San Pablo anima a dar de lado las niñerías.

Cuando yo era niño hablaba, pensaba y razonaba como un niño; pero al hacerme hombre dejé atrás lo que era propio de un niño (I Cor. 13, 11).

¿Pero sabía Pablo de Tarso lo que estaba diciendo? ¿O cayó en la cuenta de los efectos letales que hoy pueden significar tales palabras? Desde que el cristianismo se impuso como religión oficial en la sociedad, era obligatoria la instrucción y enseñanza religiosa desde pequeños, la cristiana por supuesto como la única verdadera.

 También nosotros, los que ya peinamos más que canas, la instrucción religiosa podríamos decir que estaba completa mucho antes de llegar a la mayoría de edad oficial, fueran los 21 años de antes o los 18 de ahora. Comenzaba a los seis años, seguía con la clase obligatoria de religión en escuelas y colegios y se afianzaba con los cursos especiales para realizar la I Comunión y para la Confirmación. Lo dicho, ya desde niños estábamos desbordados por “cosas de niños”.

 Es decir, cuando yo era niño...

 ¿Pero qué supone entonces dejar atrás lo propio del niño? ¿Acaso profundizar en ese enorme montón de niñerías aprendidas? ¿No dice Pablo de Tarso que hay que darlas de lado? Pues, ciertamente y aunque no ex profeso ni deliberadamente, al fin la gente de nuestro tiempo está cumpliendo “ad pedem literae” lo que el auto-pseudo Apóstol dijo sin querer decir lo que dijo.

 Podría tomar en mis manos los catecismos de Astete o Ripalda, ésos que guardo como oro en paño, restaurados y encuadernados con tapas rígidas, con indicios de haber sido pasados y repasados mil veces. Podría ir citando una por una preguntas y respuestas aprendidas y admitidas “cuando era niño”. Este que tengo en mis manos posiblemente fuera edición de finales del XIX, por razones que no hacen al caso. Seguro que alguien “de edad” recordará aquel infumable poema de rimas forzadas que es preludio de la edición que manejo:

 Todo fiel cristiano está muy obligado

a tener devoción de todo corazón

a la Santa Cruz de Cristo nuestra luz.

 Pero lo que todos recordamos es aquello de

 --“¿Sois cristiano? Soy cristiano por la gracia de Dios”.

La persona adulta vuelve grupas sobre tal aserto y responde: soy cristiano porque me bautizaron sin yo dar mi aquiescencia. Y ser cristiano porque a uno le echen agua en la cabeza y pronuncien palabras absolutamente incomprensibles para mí... como que me suena a actos mágicos, o sea, a magia. Lo de “por gracia de Dios” ahora que soy adulto y pienso, es una “petición de principio”. Es dar por supuesto algo que para quien todavía no ha sido bautizado no debiera invocarse.

 Seguía la cosa instructiva con eso de “ser cristiano” y la 4ª pregunta dice: --“Qué entendéis por hombre de Cristo? Hombre que tiene la fe de Jesucristo, que profesó en el bautismo y está obligado a su santo servicio”.

 Y comenzamos como adultos a echar por tierra lo que aprendíamos de niños, porque el pensamiento adulto no puede hacer otra cosa que analizar, o al menos revolver. Quizá esté mal redactada la primera frase, por eso de “tener la fe de Jesucristo” por lo que no entramos en ello. Lo de profesar en el bautismo, volvemos a lo dicho arriba: no fue acto voluntario. Por eso y ahora, como adulto, no entiendo lo que implica “estar obligado a su santo servicio”. ¿Me bautizan sin dar yo mi asentimiento y estoy obligado ahora a no se sabe qué? Y eso de “santo servicio” ¿qué implica?

 Como no lo sé, rechazo de plano estar al servicio de nadie, por más que digan que tal servicio es “santo”. En fin, que lo procedente es dejar esas cosas de niño y perseguir en la vida los ideales que uno quiera, guiarse por su recta conciencia y por las normas que la sociedad y las leyes establecen.

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