Desayuna conmigo (martes, 16.6.20) Millones de años
Trabajo y vida



Efectivamente, hoy se celebra el “día mundial de las tortugas marinas”, vivientes que llevan sobre la Tierra unos doscientos millones de años. Esta celebración se estableció para honrar el cumpleaños de Archie Carr, nacido en 1909, el más fervoroso defensor de unas tortugas en peligro de extinción por la acción del hombre. Conste que, si bien la especie homo inicia su andadura hace más de dos mil millones de años, la aparición del homo sapiens es de hace poco más de un millón, y la nuestra, la de los homo sapiens sapiens, con unos cuarenta mil años a la espalda, hacer que todavía seamos unos advenedizos. Hablamos de tortugas que han sobrevivido a todo tipo de cambios climáticos, pero que pueden sucumbir por la acción corrosiva del virus “homo”. Confiemos en que sobrevivan, también ellas, a la pandemia que somos los humanos para todas las demás especies de vivientes.

Que hoy se celebre, además, el curioso “día internacional de las remesas familiares” nos recuerda un proceder que hace que la sangre de la vida circule de un extremo al otro del cuerpo, vitalidad que yo mismo sentí muy hondo en los primeros años sesenta, cuando tenía familiares muy próximos trabajando en Francia. Eran tiempos de grandes dificultades en España, en los que Francia se nos mostraba a muchos españoles como una hermosa tierra de promisión. Hoy, siguen siendo millones los seres humanos que se ganan su vida y la de los suyos trabajando fuera de sus propios países. ¡Qué alivio y qué alegría, lo mismo entonces que ahora, cuando se reciben pequeñas remesas, amasadas con tanto sacrificio y tantas lágrimas, viviendo con gran austeridad lejos del propio hogar!

Se trata de una celebración orientada a reconocer la importante contribución financiera de más de 200 millones de trabajadores migrantes al bienestar de más de 800 millones de familiares, contribución que sirve para crear un futuro de esperanza para ellos mismos y para sus hijos. En el llamado “milagro económico español”, ocurrido en los últimos años del franquismo, tuvo mucho que ver el dinero que enviaban a España los millones de españoles que trabajaban fuera. Las circunstancias políticas actuales y la brutal globalización de la economía, sometida al imperio tiránico del lucro, hacen hoy casi impermeables las fronteras y agostan las mínimas esperanzas que todavía les quedan a los muchos desesperados de la Tierra.

Finalmente, en este orden de celebraciones, Sudáfrica, tan importante para el resto del mundo por tantas razones, vuelve hoy a nuestra mesa de desayuno por celebrarse el “día internacional del niño africano” y el “día internacional de la solidaridad con el pueblo en lucha de Sudáfrica”, celebraciones que recuerdan el levantamiento de Soweto un día como hoy de 1976, en el que el régimen del apartheid mató a 566 niños. El 9 de noviembre de ese mismo año, la Asamblea General de la ONU, “indignada por las continuas matanzas y otras atrocidades perpetradas por el régimen racista de Sudáfrica contra niños escolares y otros manifestantes pacíficos contra el apartheid y la discriminación racial”, estableció este día e invitó a sus Estados miembros a celebrarlo “de la forma más adecuada”. Fue enorme el precio que el pueblo sudafricano tuvo que pagar por sentirse y vivir como tal.

Y, como anunciábamos, hoy sentamos a nuestra mesa a “Gerónimo”, un destacado jefe militar de los apaches Bendoke, nacido en este día de 1829. Entre 1858 y 1886, Gerónimo luchó contra los ejércitos mexicano y estadounidense a lo largo del territorio del norte de México. Sus hazañas bélicas lo convirtieron en personaje legendario que, desde las pantallas de nuestros cines, nos convirtió en valerosos guerreros a quienes, siendo estudiantes, solo podíamos desfogar nuestra propia agresividad dando patadas a los balones. Claro está, en nuestros pegajosos egoísmos, de esa historia solo nos importa lo anecdótico y legendario, pues nos desentendemos fácilmente de sus escabrosos y tristes desarrollos. Gerónimo murió cuando tenía 79 años, una larga vida para aquel entonces y más para un guerrero, vida transcurrida en campo abierto y prisión, leyenda viva de la lucha tenaz de los indios a vivir en reservas como si de animales se tratase.

Tras llamar oportunamente a nuestra puerta, también le abrimos hueco en nuestra mesa a la intrépida Valentina Tereshkova, la primera mujer que viajó al espacio en el Vostok VI ruso, un día como hoy de 1963. Valentina, ya retirada, es una cosmonauta, política e ingeniera rusa, que fue seleccionada entre más de cuatrocientos aspirantes. Durante los tres días que duró su vuelo, dio 48 vueltas a la Tierra. Su condición de pionera, en tiempos en los que a la mujer le costaba tanto sudor y lágrimas ir abriéndose camino poco a poco en un mundo de hombres, la hace acreedora a este recuerdo. Hay muchas mujeres que han dado grandes pasos en esa enconada lucha, sin alharacas y sin tener que recurrir a las excentricidades feministas que padecemos en nuestro tiempo.

Y, finalmente, hoy también rendiremos homenaje a Helmut Joseph Michael Kohl, famoso y reconocido político alemán, que nos dejó un día como hoy de 2017. Fue canciller de Alemania entre el 1 de octubre de 1982 y el 27 de octubre de 1998. Kohl lideró el proceso de reunificación de Alemania, que se inició con la caída del Muro de Berlín el 9 de noviembre de 1989 y concluyó el 3 de octubre de 1990. Durante su administración, impulsó la marcha de la Comunidad Europea hacia la unión política y monetaria de Europa. Un gran hombre y un gran estadista, un obligado referente para seguir pensando Europa y esclarecer los caminos que todavía le quedan por recorrer. Grandes hombres hicieron la transición española y grandes hombres sentaron las bases de una Europa que está llamada a ser tabla de salvación para muchos seres humanos y para muchas naciones. Los europeos y los españoles actuales deberíamos mirarnos mucho más en esos espejos.

La vida sigue sobre la Tierra y es presumible que lo siga haciendo todavía durante miles de millones de años. ¿Qué papel juega y jugará el hombre? Difícil saberlo, pues parece que nadie puede controlar los zarpazos de la bestia salvaje que somos, capaz de poner fin a la existencia no solo de tortugas que llevan ahí más de doscientos millones de años, sino también de todo ser vivo sobre la Tierra. Pero los seres humanos llevamos, en nuestro alocado devenir, la penitencia de una dolorosa existencia que nosotros mismos nos empeñamos en obstaculizar, viviendo justo en las antípodas del evangelio cristiano, esa forma de vida que todo lo respeta y comparte y cuyo único mandato es el del amor. Digamos, como conclusión, que el cristianismo, vivido como es debido, tiene la misión de garantizar, entre otras muchas cosas, una larga vida del hombre sobre la Tierra.
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