Encíclica del Hermano Papa Francisco dedicada a la Ecología Integral (3)

El avance de la ciencia y la técnica enfocadas hacia el poder económico, no equivalen al avance de la humanidad y no garantizan un futuro mejor a las generaciones venideras.enideras

El IDH (Indice de Desarrollo Humano) mide el grado de Desarrollo Humano de un país, teniendo en cuenta tres variables fundamentales:

1º) Esperanza de vida al nacer, que analiza el promedio de edad de las personas fallecidas en un año. En España, en 2018, fue de 80,7 años para los hombres, y de 86,3 para las mujeres. La media son 83.5 años. En cambio la Esperanza de Vida en la R.D. del Congo es tan solo 60,03 años, más de 20 años menos. En los 52 países africanos, en 12 la esperanza de vida no llega a los 60, en 32 no llega a los 70, y en los 8 restantes no llega a los 80. La esperanza de vida media africana es de 63,7 años. La de Europa es de 81.9. La diferencia son más de 18 años.

2º) Educación, que recoge el nivel de alfabetización adulta y el nivel de estudios alcanzado. En Africa la alfabetización alcanza al 64,87% de la población. En Europa alcanza al 98,46 %.

3º) PIB (Producto Interior Bruto)refleja el valor monetario de todos los bienes y servicios finales producidos por un país o región en un determinado periodo de tiempo, normalmente un año. Se utiliza para medir la riqueza de un país. El PIB PER Cápita (por cada persona) se calcula dividiendo el valor monetario del país por el número de sus habitantes.

Poder llevar un nivel de vida digno supone tener acceso a los recursos económicos necesarios a tal fin. Un PIB bajo supone no tener acceso a ellos, y por tanto no poder vivir dignamente.

El IDH (Indice de Desarrollo Humano) se mide de 0 = desarrollo humano nulo, a 1 = desarrollo humano total.

Aplicando esta escala a los diferentes países, obtenemos tres clases o grupos fundamentales de países:

-Países con Alto desarrollo Humano: Tienen un IDH mayor de 0,800.

-Países con Medio desarrollo Humano: Tienen un IDH entre 0,500 y 0,800.

-Países con Bajo desarrollo Humano: Tienen un IDH menor de 0,500.

Un país que tiene un IDH inferior a 0,500 significa que sus habitantes sufren mucho, que hay gran malestar en la población, está en riesgo inminente de graves conflictos sociales y en riesgo de ser un Estado fallido, como estamos comprobando a diario en Africa.

Si bien el IDH de un país nos refleja un poco la situación global del país, sin embargo no mide al grado de satisfacción de la gente con su vida, porque un país puede tener un IDH alto, pero existir una gran desigualdad, por la injusta distribución de los bienes del país, con mucho en pocas manos y muchas manos con poco. Hoy hay mucha riqueza en el mundo pero está muy injustamente distribuida. La desigualdad es tal que el 1 % de la humanidad tiene tanto como el 99 % restante (Fuente: Oxfam).

Veamos estos datos:

El PIB (Producto Interior Bruto) medio para cada africano en 2018 fue de 2.780 € anuales. Menos de 8 € al día.

El PIB (Producto Interior Bruto) medio para cada europeo en 2018 fue de 33.848 € anuales. Más de 92 € al día.

El IDH (Indice de Desarrollo Humano) medio para cada africano en 2018 fue de 0.542.

El IDH (Indice de Desarrollo Humano) medio para cada europeo en 2018 fue de 0,884

Todos estos son datos medios, pero las diferencias personales son abismales: En Africa, con 52 paíes, 18 no llegan a un IDH de 0,500; 19 no llegan a 0,600, y 11 no llegan a 0,800. En cabio en Europa, de 25, todos, salvo Bulgaria, están por encima de 0,800, y de estos 11 aun están por encima de 0,900. Las diferencias entre Africa y Europa son abismales.

