Cristianismo e historia: la perspectiva científica / y 5

Todo el conocimiento científico es hipotético y conjetural (Karl R. Popper).

De acuerdo con el principio de economía de Occam, la hipótesis más simple tiene mayor capacidad heurística.  Por ello, si un hecho religioso o una creencia de fe es explicable por medios naturales, será ocioso buscar una explicación sobrenatural o paranormal, pues se estará explicando lo obscuro por algo más obscuro todavía, como es el misterio objeto de fe.

Por ejemplo, en el caso de la crucifixión de Jesús, que es el episodio central de los cuatro evangelios canonizados, si tal hecho es comprensible y explicable por un delito de sedición contra el imperio y por la condena romana llevada a cabo por Poncio Pilato, es ocioso recurrir a la doctrina teológica de la muerte expiatoria de Pablo, solo aceptable desde la fe, que tiene origen sobrenatural.

Es también ocioso aplicar a la pasión de Jesús  la figura de un Mesías sufriente, extraña al judaísmo, prefigurado por el siervo de Yahvé del Deuteroisaías (Is 53), como hace el evangelista Marcos, seguido de Mateo y de Lucas más tarde. Igualmente, si la generación y el nacimiento de Jesús son comprensibles por medios naturales, iguales a los demás mortales, es ocioso recurrir a un milagro sobrenatural,  donde una virgen es fecundada por un espíritu divino y no por el semen de un varón.

De modo análogo, en el ámbito de las ciencias naturales, si la peste negra medieval es explicable como resultado de una epidemia biológica, es ocioso recurrir a la hipótesis moralista de un presunto castigo divino, como también hicieron algunos predicadores evangelicales en EE. UU. durante la pandemia del Covid-19.

El recurso a una causalidad sobrenatural, opuesta a una simple causalidad natural y científica, se repitió en otros muchos casos de catástrofes naturales a lo largo de la historia. El espíritu científico es, pues,  lo opuesto al espíritu teológico, que está basado en el argumento de autoridad, sea de carácter bíblico o eclesiástico.

El exegeta crítico, al ser un indagador de la verdad, no puede partir de proposiciones de fe, que funcionen de forma implícita o explícita como premisas, ni derivar conclusiones que deban ser acordes con la fe o la doctrina ortodoxa.

Su propósito no es hacer apología del dogma, por ejemplo demostrar la divinidad de Jesús o la encarnación del Verbo divino, pero tampoco es atacarlo sin más, como a menudo se ha afirmado desde una actitud apologética.

Sus hipótesis explicativas han de ser contrastadas por la experiencia científica, de manera pública e intersubjetiva dentro de la comunidad de investigadores.

Se trata de dos métodos y dos actitudes muy diferentes, dos juegos de lenguaje, cada uno con sus propias reglas. Sería  incongruente, pues, que uno intente funcionar con las normas del otro.

Pese a ello, durante siglos la exégesis teológica y eclesiástica se identificó con el conocimiento correcto de la realidad histórica. En todo caso, no debe confundirse la experiencia subjetiva de fe con la experiencia científica, de carácter totalmente diferente por ser objetiva, es decir,  intersubjetiva.

El investigador francés Alfred Loisy, después de la condena de su libro L'Évangile et l'Église (1) por el Santo Oficio en 1903, en carta a un obispo aclaraba de modo preciso el método histórico-crítico que él practicaba:

“Vd. sabía que un libro de historia no es un libro de teología y que esbozar la fisonomía histórica de Jesús no es analizar las definiciones de los concilios referentes a la consustancialidad del Hijo y del Padre, la unión hipostática y la unidad de la persona de Cristo en dos naturalezas, la divina y la humana”(2).

Alfred Loisy, en efecto, adoptaba el punto de vista del historiador y del exegeta crítico, prescindiendo de la inspiración divina de la Escritura sacra y de la tesis de la inerrancia, que son verdades de fe,  tratando el texto bíblico como cualquier otro texto del mundo antiguo.

Digna de loa es su visión de la función que cumplen las hipótesis en la investigación histórica, que guarda similitud con la posterior concepción del racionalismo crítico de K.R. Popper.

Asumiendo una epistemología de la incertidumbre, la hipótesis más plausible, afirmaba Loisy, será aquella capaz de dar cuenta de todos los hechos o textos analizados y que se adapte a ellos de la forma más simple.

A nivel teórico, después de arduas disputas sobre los estudios bíblicos, la iglesia católica sostiene seguir los métodos histórico-críticos, pero subordinados a la guía normativa y directrices del magisterio eclesiástico, lo que es contrario al espíritu libre de la investigación científica, por convertir la historia en sierva de la teología, como durante siglos lo había sido la filosofía.

La pretensión del erudito y líder del movimiento modernista Alfred Loisy era emancipar el estudio de la Biblia y del cristianismo de la tutela teológica y del control de la ortodoxia, que sometía a todo investigador a la rectitud doctrinal de la ortodoxia, defendida por la autoridad de la jerarquía católica y el papa como cabeza suprema de la misma.

Pero pensaba que era absolutamente necesario saber demarcar y separar los hechos históricos de los hechos legendarios o relatos míticos de la Biblia y no confundir las verdades de fe (verités de foi, según Loisy) con las verdades de hecho (verités de fait, en Loisy).

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(1)  Puede consultarse esta polémica obra del erudito A. Loisy en www.gallica.bnf.fr.

(2) Véase  Loisy, Alfred (1903), Autor d'un petit livre,  en www.gallica.bnf.fr.

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