Desayuna conmigo (miércoles, 11.3.20) Bombas que matan y mortíferos virus invasores

Palabras que enamoran, cargadas de risa

Homenaje a la víctimas en la Estación de Atocha
El 11 de marzo es un día de poderosos contrastes, pues nos llega cargado de cadáveres, de pestes, de emociones y de risas. No, no temáis quienes me acompañáis en este desayuno que siga con la murga desoladora de ayer, tan cargada de tinieblas y tan inconsistente como un negro nubarrón de verano. La verdad es que la fecha de hoy me lleva, por un lado, a escenarios dantescos que es preciso que nunca olvidemos para que jamás se repitan o se reproduzcan, y, por otro, a escenarios de la categoría que merecen el canto emocionante y el humor desternillante.

Desastre del 11M

Me refiero, en primer lugar, a dos fechas letales en nuestra reciente historia. Una está tan próxima que todavía podemos oír los estallidos de sus bombas, respirar sus humos y ver horrorizados cadáveres esparcidos por todas partes. Es el eco de los atentados del 11M de 2004, el de las explosiones de cuatro trenes de cercanías en Madrid, el mayor atentado terrorista español que se llevó por delante a 193 personas y dejó más de dos mil heridos. Jornada triste y dolorosa que, para mayor inri, enzarzó y encabronó como ninguna otra la vida social y política española de los años siguientes.

La otra nos hace retroceder solo un poco. Conviene que la recordemos, sobre todo ahora que el coronavirus está golpeando más las mentes de todos los ciudadanos que los cuerpos de los infectados, para no perder los contornos de la realidad, pues nuestro calvario actual parece solo de juguete comparado con el que padecieron tantos españoles hace solo un siglo. Me refiero al 11 de marzo de 1918, cuando en Kansas se declaró la “gripe española”, la pandemia que debe su nombre a que España fue uno de los lugares donde más se cebó, al afectar a 8 millones de personas y llevarse por delante a trescientas mil, y donde no hubo obstáculo para hablar de ella, al contrario de lo que hicieron las demás naciones europeas, que la ocultaron cuanto pudieron.

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Curioseando sobre ella, me he encontrado con la siguiente información: durante los últimos meses de la Primera Guerra Mundial, una virulenta cepa del virus de la gripe se extendió rápidamente por todo el planeta infectando a un tercio de la población mundial y causando la muerte de decenas de millones de personas. La pandemia de 1918 y 1919, también conocida como la gripe española, se extendió a gran velocidad por todo el mundo y en sólo 18 meses infectó a un tercio de la población mundial. La férrea censura de los países implicados en la Gran Guerra escondió su gravedad, pero los estudios actuales elevan el número de muertes de 20 hasta 50 o incluso 100 millones. Si el más elevado de esos cálculos es correcto, entonces la pandemia habría matado a más personas que las dos guerras mundiales juntas.

Temor del coronavirus

Cierto que muchas veces las comparaciones son odiosas e injustas y distorsionan los hechos que entran en liza. Pero, en el caso presente, tan agobiados y desconcertados como estamos con el coronavirus que nos trae a mal traer, no dejará de aliviarnos un poco saber que  las amenazas de hoy están muy lejos de convertirse en las tragedias que sufrieron ayer mismo tantos millones de españoles. Y, si entonces pudieron salir a flote a pesar de tanto dolor y sacrificio, nosotros lo haremos también sin tener que pagar el tributo que nuestros tatarabuelos pagaron.

Alberto Cortez

Estos dos aldabonazos del 11M (masacre de Madrid y gripe española) tienen hoy, afortunadamente, su adecuada contrarréplica en el campo de las emociones en otros dos acontecimientos que merecen también nuestro cariñoso recuerdo. El primero fue el nacimiento en este día de 1940 de Alberto Cortez, compositor y cantante argentino, fallecido el año pasado, quien tantas veces nos catapultó a los cielos del gozo con la melodía de su voz espiritual y la finura de letras tan emotivas como las de “No soy de aquí, ni soy de allá” o “No tengo edad ni porvenir”, cuyo solo enunciado nos respiga y nos hace vibrar.

Eugenio

En el campo de las alegrías y las risas, hoy es, además, el décimo noveno aniversario de la muerte de Eugenio Jofra Bofarull (el inolvidable “Eugenio”), cuyo peculiar humorismo, basado tanto en el golpe humorístico de la narración como en la circunspección y seriedad inconmovible del humorista, nos ha arrancado tantas sonrisas y carcajadas. De Eugenio se han puesto de relieve y valorado los rasgos que lo han convertido en un personaje excepcional: su seriedad en medio de las más desternillantes historias; su marcado acento catalán; su juego de pausas y, sobre todo, su abracadabrante colección de chistes.

La cruz gloriosa

Me parece que las emociones del espíritu y el buen humor son bálsamos para hacer frente a hecatombes tan graves como las causadas por el terrorismo y a estragos tan terribles como los de virus capaces de desencadenar el juicio final. ¿Será cierta la convicción que tienen los buenos creyentes de que “Dios aprieta, pero no ahoga”? No pudiendo sacudirnos de encima de ningún modo la cruz de la vida, nos consuela saber que ella es escalera hacia la inmortalidad, hacia la resurrección.

Correo electrónico: ramonhernandezmartin@gmail.com

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