Africa está casi toda ella en riesgo de grandes convulsiones. Africa es un dolor, es un infierno de sufrimiento. Por eso dicen que prefieren morir del coronavirus a morir de hambre. Africa es un continente muy rico, pero sin embrago, es donde están los más empobrecidos de la tierra, porque el valor de sus riquezas está en manos de muy pocos y la mayor parte de las mismas en poder de potencias económicas multinacionales extranjeras del Norte opulento, como veremos más abajo.

Pues bien, el Capítulo 3º de la Encíclica aborda la raíz humana de la crisis ecológica, porque los avances tecnológicos cada vez están más vinculados a las ansias de poder, de dominio y de control global. La alianza entre tecnología, finanzas y poder es cada vez más evidente, y no se dirigen al bienestar de la sociedad, sino del dominio, lo cual no garantiza una mejor distribución de la riqueza, ni mejor cuidado del medio ambiente, ni los derechos de las generaciones futuras puesto que cada vez pone más en menos manos y deja más manos con menos, exacerba el consumo y la consiguiente sobreexplotación de los recursos limitados del planeta. Está claro que el avance de la ciencia y la técnica enfocadas hacia el poder económico, no equivalen al avance de la humanidad y no garantizan un futuro mejor a las generaciones venideras.

Fruto fatal de esa alianza entre tecnología, finanzas y poder estamos viendo un crecimiento brutal de la desigualdad, tanto a nivel personal como global. Entre un habitante de la R.D. del Congo y un suizo la media de desigualdad es de 1 a 214. Esto quiere decir que sin una adecuada antropología, no hay verdadera ecología. Si no somos capaces de sanar las relaciones entre personas, menos sanaremos las relaciones con la naturaleza.

El control económico del mundo cada día que pasa está en menos manos cada vez más poderosas, sobre todo la alimentación, en manos de unas pocas pero enormes corporaciones multinacionales que producen mucha comida pero insana y adulterada química o genéticamente. Es necesario no marginar a millones de pequeños agricultores, que producen alimentos naturales, ecológicos, sanos y nutritivos. Es necesario limitar los experimentos con animales y especies y controlar los OGMs, (Organismos Genéticamente Modificados) no solo por la incidencia que pueden tener en el orden genético que desconocemos y reducen la biodiversidad genética, sino porque de hecho están en manos de multinacionales que con sus patentes mundiales no solo los monopolizan a ellos, sino también los tratamientos, los fertilizantes y los manejos que necesitan, así como la concentración de las tierras más productivas en manos de unos pocos. “El cultivo de transgénicos supone incremento del uso de tóxicos en la agricultura, contaminación genética, contaminación del suelo, pérdida de biodiversidad, desarrollo de resistencias en insectos y ‘malas hierbas’, riesgos sanitarios y efectos no deseados en otros organismos. Los efectos sobre el conjunto de los seres vivos son irreversibles e imprevisibles”, afirma Greenpeace.

Según el BM (Banco Mundial) en los últimos años compañías Multinacionales e inversores extranjeros de EE.UU. China, Emiratos Arabes, Japón, Gran Bretaña, Bélgica, Francia y Alemania

adquirieron 227 millones de hectáreas de tierra, tan solo en fincas de más de 1000 hectáreas, principalmente en Africa, con destino preferentemente a monocultivos transgénicos para bicombustibles y acaparamiento de agua, que es una de las más grandes necesidades de los pobres. La mayoría de los agricultores africanos no tienen títulos de propiedad, y son los gobiernos quienes las ponen en venta, dejando a sus agricultores sin tierra. Al comprar la tierra va con ella el agua y el subsuelo con sus materias primas.

Conclusión: Mucho falta todavía por hacer en este mundo para hacerlo un poco más justo y humano, y al menos un poco más coherente con el mensaje del Evangelio de Jesús de Nazaret. No esperemos que lo hagan los Gobiernos, porque si quisieran hacerlo de verdad, ya hace mucho tiempo que pudieron hacerlo. Solo cuando la mayoría de los pueblos de la tierra tomen conciencia de este imperiosa necesidad tendrán la fuerza social suficiente para que el cambio para un mundo mejor sea posible.

El Papa Francisco con esta Encíclica trazó unas líneas muy claras a seguir: es cuestión de todos caminar por ellas.

Un cordial abrazo a tod@s.-Faustino

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