Desayuna conmigo (jueves, 24.9.20) Mercedarios, no mercenarios
Mares, cánceres y estampidas


La tradición cuenta que, en el año 12018, la Virgen se apareció a san Pedro Nolasco, fundador de la Orden de la Merced, estando en presencia del rey Jaime I de Aragón y de san Raimundo de Peñafort, su confesor y miembro de la Orden de los Dominicos, recién fundada por santo Domingo de Guzmán. De hecho, los mercedarios consideran a esos tres personajes como sus fundadores, pues los deseos que la Virgen manifestó en dicha aparición fueron que se fundase una orden para la redención de los cautivos que estaban en manos de los musulmanes. Apoyado por los otros dos, san Pedro Nolasco cumplió fielmente los deseos de la Virgen aparecida.

Por lo que se refiere a nuestro propósito de hoy, tras felicitar a las más de ciento cuarenta mil Mercedes que hay en España, procede que nos fijemos en cómo ha cambiado el cuarto voto que emiten los mercedarios al profesar como tales, el de liberar a otros más débiles en la fe, aunque su vida peligre por ello, que se concreta en la redención de los cautivos en manos de los musulmanes, tal como la Virgen quería. Los otros tres votos son, lógicamente, los constitutivos de toda orden monástica: obediencia, castidad y pobreza. Pues bien, no habiendo hoy cautivos en manos de musulmanes que redimir, en 1986 los mercedarios redefinieron su cuarto voto en el sentido de que las nuevas formas de cautividad, es decir, el campo propio de la misión y de su cuarto voto, se dan allí donde haya una situación social que sea opresora y degradante de la persona humana, que nazca de principios y sistemas opuestos al evangelio, que ponga en peligro la fe de los cristianos y que ofrezca la posibilidad de ayudar, visitar y redimir a las personas que se encuentran dentro de ella. Amplio y ambicioso programa que se extiende prácticamente a todos los ámbitos de la vida humana en estos comienzos del s. XXI, como un “acercamiento redentor” o liberador de las muchas esclavitudes (cautiverios) que hoy padecemos. Ni que decir tiene que, en un día como este, deseamos a los más de setecientos mercedarios que hoy hay en el mundo el más completo éxito en su encomiable misión.

Por otro lado, desde hace cuarenta años, viene celebrándose este cuarto jueves de septiembre el “día marítimo mundial”, celebración establecida para “rendir homenaje a los hombres y mujeres que han dedicado su vida a mantener el comercio mundial por mar desde épocas antiguas” y que, en la edición de este año, propugna un transporte marítimo sostenible para un planeta sostenible. De todos es bien sabida la importancia que el transporte marítimo ha tenido, y sigue teniendo, para el desarrollo de la humanidad desde sus más remotos orígenes.Afortunadamente, ya han comenzado a darse pasos importantes en la consecución de ese desarrollo sostenible, cifrado para 2030, con las medidas que se están llevando a efecto para reducir las emisiones de gases, el contenido de azufre de los combustibles de los barcos y la basura marina, objetivos a los que se añaden las medidas en curso para proteger las regiones polares y fomentar, por un lado, la digitalización del transporte marítimo y, por otro, la participación de la mujer en la comunidad marítima.

A las grandes preocupaciones u objetivos señalados se viene a sumar hoy, aunque ya estemos tan asustados y doblegados por la epidemia del coronavirus, la atención permanente que la sociedad en que vivimos está prestando al cáncer. Lo recuerdo porque hoy precisamente se celebra el “día internacional de investigación contra el cáncer”, con el objetivo de impulsar los proyectos e investigaciones que buscan una mejor calidad de vida de los pacientes y la cura definitiva de algunos tumores. A pesar de los pasos positivos que se van dando en la lucha contra tan fatídica enfermedad, no debemos olvidar que el número de los afectados por algún tipo de cáncer aumenta cada año y que el cáncer es una de las principales causas de muerte en todo el mundo. De ahí que sea preciso no decaer en el esfuerzo colectivo que se está haciendo contra una enfermedad que, por reacción, nos está ayudando a saber mucho más sobre nuestra salud y a valorarla como es debido.

Esta celebración se ve potenciada por la celebración, también hoy, del “día mundial del cáncer de tiroides”, anomalía orgánica bastante frecuente, sobre todo en las mujeres, que corren un riesgo tres veces mayor que los hombres por tratarse de un cáncer estrechamente vinculado con los cambios hormonales. Este tipo de cáncer produce alteraciones en la glándula tiroides, donde aparecen nódulos o pequeños tumores, benignos en la mayoría de los casos. La buena noticia para los pacientes de esta enfermedad es que la esperanza de vida es bastante alta si se detecta a tiempo, pues un diagnóstico preciso, seguido del tratamiento adecuado y del control profesional sistemático necesario, garantizan una vida sana y un futuro prometedor.

Recordemos hoy, finalmente, que la estupidez humana y un cierto fanatismo religioso pueden convertirse en armas mortales, tal como ocurrió, un día como hoy del año 2015, en Arabia Saudita, por la estampida de la Meca que produjo más de setecientas muertes y dejó más de ochocientos heridos. Sin duda, el fervor popular puede ser contagioso y, por ello mismo, convertirse en mortífero. Lo estamos viendo claramente en estos meses en que el covid-19 necesita precisamente que las personas estemos muy juntas las unas de las otras para usarnos como vehículos para su expansión criminal. Que muchos millones de seres humanos crean en un solo Dios, llámese como se llame, no justifica que esa fe se convierta en un “virus mortal”, en el caso que comentamos por un vulgar atropello debido a un miedo colectivo irracional, seguramente provocado por una fruslería cualquiera. La fe cristiana, que nos proyecta hacia la comunidad, es mucho más que un impulso de carácter fanático que nos lleva a anclarnos a un “ídolo” cualquiera. Hablamos de toda una forma de vida, de una fe que no se manifiesta y actúa en un momento de histeria colectiva, sino a lo largo de todo el día y de todos los días. La profesión de la fe cristiana no consiste en recitar credos, sino en hacer de ella el leitmotiv de la vida misma.

Ha sido este un buen desayuno para que reflexionemos sobre las muchas y muy distintas esclavitudes que hoy padecemos y, lógicamente, para que tratemos de liberarnos de ellas. Siendo sinceros, necesitamos que muchos “mercedarios” nos salgan al paso para liberarnos de las cadenas que hoy nos atenazan y que la Virgen de la Merced interceda persuasivamente por nuestra laboriosa emancipación. Ojalá que hoy, siguiendo las consignas evangélicas, no nos viéramos obligados a seguir sirviendo a dos señores, cosa que, aunque sea imposible, parece que la hacemos con completa naturalidad. Así nos va.
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