La encíclica de la conversión ecológica desde los pobres


Desde que salió a la luz pública el 24 de Mayo de 2015 –y aún antes-, la Encíclica LAUDATO SI de Francisco, Obispo de Roma, despertó muchos y positivos comentarios. Cada escrito ha ido enfatizando distintas perspectivas porque cada autor habla desde un lugar y es más sensible a unos aspectos. ¿Cuál es nuestra perspectiva? El título lo señala: concientizarnos de la necesidad de una conversión ecológica, como lo propone la encíclica y hacerlo desde el lugar de los pobres.
La Encíclica consta de 246 numerales, divididos en seis capítulos, así: Una introducción (1-16), capítulo primero “Lo que le está pasando a nuestra casa” (17-61), capítulo segundo: “El evangelio de la creación” (62-100), capítulo tercero: “Raíz humana de la crisis ecológica” (101-136), Capítulo cuarto “Una ecología integral” (137-162), capítulo quinto “Algunas líneas de orientación y acción” (163-201), capítulo sexto “Educación, espiritualidad ecológica” (202-246) y termina con dos oraciones, “Oración por nuestra tierra” y “Oración cristiana con la creación”. Cada capítulo está dividido en diversos apartados lo que permite intuir el contenido preciso de cada uno.
Hay que destacar varios aspectos. Comencemos por la manera de estructurar la Encíclica. Podemos ver el uso del método pastoral latinoamericano ver-juzgar-actuar. El primer capítulo se dedica a “ver” la realidad; en el segundo y tercero, “juzgar” esa realidad desde “el evangelio de la creación” y desde una visión más científica “Raíz humana de la crisis ecológica”. De ahí pasa, en los capítulos cuarto, quinto y sexto, al “actuar” señalando la propuesta de una ecología integral, unas líneas de orientación y de acción y una educación y espiritualidad ecológica. Además utiliza expresiones muy del pensamiento latinoamericano tales como: “casa común”, “madre tierra”, “clamor de la tierra y de los pobres”, “el cuidado”, “la interdependencia de todos los seres”, “de los pobres y vulnerables”, “ecología integral”, etc.
Como ya lo hizo en su anterior encíclica, el Papa valora las contribuciones de las Conferencias Episcopales de cada lugar, como también de los Papas que lo precedieron, de varios teólogos y pensadores y de santos y místicos, como San Francisco de Asís, sin duda, el inspirador de toda la carta.
Su gran novedad es la propuesta de una ecología integral. Es decir, que no se limita a lo ambiental –como tal vez ya nos hemos acostumbrado a oír hablar de ello- sino una ecología que asume lo social, cultural, económico, histórico, etc. Y, todo esto desde la preocupación por los pobres: 57 veces utiliza la palabra “pobres” mostrando no sólo la vinculación entre compromiso ecológico y responsabilidad con ellos sino denunciando que los pobres son los más afectados ante la depredación de la naturaleza.
Así lo afirma con insistencia: es inseparable la preocupación por la naturaleza, la justicia con los pobres, el compromiso con la sociedad y la paz interior (10), hay una íntima relación entre los pobres y la fragilidad del planeta (16), los pobres son los que más sufren las consecuencias dramáticas de la degradación ambiental (13.48), especialmente, en su salud (20), son los que viven en los lugares más afectados con el calentamiento y padeciendo las consecuencias de la alteración de sus recursos productivos, teniendo muchas veces que migrar, con graves consecuencias para sus vidas y las de sus hijos (25). Los pobres son los que menos acceden al agua potable (28) y por tanto los que más sufren con enfermedades relacionadas con su falta (29). Negarles el derecho al agua es negarles el derecho a la vida y por tanto a su dignidad (30). La cultura del descarte afecta, especialmente, a los seres humanos excluidos (22), ellos viven en zonas escondidas muy lejos de esas zonas con espacios verdes de las grandes ciudades a las que no tienen acceso (45). No suele haber conciencia clara de los problemas que afectan particularmente a los excluidos aunque ellos son la mayor parte del planeta (49). Por eso es tan urgente escuchar el clamor de la tierra como el clamor de los pobres (49). Se desperdicia aproximadamente un tercio de los alimentos que se producen y el alimento que se desecha es como si se robara de la mesa del pobre (50). Hay que compartir los frutos de la tierra, especialmente, con los pobres, las viudas, los huérfanos y los extranjeros (71), Es verdad que hay que preocuparse de otros seres vivos pero debería exasperarnos más las enormes inequidades entre las personas, permitiendo que unos parezcan más dignos que otros (90). Las líneas de acción deben suponer un cuidado de la naturaleza pero al mismo tiempo combatir la pobreza y devolver la dignidad de los excluidos (139). Como aspecto muy positivo e iluminador es el llamado de atención de la ecología humana que viven los pobres muy por encima de sus precariedades. Ellos son capaces de vivir una ecología que surge de la relación entre ellos, la solidaridad y la capacidad de cuidar su propio entorno desde su pobreza (148.232). Y junto a estas y otras referencias, la Encíclica hace una fundamental: se invoca a Dios como “Dios de los pobres” pidiendo que nos haga capaces de rescatar a los abandonados y olvidados de esta tierra y luchar por la justicia, el amor y la paz.
La Encíclica también tiene una voz profética al denunciar claramente quiénes y de qué manera producen esta grave crisis ecológica: Muchos de aquellos que tienen más recursos y poder económico o político parecen concentrarse sobre todo en enmascarar los problemas o en ocultar los síntomas (26), es previsible que el control del agua por parte de grandes empresas mundiales se convierte en una de las principales fuentes de conflictos de este siglo (31), mirando el mundo advertimos que este nivel de intervención humana, frecuentemente al servicio de las finanzas y del consumismo, hace que la tierra en que vivimos en realidad se vuelva menos rica y bella, cada vez más limitada y gris (34), tampoco se pueden ignorar los enormes intereses económicos internacionales que, bajo el pretexto de cuidarlos, pueden atentar contra las soberanías nacionales. Existen propuestas de internacionalización de la Amazonía que sólo sirven a los intereses económicos de las corporaciones internacionales (38), a la hora de actuación concreta (los pobres) quedan frecuentemente en el último lugar. Ello se debe en parte a que muchos profesionales, formadores de opinión, medios de comunicación y centros de poder están ubicados lejos de ellos, en áreas urbanas aisladas, sin tomar contacto directo con sus problemas (49), hay una verdadera ‘deuda ecológica’ particularmente entre el Norte y el Sur (51), la actividad contaminante de empresas que hacen en los países menos desarrollados lo que no pueden hacer en los países que les aportan capital (51), llama la atención la debilidad de la reacción política internacional. El sometimiento de la política ante la tecnología y las finanzas se muestra en el fracaso de las Cumbres mundiales sobre medio ambiente. Hay demasiados intereses particulares y muy fácilmente el interés económico llega a prevalecer sobre el bien común y a manipular la información para no ver afectados sus proyectos (54), la reducción de gases de efecto invernadero requiere honestidad, valentía y responsabilidad, sobre todo de los países más poderosos y más contaminantes (169), la estrategia de compraventa de ‘bonos de carbono’ puede dar lugar a una nueva forma de especulación, permitiendo el sobreconsumo de algunos países y sectores (171).
Todo lo anterior se va desarrollando mejor a lo largo de la Encíclica en sus seis capítulos de los cuales se puede ver una síntesis en: https://www.academia.edu/13229044/La_enciclica_del_ambiente_y_de_los_pobres
Volver arriba