Hacienda, la caridad y la justicia.
Doy de lado, más claro, desprecio las consideraciones de grupos como Europa Laica y otros de similar catadura que hacen un “totum revolutum” de actividades que realiza la Iglesia en favor de la sociedad para negar y suprimir todo lo que roce la confesionalidad. Me interesa más el concepto que subyace en aquello que más pregona la Iglesia para que el contribuyente la ayude: la caridad.
Digo que no comparto el pensamiento que niega el pan y la sal a las actividades no propiamente de la Iglesia sino ligadas a ella. Por ejemplo, la educación. Algo elemental: el Estado cubre el 70 ó el 80 % de este derecho constitucional. ¿Y el resto de población? Pues si las entidades católicas, u otras, subvienen esta necesidad, ¿cómo no va a pagar ese servicio que constitucionalmente es obligatorio? Añádanse la cantidad de profesores que se benefician de tal puesto de trabajo, católicos o no. Con el añadido de que los colegios confesionales suelen estar mejor gestionados que los públicos o al menos son, comparativamente, más baratos.
Dígase lo mismo de la sanidad. Al Estado le sale más barato alquilar que gestionar directamente. ¡Es esto algo tan elemental...! Y precisamente por culpa de aquellos que lo propugnan, Izquierda Unida, Podemos y demás elementos pintorescos que por ahí pululan! ¡Si no hubiéramos visto cómo aumenta exponencialmente el número de empleados.afiliados que, a dedo, se integra en el servicio público... siempre que piense como ellos! Lo que antes realizaban cinco, bajo su férula son veinticinco.
En estas dos actividades, la Iglesia es una sociedad privada más que ofrece un servicio público. Que tenga que ser esta actividad propiamente eclesial o no es otra historia. Pensamos que no, pero dado que existen tales servicios, hay que admitirlos porque son un bien social y de ello deriva un beneficio para toda la sociedad.
Pero decimos que hay otra cara en el asunto “ayuda a la Iglesia”. La Iglesia es una sociedad de creyentes, con la cual no comulga gran parte de la sociedad. La Iglesia es también un tinglado burocrático que gestiona la credulidad. En esto, el pensamiento de la mayoría del pueblo es que quien se nutre del sustento de las creencias, lo debe pagar. Quienes gozan de ese sustento y quien detenta las creencias.
Vamos más allá, a un estrato más profundo que tiene que ver con la caridad y la justicia. Desde luego que en el estado actual de cosas –estrato factual—sería un perjuicio grave la desaparición de entidades que amparan las necesidades elementales de mucha gente.
Pero sucede que ese estado actual de cosas es radicalmente injusto. Es el ideal de cualquier Constitución, llegar a. Sin embargo la pobreza existe, a los pobres hay que ayudarles, etc. ¿Pero la Iglesia? En primer lugar, el trabajo, la vivienda, la alimentación... son derechos elementales. En esto nada tendría ni que decir ni que entrar la Iglesia: debiera ser el Estado, la sociedad... No sería competencia suya. En segundo lugar y respecto a los otros pobres, lo dice Pablo de Tarso, “el que no QUIERA trabajar, que no coma”. No debiera, pero lo hace: se apropia del sentimiento de solidaridad llamándolo "caridad". En latín mejor: "cáritas".
Los sentimientos humanitarios y caritativos son sucedáneos, sustitutos, de la verdadera acción por el hombre. La "caridad" como virtud, concepto sacro y santo, es incompatible con una visión racional de la sociedad. Incluso como práctica, debe desterrarse del ámbito político.
La igualdad de las personas, la justicia, la dignidad, vetan a unas estar sobre las otras. La caridad propicia ese sentimiento de superioridad. Pero no deja de ser un crimen social sustituir caridad por justicia, porque la caridad hace innecesaria cualquier acción justa. Cuando la acción caritativa desaparezca y no exista repuesto para los pobres y marginados, entonces se alzará el grito de la justicia. Aunque la acción deba ser al revés.
Es hora de llevar a la práctica en las sociedades desarrolladas los principios inspiradores de sus "cartas magnas", a las que han puesto sordina las sociedades crédulas, con su grito salvador de fides, spes et cáritas.