Debacle y corrupciones. En el paìs de los ciegos....

“¡Qué difícil es, cuando todo baja. no bajar también!.  

Tan singular -y más que puesta en razón- letrilla de A. Machado -de los Complementarios de  sus finas y magistrales Proverbios y Cantares- va cual anillo al dedo a una realidad sociológica  como la presente.

“Debacle” –amigos- es más que corrupción. Aunque con todo ello, en ruina o desastre andemos, metidos  de lleno y empapados por una pos-modernidad frívola, hueca, velociferina y más nutrida de apariencia y formas que de sustancia y fondos. Las corrupciones son la consecuencia; es, en cambio, la debacle la placenta de todas ellas.

¡Qué gran razón tuvo el poeta al esculpir, como hace, tan psicológica leyenda: “Que difícil  es, cuando todo baja, no bajar también!”.

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A nada que se abran los ojos,  se mire con ellos, se intente ver  lo que “pasa o nos pasa” y se analicen algo los sentimientos que,  con mayor frecuencia y vigor, tienen vigencia en la sociedad, la impresión  se hace poco menos que apabullante, por no decir angustiosa. En nuestra sociedad –contra pronóstico tal vez- se notan la presencia y la crecida de una impaciente y más que aguda sensibilidad para ciertas cosas.  Pensemos, por ejemplo, en la violencia contra la mujer o en los acosos a menores y discapacitados; y hasta en las melifluas  carantoñas a determinados animales, denigrando con ello el buen sentido del amor.

Incluso –a la misma sociedad- se la ve levantarse denodada contra la corrupción,   sobre todo la de los gobernantes que,  abusando del poder o el cargo, meten la mano donde no debieran.  Y, aunque,  ahora mismo, a este campo de las corrupciones así se le vea muy extenso  y poblado, la sensibilidad parece más fijada en la clase política; y más todavía –si se afina un poco-, más en unas determinadas clases políticas que en otras.

Y, sin embargo, corrupción es todo,  aunque sea claro que la intransigencia no es la misma en todos los casos.   Otras corrupciones, tan malas o peores que las eco nómicas, se miran, y tal vez se denuestan, pero no es lo mismo. A un asesino,   ayer mismo, un miope de renombre le llamaba “héroe”  y, ante ello, si acaso, se  tuerce el morro, pero sin pasar de ahí. A diario se palpan los “manejos” trapaceros de un político para ganarse votos y engañar al otrora llamado “pueblo”, y quizás no gusta, pero se le sigue votando e incluso se aplaude su “habilidad” o “estrategia electoral”.

No me acogen –amigos-  muchas dudas sobre lo anterior; quizás, perfiles o matices. Simplemente lo constato.

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Sin embargo, no no es de eso de lo que va hoy mi reflexión.   Es otra la idea que,  ahora mismo, me parece digna de ser más reflexionada. LO expresa bien esta frase: la debacle de una sociedad es –cualitativamente más- que la corrupción moral en esa misma sociedad.  

Es diferente, y más preocupante, la debacle, porque es su madre; porque de ella nace lo segundo, y –especialmente- porque en ella se amontona y plasma ese derrumbe de que, a un asesino, le llamen héroe, y no pase nada, pero, si un  “cualquiera” suelta un piropo de mala calidad a una señora o da con la punta del pie a un perro se levantan oleadas de pasmo y  desdén….  ¿No hay dudas sobre estos aprecios y conductas?     

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Estos días pasados –bien lo sabéis por lo escrito- releo a Ortega y  Gasset en su pertinente ensayo titulado Mirabeau o el político. La por así decir moraleja de todo el ensayo viene a estar en que, para ser o hacer de político, no se precisan hechuras ni de meapilas ni émulo de Séneca o  de Cisneros.  Solamente se necesita tener “madera de político” al modo de Mirabeau cuando la Revolución francesa. AL releer, a propósito del dìa, resaltaba unas frases del ensayo al solo efecto, como decía, de “impactar en el ánimo de  u n lector que piense”.

A lo que voy. En un momento dado –anotaba- Ortega cambia el “chip” y vuelve los ojos, no tanto al Estado y al Político, sino a la sociedad misma. No se olvide que a los dos – al Estado y a los Políticos- precede en valor e importancia la sociedad que los  justifica y sustenta.   A la sociedad –la española en el caso-, de la que dice –era por 1927- ser “una sociedad paralítica” y necesitada de convertirse en una “sociedad dinámica(cfr. Mirabeau o El político¸Obras  Alianza Edit.,  Madrid, 1994, p. 635). 

         Y añade más. Esta sociedad –igual que otras sociedades europeas de su tiempo-  “no se encuentra sobrada de potencias para  afrontar la existencia actual”.  “Son pueblos muy viejos y, como toda vejez, también esta se caracteriza por la acumulación de órganos muertos, de materias corneas; crecen uñas, cabellos, callosidades en detrimento del nervio  y del músculo.   Porciones enteras del organismo han caído en anquilosis.     Así va Europa, nave cargada de obra muerta que un largo pretérito ha depositado en sus flancos y quilla,  ¡Difícil navegación!  Es preciso aligerar la nave, volver a lo claro y esencial –ser puro músculo y nervio y tendón. La reforma tiene que ser primariamente de la sociedad a fin de obtener un cuerpo público absolutamente elástico! ¿Será posible tal empresa?  (Id., pags. 635-636).

