¿Erudición o pensamiento propio?

La acumulación de referencias podría ser en otro tiempo y en realidad era erudición. Hoy ha dejado de serlo. Por tenerlo a mano, Erasmo de Rotterdam era un fantástico erudito en un libro tan sencillo como "Elogio de la locura". Hoy la erudición a secas serviría de bien poco si... La erudición actual la proporciona Internet.

Serviría de poco, porque lo que realmente importa es el pensamiento propio, que es lo que de original aporta quien escribe sobre determinados aspectos de la vida o del pensamiento de otros.

Es desalentador ver cómo la mayor parte de las veces “parece que uno ya ha leído antes” lo que con tanto interés ha tomado en sus manos. Es la crítica que se puede hacer a muchas obras poéticas o musicales: “eso ya me suena”.

Quien tenga la valentía de leer con detenimiento alguna de las Encíclicas de Juan Pablo II e incluso de Benedicto XVI
podrá caer en la cuenta de lo que aquí se dice: ¡no hay un solo párrafo sin cita bíblica! En tales encíclicas no hay lugar para el pensamiento, sólo “ordenación de citas” según un esquema predeterminado. De ahí el "esto ya me suena" cuando uno se adentra en escritos tan desabridos. Y conste que me he tragado muchísimas Encíclicas.

Cosa bien distinta es la literatura como obra de arte. Aquí determinados autores podrán impresionar por su dicción y sabio manejo de los recursos literarios; por la agudeza de su pensamiento que se muestra también en el manejo sabio de las palabras; por su ilustración siempre oportuna; por el sabio uso de la cita, bien a favor, bien en contra, que suele ser menos frecuente... por el dominio de otros idiomas.

Hartura producen prácticamente todos los libros de teología y pensamiento religioso en general, que, para dar validez a un aserto, amontonan sobre él tal cantidad de argumentos de autoridad (nombre, título, editorial, año de publicación, página) que ciertos libros más parecen “catálogo de citas” que doctrina propia.

Realmente cada vez me interesa menos saber que tal o cual dijo tal cosa y más lo que piensa el autor sobre tales o cuales ideas, las dijera quien las dijera.

A estas alturas de la vida lo que dijera Tomás de Aquino, Anselmo de Canterbury, Kant, Compte o Marx pasa necesariamente el filtro de mi inteligencia: si existe originalidad, orientación vital, novedad... lo acepto, si no, lo rechazo. Sermoneadores, adoctrinadores, orientadores, prosélitos de la credulidad edulcorada o terrorírica... sobran.

Y es que, por otra parte, preciso y necesario es no olvidar que siempre habrá autores que digan lo contrario.

Eso mismo venimos pidiendo a lo largo de estos años en este recóndito "blog", que quienes lean todo esto lo pasen por el filtro de su razón, que acumulen razones en contra, que rebatan todo... sin que les guíen el sentimiento o el prejuicio.
Volver arriba