Compartiendo una experiencia interreligiosa desde la India

Compartiendo una experiencia interreligiosa desde la India
Compartiendo una experiencia interreligiosa desde la India

Quiero compartir un testimonio personal de mi estadía en Pune (India), donde estoy teniendo la oportunidad de conocer esta realidad, dejándome enriquecer por ella. Y, así ha sido, porque todo lo diferente abre la mirada, cuestiona la propia comprensión y dispone para desprenderse de las convicciones que creemos inamovibles para acoger la multiplicidad de visiones legítimas y, también, verdaderas.

Antes de hablar de la vivencia de fe, no puedo dejar de decir una palabra sobre la realidad. Estoy viviendo en un barrio muy sencillo con todo lo que ello implica. Concretamente, aunque al apartamento donde vivo no le falta ningún servicio básico, el conjunto es de mucha precariedad, de demasiada necesidad. Verdaderamente, India, es un país muy poblado y muy pobre, eso significa que sientes demasiadas personas a tu alrededor y las necesidades están ahí frente a tus ojos. Por ejemplo, el apartamento de al lado de donde vivo, aloja a cuatro matrimonios, con sus respectivos hijos, en un espacio de dos habitaciones (sé que eso también pasa en muchos barrios pobres de nuestros países, pero, en esa ocasión, estoy aquí, viviendo con estos vecinos). Hay tanta basura por las calles que los “cuervos” son infinitos y producen un ruido ensordecedor y casi te los topas cuando caminas. Y, hablando de las calles, prácticamente no hay andenes y, como es tiempo de lluvias, el barro lo cubre todo y caminas con el miedo real de resbalarte fácilmente. Pero un punto álgido es el transporte. Abundan los rickshaws (mototaxis), las motos y los carros (no hay muchos autobuses por la zona en que vivo) y, aunque en algunos lugares hay semáforos, es como si no existieran, además de que casi siempre están dañados. Aquí el transporte va por donde quiere: no hay derecha, ni izquierda, no hay cruces prohibidos, todos hacen lo que quieren, usan el pito continuamente, y como no hay andenes, los peatones tenemos que mantenernos bien alertas para esquivar todos esos medios de transporte y lograr pasar al otro lado. No crean que estoy exagerando en esta experiencia del transporte. Al menos, por donde vivo y, en algunos otros lugares a donde he ido, incluidas otras ciudades (Honavar, Goa, New Delhi, Agra, Jaipur) es así. Añadiendo que, las vacas forman parte del panorama de las calles y también hay que esquivarlas. Las vacas se consideran sagradas, solo que cuando no las pueden mantener, las sueltan y vagan por toda parte. Realmente, todo este panorama callejero me ha impresionado mucho. Pero lo más abrumador es la pobreza. Mucha gente viviendo en la calle, en condiciones inhumanas. Mucho perro y gato callejero y en muy mal estado, sin que falten las ratas que me asustan bastante. Todo lo descrito aquí, no significa que no haya otros lugares muy ricos, con desborde de lujo y oportunidades para algunas porciones de la población.

Ahora bien, lo que, en verdad, quiero compartir es la vivencia religiosa que he podido percibir. La pluralidad de religiones se nota a cada paso. Hay muchas mezquitas musulmanas cerca de donde vivo y cinco veces al día se oye al IMAN haciendo la oración. También hay muchos templos hindúes y la gente entra a hacer sus ofrendas y conseguir las bendiciones de las divinidades. Por parte de los católicos, no hay tantas parroquias, pero tampoco faltan. Los creyentes asisten, casi diariamente, a misa, escuchándose también, desde el lugar donde vivo, los cantos y oraciones de la liturgia, porque en todo lado utilizan micrófonos de largo alcance. Lo más interesante, es que todos conviven, se respetan y se aceptan. Sin embargo, en este país, con mayoría hinduista, las directrices políticas del actual gobierno están restringiendo esta pluralidad de religiones y se prohíbe rotundamente venir aquí en plan de evangelización. Pero, como ya dije, en la vida diaria, conviven tranquilamente y me hace pensar en tantos esfuerzos por establecer el diálogo interreligioso cuando aquí simplemente se vive cotidianamente. Verdaderamente, Dios está presente mucho más allá de nuestras propias creencias y supera muchas cosas que defendemos en la Iglesia como si no hubiera más formas de vivir la relación con la trascendencia. En países como este, es un hecho y nadie lo pone en duda. O vamos a creer que el 80% de la población de la India que es hinduista, ¿no conoce a Dios? ¿no se va a salvar? o ¿viven en el error? Es imposible pensar así y por eso, la vivencia cercana con estas realidades, aumenta el convencimiento de la presencia de Dios de muchas formas y, según las diferentes culturas, yel impulso al bien que Dios suscita en las múltiples religiones.

Como el catolicismo es minoritario (también hay confesiones protestantes) la cohesión de los que asisten a cada parroquia es muy fuerte. Se conocen, comparten una merienda a la salida de la misa y su participación es muy activa y frecuente. Hay una buena vivencia de comunidad.

En general, en medio de todo el caos que describí al principio, hay unos valores evidentes: la sencillez, la austeridad, el respeto hacia lo sagrado, la valoración de la experiencia religiosa, la decisión personal de pertenecer a una religión y vivir los valores que ahí se proclaman, sin imponerlos a nadie y sin juzgar a los demás. Existe un respeto hacia la creación y un delicado servicio hacia los demás.

Lamentablemente, desde mi punto de vista, la situación de la mujer sigue siendo muy limitada. En casi ninguna mezquita musulmana aceptan mujeres y muchas llevan burka, es decir, cubiertas con el vestido negro de cabeza a pies, solo con una ranura para los ojos, aunque algunas ni esa ranura tienen. ¿Cómo ven el exterior? ¡Ni idea! Las hinduistas siguen con la realidad de las castas y, aunque legalmente están abolidas, en el imaginario siguen vigentes, pudiendo aspirar a grandes cosas si eres de las castas altas o resignarte a tu suerte si eres de las bajas. Y, en el catolicismo, aunque en algunos lugares hay más apertura y se busca la igualdad, en muchas zonas, especialmente rurales -la India tiene un 65% de zonas rurales-, el obispo “impone” ciertas normas a las mujeres (usar el velo obligatoriamente) y las excluye de lugares de participación. No pareciera que la “sinodalidad” haya pasado por ahí.

Aunque no he podido acercarme demasiado a otros aspectos de esta parte de India, existe un ambiente cultural y científico muy acentuado, de tal manera que llaman a Pune, la “Oxford” de la India, y también no deja de haber movimientos sociales que buscan transformar la realidad. Espero tener más contacto con estos aspectos, en breve.

Finalmente, me queda la convicción profunda del sentido religioso de los pueblos y de sus múltiples expresiones. De aquí me surge también, una pregunta honda sobre cómo todas las religiones podrían encarnarse o comprometerse más con la realidad y no quedarse, a veces demasiado, solo en la parte de relación personal con Dios o de cumplimiento de ritos y normas. En un país tan religioso como este, no me parece que la fe sea un motor evidente de transformación. Pero, puedo equivocarme. Lo cierto es la urgencia de testimoniar al Dios que se compromete con su creación y cuenta con nosotros para llevarla a feliz término. Sin duda, este tiempo que he vivido aquí, me agrandará la visión de mundo, de fe, de cultura, de religiones.

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