "no se puede reducir la realidad del otro a los propios modelos prefabricados, no se puede encasillar a las personas".

"Queridos hermanos y hermanas, demasiadas veces han sido objeto de preconceptos y de juicios  despiadados, de estereotipos discriminatorios, de palabras y gestos difamatorios", reconoció el Papa. "De esta manera todos nos hemos vuelto más pobres, pobres de humanidad".

Un niña romaní escucha a Francisco
Un niña romaní escucha a Francisco

Por esto, "necesitamos recuperar dignidad y pasar de los prejuicios al diálogo, de las cerrazones a la integración". Pero, ¿cómo hacer? El testimonio de Nikola y René da algunas pistas. "Su historia de amor nació aquí y maduró gracias a la cercanía y al aliento que  recibieron. Se sintieron responsables y aspiraron a un trabajo, se sintieron amados y crecieron con el  deseo de dar algo más a sus hijos". 

"Juicios y prejuicios sólo aumentan las distancias. Conflictos y palabras fuertes no ayudan.  Marginar a las personas no resuelve nada. Cuando se alimenta la cerrazón, antes o después estalla la rabia"

"Así nos dieron un hermoso mensaje: donde se cuida a la persona, donde hay trabajo pastoral,  donde hay paciencia y concreción llegan los frutos. No llegan inmediatamente, sino con el tiempo, pero  llegan", reconoció Francisco.

Pensar en el futuro, pensar en los niños

"Juicios y prejuicios sólo aumentan las distancias. Conflictos y palabras fuertes no ayudan.  Marginar a las personas no resuelve nada. Cuando se alimenta la cerrazón, antes o después estalla la rabia", recalcó, defendiendo que "el camino para una convivencia pacífica es la integración".

Y todo ello pensando en el futuro, en los niños. "Ellos son los que nos orientan. Sus grandes sueños no pueden hacerse  añicos contra nuestras barreras. Ellos quieren crecer junto a los demás, sin obstáculos ni exclusiones.  Merecen una vida integrada y libre".

"Ellos son los que motivan decisiones con amplitud de miras que no  buscan el consenso inmediato, sino que velan por el porvenir de todos. Por los hijos deben tomarse  decisiones valientes; por su dignidad, por su educación, para que crezcan bien arraigados en sus orígenes  y, al mismo tiempo, para que no vean coartada cualquier otra posibilidad", explicó.  

Tras agradecer el trabajo de las instituciones católicas con los colectivos romaníes, Francisco concluyó su discurso invitando a todos a "ir más allá de los miedos, más allá de las heridas del pasado, con  confianza, un paso tras otro: en el trabajo honesto, en la dignidad de ganarse el pan cotidiano,  alimentando la confianza recíproca".

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