EL HUMANISMO PROMETEICO DE K. MARX / 7
Die Religion ist das Opium des Volks// La religión es el opio del pueblo (Karl Marx)
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El joven Marx distingue tres clases fundamentales de alienación:
a) la religiosa, analizada en conexión con una discusión crítica sobre la filosofía de la religión de Feuerbach;
b) la socio-política, que incluye una crítica de la filosofía del Estado de Hegel;
c) la económica, enraizada en la alienación del trabajo y que supone la primera crítica en clave filosófica de la economía política y de la sociedad capitalista.
En cuanto a la alienación religiosa, Marx acepta la tesis básica de Feuerbach de que es el ser humano quien crea a Dios y a la religión: “Der Mensch macht die Religion, die Religion macht nicht den Menschen” (El hombre crea la religión, la religión no crea al hombre”), escribe en la Crítica de la filosofía del derecho de Hegel. Introducción.
Feuerbach, en su obra de 1841, La esencia del cristianismo, había llegado a la conclusión de que es el ser humano quien crea a Dios a su imagen y semejanza.
El hombre, buscando un consuelo a la miseria de su existencia terrena, proyecta las mejores cualidades de la especie humana en el más allá creando una imagen hipostasiada en la figura de Dios, el cual no es más que una figura idealizada de la especie humana:
“La religión, por lo menos la cristiana, es la relación del hombre consigo mismo, o mejor dicho, con su esencia, pero considerada como una esencia extraña. La esencia divina es la esencia humana… todas las determinaciones del ser divino son las mismas que las de la esencia humana” (La esencia del cristianismo).
Se produce así una inversión de las relaciones entre el sujeto y el predicado, por lo que el verdadero sujeto, que es el ser humano, se convierte en un predicado o creación de Dios. Por esta alienación el ser humano queda privado de sus cualidades esenciales, de modo que “para enriquecer a Dios debe empobrecerse el hombre; para que Dios sea todo el humano debe ser nada”.
Por ello, la emancipación de esta alienación implica la negación de Dios y solo así puede recuperar su esencia perdida y proyectada en un más allá ilusorio. Devolver, pues, al ser humano su verdadero ser genérico (Gattungswesen) implica eliminar la ilusión religiosa e incluso sustituir el amor a Dios por el amor a la humanidad.
La acción liberadora y el efecto de esta obra de Feuerbach en el joven Marx lo describe Federico Engels de este modo: “el entusiasmo fue general: al punto todos nos convertimos en feuerbachianos” (F. Engels: L. Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana).
Marx recibió con entusiasmo la nueva idea, pero al mismo tiempo va más allá de Feuerbach, afirmando de forma crítica que la alienación religiosa es solo un fenómeno derivado, reflejo de la miseria económica y social:
“Feuerbach parte del hecho de la autoalienación religiosa, del desdoblamiento del mundo en un mundo religioso y otro terrenal. Su labor consiste en reducir el mundo religioso a su fundamento terrenal. Pero el hecho de que el fundamento terrenal se separa de sí mismo para plasmarse como un reino independiente que flota en las nubes, es algo que solo puede explicarse por el propio desgarramiento y la contradicción de este fundamento terrenal consigo mismo. Es necesario, pues, no solo comprenderlo en su propia contradicción, sino también revolucionarlo prácticamente” (K. Marx: Tesis nº IV sobre Feuerbach).
Si la religión es la realización fantástica de la esencia humana en el mundo del más allá, poniendo flores imaginarias en las cadenas de la explotación del trabajo, es porque se busca un consuelo imaginario y celeste a las opresiones sociales y económicas terrestres, del más acá:
“Ese Estado y esa sociedad producen la religión, una conciencia invertida del mundo (ein verkehrtes Wleltbewusstsein), porque Estado y sociedad son un mundo invertido… Se trata de la realización fantástica de la esencia humana (die fantastische Verwirklichung des menschlichen Wesens), porque la esencia humana carece de verdadera realidad. Oponerse a la religión, por lo tanto, es oponerse a ese otro mundo que tiene su aroma espiritual en la religión. La miseria religiosa es, por un lado, la expresión de la miseria real y, por otro, la protesta contra la miseria real. La religión es el suspiro de la criatura oprimida, el estado de ánimo de un mundo sin corazón… la religión es el opio del pueblo” (K. Marx: Introducción a la crítica de la filosofía del derecho de Hegel).
Para Marx, pues, la verdadera crítica comienza allí donde había finalizado la crítica a la religión de Feuerbach. Por ello, afirma que “la crítica del cielo se transforma en crítica de la tierra, la crítica de la religión en crítica del derecho, la crítica de la teología en crítica de la política” (Ibidem).