Santos como inversión.

Evidentemente que no lo van a decir así --"santos rentables"--, tan crudo como parece. Pero "cuando el río suena...".
A muchos sí que nos lo parece y nos parece oír: Aprovechemos la marea del "santo subito" dado que ésta lo mismo que sube, baja.

Al mayor hacedor de santos de la historia le ha llegado el condigno galardón: "favor con favor se paga" y "es de bien nacidos el ser agradecidos", lo mismo en hombres que en santos. JP-2 recibe su galardón, aunque "después de burro muerto...".

¿Qué es un santo para aquellos que son ajenos a la ideología eclesial que los enaltece? El halo que los envuelve no deja ver el auténtico rastro humano, a veces excesivamente humano, que dejó su paso, ése que va desde el horno donde se cuece lo humano a la hornacina donde su recuerdo pervive. Mucho sospechamos que todo se resuma en dinero y más dinero. El que "cuesta" y el que "produce".


A determinados santificables nadie les va a negar su “virtud”: fueron personas excepcionales. Sin embargo santos como ellos habitan entre nosotros: personas, a fin de cuentas, que tratan de cumplir con su deber y dar a la sociedad lo mejor de sí mismos.

De los otros, de los que hicieron del zurriago referencia vital, mejor será compadecerlos, comprenderlos, reírse y olvidarlos. De los que sacaron provecho crematístico y laboral de las miserias humanas, proscribirlos. De quienes utilizaron la enseñanza de los niños como causa de su encumbramiento, ponerlos en parangón con tanto pedagogo como hoy día cursa profesión científica de sus conocimientos...

El “hacedor de santos”, JP-2, los convirtió en “modelos” de lo que sea, pero en el fondo se les podría calificar como “hombres buenos a imitar”.

El hartazgo numeral, la cantidad, hace que se pierda en calidad. Para el vulgo crédulo los santos habían sido, hasta ahora, semidioses. Con el hoy santificando/beatificando cayeron en vulgares abuelos, cuanto más bonachones, más santos.

Nunca a un conocido debieran hacerlo santo, porque lo privan del carácter numinoso. Quizá el límite de la centuria fuera un buen tope entre lo terrenal y lo mistérico.

Hoy más que santos parecen negocio. JP-2, "santo subito" ("santo, ya"), no puede caer en el olvido.

A fuerza de canonizar, el “altísimo” Jerarca Blanco de nuestro tiempo desvalorizó (¿o es "desvaloró"?) el estamento.

Ya no impresiona tanto la panoplia de santidades donde tan tierna y acarameladamente campean, orlados de luz divina, personajes que, a semejanza de los Hércules y Orfeos que en el mundo han sido, pasaron directamente del olvido al mito, a cambio del necesario canon de sus conmilitones para sostén de quien les sostiene.

El asunto de los santos también se mueve en la onda de las modas. Merecería un tribunal no inquisidor sino expurgador. Los que hemos tenido la “inmensa fortuna” de ser testigos del mayor proceso santificador de toda la historia, el del reinado de JP-2, podemos calibrar criterios y modos: la mayor parte merecen el título de santos por las inmensas sumas aportadas a las arcas del Vaticano.

A lo largo de la historia santificadora encontramos también santos que no existieron, inventados porque otras religiones habían tenido sus santones y el cristianismo no podía ser menos; otros, prácticamente todos los medievales, santos del absurdo; o santos del fanatismo; santos por matar paganos; santos por "intentar realizarse como hombres"; santos porque no consiguieron o no supieron huir a tiempo de una persecución; santos integristas; santos homosexuales; santos como la vida misma...

Santos elevados al rango de “intercesores” ante Dios, santos que se transforman, por gracia y virtud de tinglados rituales impresionantes, en duendes, genios, espíritus, espectros, deidades o divinidades, ídolos al fin y al cabo del más allá como existen líderes del más acá. JP-2 fue y es ahora ambas cosas.

Hablemos con criterios humanos: ¿Qué se glorifica en JP-2, sus gestos? ¿Sus poses? ¿Su palomita posada en el hombro? ¿Su anticomunismo? ¿Su integrismo? ¿El trasladar el templo --vacío-- a Cuatro Vientos? ¿Su antilefebrismo? ¿Su condena de la Teología de la Liberación? ¿Su centenar de viajes semiturísticos? ¿Su liderazgo liderista y populista? ¿Su dejación opusdeísta? Las alforjas que llevó en sus viajes, tornaron vacías al Vaticano, al menos si nos referimos a los numerosos realizados por Europa.

Y conste en acta que nos parecía un hombre bueno. Más que bueno, "bonachón".

Leeremos las loas al final del día para ver cómo un humano es glorificado post mortem y pasa a formar parte del olimpo vaticano. Nuestra opinión ya quedó plasmada hace mucho tiempo en este blogh, antes aún de su tránsito de este mundo mortal, cuando Religión Digital se llamaba "Rumores de ángeles".
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