María asunta al cielo.

Mi sesera henchida de sentido crítico pegó un respingo, porque con esa velocidad con que funcionan las neuronas asocié María con una persona normal que vivió en tiempo y lugar determinados; María al final de sus días con un cuerpo, aunque añoso, agraciado; me di cuenta de lo que supone “asunción”, que es como una abducción, como una succión; percibí al punto que el punto de destino estaba en no se sabe dónde, porque –también efecto del “ictus mentis”- ese cielo al que acceden ¡los cuerpos! no se sabe dónde está; y de nuevo la revolución (de revolver) que supone para cualquier mente, también la mía, eso de que un cuerpo físico humano sea asunto o succionado.
En fin, que procuré desviar la atención hacia otros negocios, no fuera a ocurrir que el sistema nervioso central, lleno de circuitos eléctricos, sufriera un cortocircuito. Que María fuera asunta “en alma” pudiera pasar, dado que el alma es un inconcreto sustancial que a nada obliga… ¿pero asunta “en cuerpo”?
Me consta que tal afirmación es un dogma de fe, por lo tanto de obligada credulidad. Dado que cuesta creer eso de “en cuerpo”, se defienden los crédulos diciendo que esto “también” es “un misterio”: la Iglesia, madre sapientísima, manda creerlo y los crédulos bienquistos lo creen. Y se acabó el pensar (éste sí que es cortocircuito mental: cuando algo no cuadra, misterio).
Dejamos a los astrónomos, que ahora ya se mueven por los límites de las galaxias más lejanas, la tarea de investigar y descubrir ese cielo físico al que necesariamente están destinados los cuerpos. Nos quedamos con el asunto “asunta en cuerpo al cielo”.
Nos dice la Física que las propiedades de los cuerpos son cinco: masa, peso, volumen, densidad y estado de agregación. Masa es la cantidad de materia que tiene un cuerpo, que a su vez es un elemento de la inercia de dicho cuerpo; la masa no es peso, porque éste depende de la fuerza de la gravedad, aunque pudiera ser asimilable (peso = masa x g, constante gravitacional que en la Tierra es la que es y en el espacio es cero). El volumen se expresa en largo, ancho y alto o sea, espacio que ocupa un cuerpo ( p.ejm. el agua que desaloja un cuerpo sumergido). La densidad se entiende fácilmente comparando una esponja con una bola de petanca (densidad = masa/volumen). El agua del grifo tiene densidad = 1 y el cuerpo humano supera ligeramente dicha densidad. Finalmente, estado de agregación, según hablemos de estado gaseoso, líquido, sólido o plasmático.
Si nos hemos detenido en las cualidades de los cuerpos –y es de suponer que María tenía cuerpo— es para aplicar las mismas a María, como podríamos hacerlo a Teresa de Jesús, a Francisco de Asís o al hijo de Shakira. ¿Desaparecieron esas cualidades en la succión divina? Entonces, ¿en qué, cómo y dónde quedó dicho cuerpo? Y si el cuerpo se transformó en no se sabe qué y ya no tiene tales características, no se puede hablar de María-mujer, sería María-sin cuerpo.
Razonando y deduciendo, es de suponer que ese tal misterio necesariamente ha de depender de otros misterios de poderoso efecto, cual es que los cuerpos pierdan la categoría de cuerpos para transformarse en no se sabe qué. Quizá en otro misterio. Porque los cuerpos son lo que son. María quedó asunta a sus sesenta y pico años (es un suponer) con un cuerpo que no cumple los requisitos de cuerpo y en un lugar que necesariamente tendría que ser físico pero que no lo es. Dicho queda por algún papa, creo que fue JP-2 (Juan Pablo II): ni el cielo ni el infierno son lugares sino situaciones. ¿El cuerpo físico de María quedó "en situación"?
Y he aquí lo que decimos una y otra vez, por activa, por pasiva, por perifrástica y por todas las voces que se puedan descubrir: ¿qué hay que hacer cuando chocan frontalmente misterios a creer con realidades y hechos físicos? Mucho me temo que los crédulos de pro lo que hacen es detener el pensamiento, poner un cortafuegos al mismo y a otra cosa. Ante las alabanzas a la Virgen --letanías lauretanas--, lo que procede es contestar “ruega por nosotros” y se acabó.
Pero a los demás, que incluso pudiéramos convertirnos si nos acaeciera una luminiscencia cegadora como la de Pablo de Tarso, nos corroe el pensamiento: ¿¡cómo concertar un cielo físico donde tenga cabida un cuerpo humano también físico con lo que sabemos por la ciencia así llamada Física!?
Añádase otro asunto procesal sumamente enjundioso: esta sublime verdad aplicable a la Virgen --a la que parece que se puede atribuir todo lo que de elogiable se le ocurra al santo de turno-- se supo que era verdad infalible exactamente el 1 de noviembre de 1950, cuando Pío XII así lo proclamó a los cuatro vientos (éstos del Espíritu Santo, por su carácter de “divino afflante”).
Al principio de los tiempos cristianos a nadie se le hubiera ocurrido proferir semejante dislate: la conocieron como persona. Harto tenían con no dejarse roer por los osos del circo. Otros, más tarde, hablaron de esa posibilidad dado que María no había “padecido” la desgracia del pecado original, cuando ya habían pasado seis u ocho siglos. Aunque frente a eso, hubo quien tachó de fantasía disparatada tal afirmación. Pero la lógica de la Lógica es inapelable y el medievo escolástico dedujo necesidades de presupuestos ciertos: el pecado trajo la muerte; la muerte trajo la corrupción del cuerpo… Ergo María no pudo conocer la desintegración de su cuerpo porque no había pecado. Y la Física que diga lo que quiera. Antes está la Lógica, que es fruto de la mente y ésta reside en el alma.
Pero quienes siguen en la tozudez malsana del raciocinio, dado que no pueden dar asentimiento a algo que hace aguas por todas partes –María asunta al cielo--, se quedan con la otra resolución, la que se deriva de la física de los cuerpos: María no fue ascendida cuando aquello de “la dormición”; no hay cielos para cuerpos incorruptos; el cuerpo de María no está en ninguna parte, dado que se atuvo necesariamente a las reglas de la Naturaleza, etc. etc.
Sabemos la contestación del crédulo: ¿por qué ofendes a los creyentes? ¿Por qué denigras uno de los dogmas más “bonitos”? ¿Por qué no te callas? ¿No ves que toda la cristiandad –perdón, la cristiandad católica, que no la protestante— lo celebra el 15 de agosto?
Respuesta: no has entendido nada, vuelve a leer el artículo.