Cuando la Religión es pura Psicología.

A determinados asuntos, sobre todo religión y política, accedemos siempre a través de estructuras cognoscitivas mentales que se podrían tildar de prejuicios. Si yo escribo sobre aspectos religiosos, los resortes precautorios se expresan más o menos así: A mis creencias que no me las toquen; mi amor a la Iglesia está por encima de todo; digan lo que digan, Jesús mío, yo siempre estaré contigo; Jesús, presente en el sagrario, ayúdame a superar mis dudas...

Desprecien si quieren a la persona que ponga en tela de juicio determinadas verdades suyas, pero ¿podrían pensar algo así como que “igual este bocazas insultante, intelectual de pacotilla, tiene razón en algo”?

Por ejemplo, respecto al rezo y la meditación: ¿han pensado los creyentes por qué rezan? ¿Y cuando rezan cómo y qué es lo que expresan? ¿Han caído en la cuenta de si habrá algún otro motivo no tan escondido en esa imperiosa “necesidad” de acudir a la Iglesia a rezar? ¿O que casi todos los rezos suelen ser deseos que para otros podrían ser “expresión psicológica de necesidades”? Dios mío ayúdame; contigo sí, pero yo solo no puedo soportar esta situación; perdona a quienes me hieren; sostenme en la necesidad; haz que reine la paz; haz que mi familia se lleve bien; que no haya rivalidades en el trabajo; que se imponga la armonía...

Y del estudio de las religiones. ¿Podrían caer en la cuenta de por qué los estudios científicos de las religiones –tratados y tratados sobre mitología comparada, sociología, antropología, etc. — siempre han puesto en evidencia elementos mito-génicos comunes a todas ellas?

La Psicología y en lo que roza la enfermedad la Psiquiatría, son ciencias racionales que por la experimentación y la estadística ofrecen una más profunda explicación denominativa de los procesos emocionales, conductuales y cognoscitivos. Geografía, Lengua, Matemáticas, Fisiología... son ciencias con enunciados indiscutibles. En cambio aquéllas que tratan de explicar científicamente los procesos más pretendidamente “humanos” siguen cuestionadas. Estas Ciencias no han calado en las masas, menos desde luego en las crédulas. ¡Cuántas personas depresivas acuden al “sanador”, al “echador de cartas”, al “vidente” buscando seguridad!

El individuo necesita “explicarse”. Miedos irracionales que atenazan a la persona; sueños confusos o terroríficos; complejos, neurosis y neurastenias, estados histeroides, paranoidismo, fobias; fatiga mental, depresiones; obsesiones; trastornos psicomotores, del carácter o del comportamiento; agresividad inespecífica... Añadamos otros aspectos más espinosos que campan por las praderas de lo filosófico o lo teológico como la consideración de la muerte, el dolor, el problema del mal, las superestructuras mentales, etc.

Ante esa necesidad explicativa, la misma aclaración exógena de lo que le pasa –sea del sacerdote o del psicoterapeuta— puede conllevar la curación. La credulidad apela a verdades eternas, mitos, visiones o creencias infundidas y sugeridas; la Psicología científica aporta sus conocimientos, hace su diagnóstico y emite sus informes. ¿Quién de las dos puede aportar más “salvación”?

Aporto mi caso: la dualidad alma/cuerpo era algo consustancial a mis creencias. Y digo creencias sin referencia alguna al credo, sabiendo que provenían de la filosofía. Al estudiar Neurofisiología, una de las asignaturas más difíciles de la Carrera de Psicología, cayó por tierra esa concepción escolástica: sentí hasta vitalmente la unicidad del hombre y me encontré, tomando esto con la mayor de las cautelas, más cerca del “materialismo” que del espiritualismo: la materia, en un proceso evolutivo, termina necesariamente en reflexión sobre sí misma.

Por eso sostengo como principio unívoco que el hombre es uno y único; que no se puede hablar de dualidad “alma-cuerpo”; que el hombre es un todo, es persona; que tal concepción vital comporta corolarios de enorme alcance social. Y sin embargo todavía se mantiene en el sustrato mental de la sociedad de occidente, pasada por el tamiz cristiano, ese “alma-cuerpo” que tan pingües beneficios aporta a la creencia. Sin alma no existen ni bautismo, ni purgatorio, ni resurrección, ni funerales...

La Psicología científica es el mayor desmonte de las Religiones, pero curiosamente un alto porcentaje del contenido homilético versa sobre situaciones vitales que nada tienen que ver con “credo in unum Deum” y sí, muchas veces, con la neurosis o con los trastornos de conducta. En su léxico, con el pecado, haciendo una mistificación de pecado y estados patológicos.

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