El Nuevo Testamento, tan falso como el Antiguo.

¡Se ha dicho tanto sobre la Biblia! Incluso en este apartado lugar, como no podía ser menos, hemos discutido y debatido sobre muchísimos aspectos del Antiguo y Nuevo Testamento. Pero aquí no podemos hacer otra cosa que generalizar por limitación de espacio y por el mismo objeto que nos anima, la vulgarización de conocimientos. Por ello lo más que podemos es remitir a estudios serios.
Al hablar de falsedad o autenticidad del Nuevo Testamento, habría que delimitar conceptos, entre ellos qué implica que algo sea falso o verdadero; hay que aclarar qué es falso; hay que distinguir hechos de dichos; hay que distinguir lo que es el hecho literario del referente histórico…
Siguiendo corrientes independientes de credos, entre otras muchas falsedades relativas a hechos concretos, en términos generales es falso lo que sigue:
--que sea inspiración divina, cuando se ve claramente la mano del hombre (esto es una creencia, y como tal no tiene fundamento real)
--son falsificados los hechos referidos a un personaje supuestamente real.
--es falsa la adjudicación de mensajes, dichos, sentencias, a un personaje determinado, porque o no hay datos de su existencia o .
No podemos decir que sean falsos, desde luego, los mensajes, las sentencias, las recomendaciones, las oraciones… Ningún libro “sapiencial” puede decirse “falso”. Se pueden discutir sus ideas si se parte de otros presupuestos, pero su autenticidad es de todos admitida.
Resulta revelador cómo en el NT se insiste una y otra vez en “y esto sucedió para que se cumpliera la escritura que dice...”. Las referencias suelen estar tan traídas por los pelos que nadie nos impide pensar que tales cosas “dijeron que sucedieron” porque estaban anunciadas, aunque no sucedieran.
¿Por qué además esa insistencia si luego el Nuevo Testamento se desdice de todo lo que el AT prescribe? ¡Porque hay que tener tragaderas para afirmar que es palabra de Dios tanta bestialidad como aparece en él! Bestialidades en consonancia con los hábitos del resto de naciones del entorno, por lo que podemos decir que éstas sí son históricas.
Copio una afirmación que no deja de ser eso, afirmación, que para unos resultará gratuita y para otros digna de tener en cuenta, dicha nada menos que en 1930 y en EE.UU.:
...el “Nuevo” es también una obra de carpintería tosca, ensamblada de manera forzada mucho después de acaecidos los pretendidos acontecimientos y llena de vacilaciones e improvisaciones para presentar los hechos de forma adecuada (predeterminada).
La cruda realidad es que el NT... es una caótica acumulación de documentos más o menos discordantes, algunos de ellos probablemente de origen respetable, pero otros palpablemente apócrifos y que la mayoría de ellos, los buenos junto a los malos, muestran signos inconfundibles de haber sido manipulados (H.L. Mencken. Treatise on the Gods)
Es curioso que quienes primero llegaron a esta conclusión fueron los estudiosos bíblicos que querían confirmar la veracidad histórica de las Escrituras. Y se encontraron con lo contrario, con que no podían confirmar nada.
Algo que, por desgracia para la verdad y la praxis, no ha trascendido al vulgo que sigue pensando en la veracidad y autenticidad del Libro. ¿Por qué? Por muchas razones: por el machaconeo continuo del clero interesado... o ignorante (palabra de Dios); por el interés en que todo siga igual; por el problema de entender el fondo de la cuestión; incluso porque los lugares bíblicos donde dicen que sucedió todo eso merecen ser visitados... (Lugares, por otra parte, destruidos por el santuario tal o la iglesia cual).
En el texto de H.L. Mencken se habla de “manipulación” en el NT. Precisamente una de las manipulaciones más flagrantes e interesadas es escribir un evangelio para culpar de la muerte de Jesús a los judíos y exculpar a los romanos... ¡que, pobrecitos, no podían hacer otra cosa que condenar a Jesús! (designio de Dios el que muriera por salvar a los hombres, algo que nadie puede entender sino pensando en sacrificios humanos de tiempos sin nombre).
Origen del antisemitismo secular. Sin caer en la cuenta o, peor aún, siendo conscientes de la inmensa injusticia que ha sido culpar a los hijos de los hijos de los hijos por una supuesta acción criminal de sus ancestros.
¿Otros tiempos? ¡Quiá! Por lo menos hasta 1965 se mantuvo la acusación de deicidio sobre todo un pueblo. Hasta entonces se decía piadosamente: “Oremus et pro pérfidis judaeis...” sin dilucidar claramente cuál era lo importante, el "oremus" o el "pérfidis" o ambas cosas a la vez: primero los matamos y luego rezamos un funeral por ellos. El Oeste americano en estado puro.
Y, lo quieran o no, no se cura una tradición secular de persecución y muerte con un cambio en las palabras. Reos son.
¿Por qué será que ninguno de los cuatro evangelistas pueden ponerse de acuerdo en detalles sobre aspectos relevantes de su credo? Por ejemplo, la maternidad de la virgen; la genealogía de Jesús; detalles de la muerte y resurrección... Son los detalles los que traicionan, como son las cosas más nimias las que delatan al asesino.
Incluso cuando aportan datos históricos, todo lo confunden: Lucas, que se esmera en triangular otro hecho histórico, el nacimiento de todo un dios, y así habla de César Augusto, Herodes, Quirino... Pero hoy sabemos que Herodes murió 4 años antes de nacer Cristo; hoy sabemos que durante su mandato, Quirino no fue gobernador de Siria; hoy sabemos que no hay mención alguna en textos romanos de ningún censo; Josefo sí habla de un censo, pero sin la obligación de acudir al lugar de procedencia (¡vaya tontería más absurda!); hoy, en fin, sabemos que tal pretendido censo se realizó seis años después de nacido Cristo.
¿Inspiración divina, revelación? ¡Gaitas! Todas esas contradicciones la echan por tierra. Pero, además, está el dato cierto de que todos los evangelios parece ser que están inspirados o son copia reelaborada de algún texto previo ¡desaparecido! Los entendidos hablan de un códice “Q” (“quelle”, pronunciado kvel.le, en alemán fuente) fuente común del primer evangelio, el de Marcos, y de los otros dos sinópticos.
¡Vaya cuidado tuvo Dios y tuvieron sus fieles en conservar su palabra, de la que no quedan originales y todo es copia de copia! Mejor para la fabulación, claro.