Druismo, la religión de mi tierra

El Reino Unido acaba de legalizar el druismo. Tendrá la misma calificación oficial que otras confesiones religiosas, incluido el catolicismo. Es de suponer que algo inferior a la Church of England. El druismo fue oficialmente sustituido por las nuevas religiones monoteistas de origen judío. No obstante, permaneció en las mentes y en la cultura de los habitantes británicos. No sólo. A lo largo del milenio anterior a nuestra era, se extendió por Europa. En nuestra península, presionados por los romanos, los celtas se replegaron hacia el noroeste. Galicia conserva elementos culturales y cúlticos druídicos recibidos de los celtas.

El druismo recibe este nombre del apelativo de sus sacerdotes: los druídas. Éstos eran los que presidían y protagonizaban los cultos, además de ejercer de educadores, especialmente de los jóvenes. La Naturaleza, con sus fuerzas, sus encantos, sus árboles, sus montañas, sus ríos y mares. Esa era la fuente de su religiosidad, de su interiorización. Una especie de panteísmo que vigorizaba a los humanos, particularmente a los combatientes.

Sus cultos no se realizaban en templos. Estaban relacionados con las montañas, las aguas, los bosques. A semejanza de los dioses griegos y romanos, invocaban estas fuerzas naturales con nombres diversos: Vosgos, Ardensas,Dumias, Sequana, Nemausis. Más tarde, surgirán Tutatis, Taranis, Esus, Belenus, Cernumnos, Rusmerla, Belisma, Epona. No eran dioses personales e individuales. Eran virtualidades de la Naturaleza. La recolección era una importante práctica religiosa entre los druídas. Las construcciones megalíticas fueron aprovechadas por los celtas, pueblo druída, cuando invadieron nuestro país. Pero tales "piedras megalíticas", presentes también en nuestra península, son anteriores a los celtas y originariamente ajenas al culto druídico.

He aquí algunos rasgos que sobre los druidas nos dejó Plinio el Viejo (siglo I d.C.) , en su Historia Natural, XVI, 249. "Tienen como sagrado el muérdago y el árbol que lo soporta, siempre suponiendo que ese árbol sea un roble. Buscan arboledas de robles para realizar sus ritos. Al muérdago lo denominan "todo lo cura" en su lengua y lo recogen el sexto día de la Luna. Debajo del árbol realizan el sacrificio y banquete. Traen dos toros blancos nunca uncidos. Allí los atan por los cuernos. Los druidas (sacerdotes) suben al árbol y cortan el muérdago con una hoz de oro. Otros druidas lo recogen con una capa blanca. Matan los toros para el banquete, al tiempo que invocan la protección divina y la fecundidad para animales y personas. El muérdago es antídoto para todos los venenos".

Como queda apuntado, los celtas era portadores de esas creencias y de ese culto. Creencias y prácticas anteriores a los mismos celtas. En la baja Edad de Hierro, en torno a los siglos VIII y V a.C., los celtas iniciaron su penetración desde tierras alpinas hacia el sur. Varios historiadores resaltan la valentía de los celtas. Polibio (Historias, I, II, VIII), en el siglo II a.C., escribió sobre sus soldados de vanguardia: altos, fuertes, aguerridos, desnudos, con collares de oro.

No sólo ahora, también desde hace algunos siglos, la reivindicación del druismo va unida a reivindicaciones nacionalistas e identitarias. No cabe duda de que en las islas británicas está presente este factor. También en nuestra península se da un nacionalismo vinculado a los celtas y, por ende, al druismo. En Galicia, prevalentemente en las "Rías Baixas", existen semejantes sentimientos y un consecuente embrionario movimiento emergente entre sus intelectuales.

Bosques sagrados como el de Pindo (Fisterra) y Corpiño (Muxía) en la "Costa da Morte". Muy probablemente, los montes Libredón y Picosacro en Compostela. Piedras misteriosas y curativas como la oscilante "pedra de abalar" o la de los "cadrís" en Muxía. Numerosos "castros", algunos muy bien conservados como el de Viladonga (Lugo), Santa Tegra (Pontevedra) y Baroña (Coruña). Incomprensibles peregrinajes y romerías a éstos y otros lugares druídicos sin que cuente la sobrevenida fe cristiana, y ello a través de los siglos y milenios. Fenómenos vudúlicos como la "santa compaña" o las "meigas". Aguas que curan la infertilidad femenina como las playas de La Lanzada. Comarcas, lugares y ríos con nombres de dioses druídas como "Nemancos", o "Dumia". Palabras típicamente celtas como "Dumbría", "Cée", "Bustelo" (municipios y pueblos coruñeses), "Sar" (barrio santiagués), "boroa" (pan), "trola" (mentira), "croio" (pedrusco), "leira" (finca), "miñoca" (lombriz), "bico" ("bec" pico,beso), "bosta" (excremento de vaca o caballo), braña, lama, cama, barril, bogar, sil, taladro, choco... y los topónimos en -briga, -bra, -bre y -ce. Numerosas reminiscencias en torno a árboles de "mala sombra" (castaño, nogal, higuera, ciprés) o de buen augurio (laurel, roble, olivo, la mayor parte de árboles frutales). Son unos pocos ejemplos. En Galicia quedan muchos otros vestigios de la cultura celta y, particularmente, de sus cultos druídicos.

Otros parajes en nuestra península merecerían ser citados. Numancia, con su pírrica defensa, está relacionada con los celtas, su valentía y su religión druídica. Podría ser objeto de exposición en futuro post.

Y, para terminar este corto sobre el druísmo, viene al caso recordar que los habitantes de Oriente Medio practicaban sus cultos en bosques elevados (bamot). Y un tal Yeshua ben Yusef, Jesús de Nazaret, en tiempos en que los druídas luchaban por defenderse de los romanos en Hispania, pronunció esta frase:
"Viene la hora en que ni en ese monte (Garizim en Samaría) ni en Jerusalén adoraréis al Padre...porque los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad" (Jn 4, 21-23).
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