Humanismo sin credos para regir la vida (9)

Hacia los demás.
1. ATENCIÓN A LA VIDA. Hay quien pasa por las cosas, los acontecimientos, los lugares, los pensamientos, los sentimientos y los hechos sin enterarse de lo que sucede. Como mucho, son los demás los que despiertan nuestro pensamiento.
Pasan los días sin dejar huella en nosotros, no tanto porque no recapacitemos en lo que hacemos, sino porque no hay proyectos diarios en los que realizarse. Nada se prevé; nada se perfecciona; nada produce ilusión. El pensamiento no va más allá de lo primario: casa, trabajo, casa, trabajo y vuelta a casa; TV; un libro quizá; cena; cama... ¿Algún pensamiento? ¿Alguna crítica al devenir diario?
El pasotismo es cómodo, pero improductivo. Atención pasiva pero también activa.
2.LOS DEMÁS NOS VEN, PERO HEMOS DE VERNOS. A veces nos sentimos satisfechos de que los demás nos digan cómo somos. Satisfacción tonta o de tontos, de aquéllos que nunca se han preguntado por sus reacciones, por la imagen que ofrecen, por el efecto de sus actos sobre los demás.
A nadie debiera sorprender que le dijeran cómo es, en todo caso importaría que aquello que los demás piensan de él coincida o no con su propia opinión.
La estima de los demás empieza en la auto-estima. Casi nunca un depresivo llega a deducir que los demás le necesitan a él con igual intensidad que él necesita de los demás.
3.MOTOR PRODUCTIVO. Hay que reaccionar continuamente y generalmente en contra. Es el continuo "sobreponerse" y el continuo "hacer lo que tengo que hacer".
Pero es tonto emprender acciones por el simple ejercicio de hacerlas; la acción debe generar beneficios, entre ellos la propia satisfacción.
La situación más "cómoda" para una máquina es el "ralentí" pero tal estado consume energías y no genera movimiento. No es posible esconderse en el simple "estar".
4. CULPA Y DISCULPA. Perdonar a los demás para algunos es más fácil que perdonarse a sí mismos. Como en el medio está la virtud, en la vida no cuentan ni los sempiternos autogeneradores de disculpas ni el "yo tengo la culpa de todo".
El conocimiento de uno mismo genera autoestima, autocompasión o autodestrucción. Depende del enfoque personal. También es productivo reconocer las propias limitaciones y fallos. Será una forma de que los demás perdonen y comprendan.
5. HAY MÁS BIEN QUE MAL: HAY QUE VERLO.- Por lo general, las personas en su actuar buscan el bien u obran pensando que hacen el bien.
"Parece" que abunda más el mal que el bien, pero no es así. Cada uno puede repasar lo que hizo "ayer" y verá que casi todo estaba bien.
La generosidad del pensamiento, la magnanimidad de la comprensión, el entender las razones de los demás también es fuente de satisfacción para uno mismo. Pensar así genera optimismo. Es una retroalimentación vitalista.
6. NO ESCONDER LOS FALLOS.- Hay que entender "los fallos" y los fracasos también en el sentido positivo que encierran. De ellos se puede aprender para cambiar. Siempre se ha dicho, pero da la sensación de que no cala: los fallos sólo suelen genera silencio o disculpas.
Quizá la cuestión estribe en buscar alternativas al infortunio. "Esto salió mal, voy a intentar lo otro".
En cualquier cosa negativa subyacen consecuencias positivas, especialmente en la relación con las personas. El "ya no le hablo más" siempre es temporal; la vida da una y otra vez oportunidades para comenzar de nuevo.
Aún así, nada pierde uno por no relacionarse con quienes puede chocar. Es preferible esto a la relación hostil continuada. Y si el trabajo, la comunidad de vecinos, etc. obligan a tal convivencia, el encuentro con tal persona puede que sirva como generador de "conciencia propia": ¿por qué, en qué, cuándo?
Es curioso ver cómo el paso de los años para unos es un "descarte" de amistades pasadas y para otros "agregación" de otras nuevas. Y no es todo cuestión de carácter. Es también de "actitud".