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Entre los así llamados ”conceptos políticos”, hay tres que –me  parece- merecen un pequeño recuerdo. Son Gobierno, Estado y Sociedad.    Malo es confundirlos; peor, sacarlos de quicio y  pretender que sean lo que no son.    EL Gobierno es una función,  una de las tres que Montesquieu realzara para controlar los abusos del poder.   El Estado es un instrumento de gestión   (no se olvide, medio y no fin); y la Sociedad es –debiera serlo al menos- la razón de los anteriores.

Cuando el Gobierno acapara y  envida a ser el Estado,  se sale de madre y avasalla. Cuando el Estado se presta al juego y se echa en las manos del gobierno de turno, el despotismo anda muy cerca. Y cuando la Sociedad se anquilosa o sufre parálisis, o hace la vista gorda y se deja aniquilar o ninguinear, o por el Estado o por el gobierno, pasa lo que –como digo antes- aventuraba con buenas razones Ortega en 1927 al atisbar –ya entonces- los malos presagios sobre el futuro. La Sociedad, que diagnosticaba  de “paralítica” y andaba necesitada de “dinamismo”, es la misma, en sustancia, de hoy.   Con más medios y adelantos sin duda.   Más ávida de bienestar,  también. Pero, en su fondo, con idénticas carencias, de muchas especies, y éticas sobre todo.

¿Tenemos dudas? Por aclararnos, y tal vez curarnos de espantos,  escuchemos unas frases elocuentes.

“Europa va dejando de ser moderna y transita hacia la pos-modernidad.    Vive en un marco nuevo.Ha triunfado el capitalismo, el imperialismo, la tecnología planetaria, los antagonismos totalitarios -nazi y ruso-, la exterminación de razas –Shoah judía-,  dos guerras mundiales. Ha triunfado la cultura del consumismo, de la producción y del ocio, del reino de la técnica y de la eficiencia productora,  el predominio de las  leyes del mercado mundial,  los sistemas polìtico-económicos con voluntad de dominio geo-político, el poder de los mass media sobre las opiniones y medios de vida,  las formas supersticiosas de las religiones, el nihilismo de la voluntad de poder…  Así mismo, han aparecido contrastes escandalosos: saciedad-pobreza, riqueza-miseria,  desarrollo-subdesarrollo,  sociedad civil-estado, libertad-seguridad,  poder-violencia. Individualismo-masas, progreso técnico-ecologismo,  dominio de la naturaleza-destrucción de la naturaleza…La pos-modernidad se ha implantado suficientemente, sosteniendo que ya no hay sentido de Europa, sino sentidos múltiples, y todos ellos volanderos,   La verdad acaba siendo únicamente el resultado de interpretación de interpretaciones, perdiendo de tal guisa consistencia y respetabilidad. La razón se ha secularizado disolviéndose en razones flacas, ligeras, vacilantes,  desmejoradas.    En lugar del “pueblo”  encontramos a “las masas”.  En lugar del ciudadano, hacen aparición el consumidor y el usuario…   En la pos-modernidad se mueven únicamente dioses –no Dios-,  individuos humanos y razones intercambiables…”,    

            Así describe nuestro escenario el profesor O. Fullat,  en su libro El siglo posmoderno  (Cátedra, Barcelona, 2002, pp. 26-27),  en el que –como asevera- intenta  bajar de la epidermis y ver la realidad en sus  entretelas  intelectuales y más profundas.

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Por lo dicho ¿quedan espacios abiertos a la esperanza?

Nunca se debe perder la esperanza,   aunque los síntomas  del enfermo sean –como suele decirse- “mortales”.  Dicho naturalmente sin pecar de pesimista, que no lo soy; incluso anotando cómo, por ejemplo,  al “asesino” se le llama “héroe”   -el asesino, aunque haya cumplido su condena, sigue siendo asesino, aquí y en Lima,   por mucho que los “blanqueadores” lo vistan de blanco); o flipando al ver cómo las palabras valen más que las obras y las mentiras se cotizan más al alza que las verdades.

Valga lo de Machado.  Me refugio en su esperanzadora poesía –que no ficción-, con tanta fe dedicada al “olmo seco” del imaginario río. Me refugio, por todo lo que puede tener de verdad.

             “Al olmo viejo, hendido por el rayo / y en su mitad podrido, / con las  lluvias de abril y el sol de mayo / algunas hojas verdes le han salido. /¡El olmo centenario en la colina / que lame el Duero!. Un musgo amarillento / le mancha la corteza blanquecina / al tronco carcomido y polvoriento.   / No será  cual los álamos cantores / que guardan el camino y la ribera, / habitados de pardos ruiseñores. / Ejército de hormigas en hilera / va trepando por él, y en sus entrañas /urden sus telas grises las arañas. /  Antes que te derribe, olmo del Duero, / con su hacha el leñador, y el carpintero / te convierta en melena de campana, / lanza de carro o yugo de carreta; / antes que rojo en el hogar, mañana /ardas, de alguna mísera caseta, / al borde de un camino;  / antes que te descuaje un torbellino / y tronche el soplo de las sierras blancas; / antes que el río hasta el mar te empuje / por valles y barrancas; / olmo, quiero anotar en mi cartera / la gracia de tu rama verdecida. / Mi corazón espera / también,  hacia la luz y hacia la vida, / otro milagro de la primavera”.

No hace falta –ninguna, pienso yo– creer en los milagros. Basta con ser uno mismo y convencerse a diario de que  sólo son troncos y ramas secas los que se empeñan en serlo.  ¡Palabra!!!

SANTIAGO PANIZO ORALLO

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