Creacionismo Vs. Evolución (8/21) Dios y la ciencia.

Por MANUEL BARREDA.


1. El problema de Dios como explicación última.

El problema de Dios es su improbabilidad.

Dios constituye una hipótesis innecesaria, pues aumenta el problema de la improbabilidad: no lo resuelve.

Fue Ockham, un filósofo franciscano tardomedieval quien propuso no incluir elementos innecesarios

• Cualquier Creador tiene un origen no menos misterioso que el Universo. Y sin embargo el creacionista lo nombra como si aportara alguna solución mágica al enigma…

– Pero, cuando se le pregunta por su origen, da una rápida evasiva (“Dios existió siempre” o “no sé desde cuándo ni cómo apareció, pero es imprescindible una Inteligencia”) y se excusa, antes de marcharse…

– Después de afanarse en postular que la antena de un insecto no tiene explicación fácil o “suficiente”, o no está “bien” lograda, el creacionista propone un ente mucho más complicado que una bacteria, que un flagelo, que un huevo con cáscara, que dicha antena, y añade que tal ser complejísimo, es el único que no precisa explicación alguna.

– El científico mira al universo y halla una situación cuya explicación es difícil y requiere uno o varios momentos particularísimos, pero mira la hipótesis Dios y sólo ve un escalón nuevo que no arregla nada, y exigiría un momento aún más excepcional, un ente supercomplejo, un nuevo escalón cuya introducción complica mucho más de lo que pretende arreglar y además carece de cualquier explicación concebible.

• No sólo es un ente innecesario e improbable (como puedan considerarse hadas, grifos, gnomos, o dragones “escupefuego” y secuestradores de princesas, entre otras creaciones humanas), es que se trataría (mucho más aún que los seres citados) de un auténtico “salto” inexplicable, aun más improbable que cualquiera de los otros “saltos” que el creacionista denunciaba como infundados para luego decepcionarnos proponiendo un creador cuyo origen, necesidad y naturaleza se caracterizarían por no precisar explicación.

Recalquemos la contradicción: el creacionista denuncia pequeños “saltos” que no están suficientemente explicados; y luego, tal crítico exigente introduce uno mayor: un elemento que acaba siendo el más improbable e inexplicable de todos, en una medida infinitamente superior a los que se consideraban insuficientes o inaceptables.

2. ¿Por qué dicen los creacionistas que hay cada vez más científicos entre sus filas?

Ellos sabrán: los biólogos son evolucionistas en un 99%.

– Esto es más de lo que esperaría al decir sobre el porcentaje de cristianos que responde en cualquier encuesta que es creyente.
Personas y científicos creyentes (que creen en un dios personal creador del universo, lo que en modo alguno, ni para el Papa es incompatible con ser evolucionista). (Richard Dawkins: El espejismo de Dios)

– Más del 90% de la población de EEUU es creyente. Pero sólo el 7% de sus científicos de élite (Academia Nacional de Ciencias); esta cifra es menor entre los biólogos y va reduciéndose continuamente (hace unas décadas eran el 12%).

– Aún es menor entre la élite británica (sólo un 3,3 % de los miembros de la Royal Society creen que “existe un Dios personal”, en tanto un 78,8 % se muestra “totalmente en desacuerdo” con que dicha frase exprese su fe).

• Incluso considerando “creyentes” a quienes eligieron el 6 y el 7, y “no creyentes” a quienes eligieron el 1 ó el 2 (en la escala de creencia de 1 a 10) se obtiene un masivo 213 no creyentes contra 12 creyentes. Recuérdese que no se sondeaba si eran evolucionistas, sólo si eran o no creyentes.

– Existe un único sitio web que nombra a los científicos cristianos que han ganado un Nobel, pero sólo nombra a seis de entre un total de varios cientos y “al menos uno de ellos, hasta donde yo sé, es un no creyente que asiste a la iglesia por razones puramente sociales.” (R. Dawkins Op. Cit, págs. 112-115).

• Claro que a los creyentes les va mejor: la fundación Templeton les da pagos millonarios por afirmaciones que apoyen la fe en Dios, aunque sea un poco.

– Pero “entre los científicos británicos contemporáneos se presentan siempre los mismos tres nombres (…): Peacocke, Stannard y Polkinghorne”, con los que se corresponden algunos paradigmas norteamericanos como Francis Collins, que, no obstante, “destacan por su extrañeza y son objeto del divertido desconcierto de sus colegas de la comunidad académica.” (R. Dawkins, op. Cit., pág. 111)
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