Desprendimiento de retina o ceguera colectiva?

En el mundo en que vivimos impera invenciblemente la “cultura de la imagen”. Cada día aparecen nuevos lenguajes visuales. Hasta el genuino fónico teléfono se ha trasformado en video, internet, cámara fotográfica… Parece que en los humanos sólo existe el sentido la vista. Los demás, como si se hubieran atrofiado.
De todas formas este considerando no es de ahora. Podemos constatar que, de muy antiguo y en la mayoría de las civilizaciones, la visión y la ceguera se han usado como alegorías para definir estados anímicos, espirituales y morales. Y es que “los ojos - reza el proverbio- son el espejo del alma”. Es como una visión biológica de los conceptos.
Curiosamente, cuando se ha pretendido enfatizar lo incomprensible, se ha recurrido a la ceguera. Y se dogmatiza: “la justicia es ciega, el amor es ciego, la fe es ciega…” Y para dar más realismo a la fantasía, estos conceptos abstractos se encarnan en figuras humanas con una venda en los ojos.
La justicia es ciega. Yo diría que más bien es bisoja. A veces mira para un lado, a veces para otro. Será porque en ocasiones no tiene “miramientos”, en otras hace la vista gorda y cuando no, incurre, ofuscada, en luctuosos errores, como recientemente. (¡Que lúgubre paradoja! La niña se llamaba “Mari Luz” y la Justicia, ciega)
El amor es ciego. Lo acaban de acreditar competentes eruditos: “Cuando nos enamoramos perdemos la capacidad de criticar a nuestra pareja, por lo que puede decirse que, en cierta manera, el amor es ciego”. Ciego y sumiso, ciertamente. Lo que ocurre es que luego, el matrimonio te “devuelve la vista”. Correcta deducción considerando las frecuentes “vistas” en los juzgados.
La fe es ciega. Yo matizaría: Fe ciega es una tautología, pues la fe es siempre ciega. Fe significa creer en algo que no pertenece a mi experiencia; de lo contrario no constituiría un acto de fe, sería mi evidente experiencia directa. En este caso, no sería necesario motivarlo a través de la fe.
¿La fe es ciega o la fe nos ciega?
Los resultados “están a la vista”. Creer es más fácil que pensar. Y ésta es la razón por la que el porcentaje de crédulos sea tan elevado.
Dicen que la fe es ciega. Y sin embargo, resulta que, por lo visto, posee el don de la lúcida clarividencia.
La fe ciega puede sostener, patrocinar, defender y justificar lo que sea. Si una persona cree en un dios diferente, o incluso si practica un ritual diferente para adorar al mismo dios, la fe ciega puede decretar que ese tal debe morir. Si hay que propugnar a ultranza que un tal Jesús revivió, abandonando en carne y hueso gloriosamente el sepulcro, la fe ciega lo ve con diáfana visión. Y será capaz de dar o quitar la vida por defender tan “luminosa evidencia”.
Yo entiendo que haya temas que habrá que “mirarlos con los ojos de la fe”; pero es que resulta que a la fe ¡la representan con una venda en los ojos!… Chocante paradoja. Y es que la “fe-ciega” no es fe. Es fanatismo religioso.
La fe es ciega, ¿pero por qué no se oye decir que su ceguera es contagiosa?
¿Hasta donde llega la fe ciega en la religión? Hasta donde la imaginación puede alcanzar. De mitos a ritos; de bulos a bolas y bulas; de mañas a patrañas y cuentos a cientos.
La fe es simplemente un pobre substituto de la experiencia. “Yo necesito la fe”, porque en realidad “ignoro”; y la fe me permite “hacer como si” supiera.
La fe ciega es la tapadera de la ignorancia. La fe ciega es como confiar en un desconocido que te guía con los ojos vendados hacia un precipicio. “Si un ciego guía a otro ciego…”
No necesito averiguar las cosas por mí mismo, me basta con tener fe. La fe existe únicamente porque no me he tomado la molestia de descubrir el mundo en el cual habito y he decidido adoptar “en un acto de fe”, a ciegas, las ideas y creencias de otros. Así la fe ciega se transforma en el gepeese de mi itinerario por este mundo…
¡Es hora ya de que la gente de fe abra los ojos a todo aquello que está aquí, al alcance de su razón!
Y que conste que este tema metafórico que identifica la ceguera y la fe no es mío. Un tal Jesús de Nazaret, una autoridad en estos asuntos, se encaró con los fariseos y les reprendió duramente: “Si fuerais ciegos, tendríais fe”. O sea, identifica tener fe con ser ciego.
El típico refrán tópico “no hay peor ciego que el no quiere ver” se puede aplicar a la fe. Porque, a veces, la fe es tan ciega que se niega a ver situaciones que para la mayoría de los mortales resultan verdades que les afectan directamente. Y aunque se ha dicho que “la fe mueve montañas”, la experiencia ha demostrado que la dinamita es mucho más eficaz.
La fe ciega es la ceguera de la razón en el nivel más profundo. La fe, como manifestación religiosa, siempre ha sido irracionalidad. Cuando se habla de fe, no es Dios quien se acerca al hombre; es el hombre quien se guarece en Dios. Y algunos necesitan un “lazarillo”. La verdad, siempre me ha parecido que el mayor pecado de todos es presumir de conocer la mente de Dios...
La fe es ciega. El amor es ciego. La justicia es ciega… Lo dijo un ciego que se creía depositario de la verdad. No renuncio a citar a Nietzsche: “Fe es no querer saber la verdad.” Otro alguien afirmó también: “La verdad os hará libres”. Y no menciona ninguna religión.

La verdad os hará libres. La mentira, crédulos. ¿Es que, a lo largo de los siglos, se ha provocado desprendimiento de retina o se ha producido una “ceguera colectiva”?. “Soñaba el ciego que veía, y soñaba lo que quería”(Refrán). Lo urgente es no dejarse cegar.
Y salta a la vista: En el país de los ciegos, el tuerto es el rey… ¿de Roma?