Sócrates y Jesús: dos figuras contrapuestas /y 4

Una 'filosofía cristiana' es un hierro de madera (Heidegger)

 La educación (paideía) socrática exhorta a los jóvenes a la reflexión, a una conversión (metanoia) intelectual, que parte del reconocimiento de la propia ignorancia y busca la sabiduría como el bien supremo. A Jesús, por el contrario,  el tema de la educación no le preocupó, pues pensaba que el fin del mundo era inminente. La humanidad para Sócrates se divide en sabios (como Prometeo) e ignorantes (como el necio Epimeteo), pero él afirma los límites de la sapiencia humana, en contraste con la divina, citando al Apolo délfico, el dios de la luz (phoíbos) y de la razón.

Para Sócrates los bienes exteriores, como la riqueza, la fama o el poder y los corpóreos, se subordinan a los bienes anímicos, tales como la prudencia (phrónesis), el conocimiento (epistéme) y la justicia. El examen y cuidado del alma (epiméleia tês psychês) es el núcleo fundamental de su forma de vida. Sócrates invita a la reflexión, al pensamiento crítico, a la autonomía, a la conversión intelectual, partiendo de la docta ignorancia, que es consciente de lo que no se sabe.

Sócrates invita al examen crítico, a la indagación (exétasis) de la verdad a través del diálogo ejercido en común, que no es solo un método de inquirir, sino una forma de vida, la más valiosa de todas. “La vida sin examen, no es digna de ser vivida”, afirma en la Apología platónica. Conviene recordar que en la religión griega no hay revelación ni libros sagrados ni tampoco la idea de ortodoxia, lo que es coherente con el régimen democrático, que toleraba cultos muy variados.

Jesús, como profeta visionario, anuncia una verdad ya poseída por revelación divina en la Escritura judía, considerada sacra. Los evangelios canonizados muestran los excesos verbales de la predicación de Jesús, su carácter iracundo e intransigente, que amenaza con la condenación a personas y a ciudades, despreciando a los gentiles, lo que contradice la versión tradicional de un Jesús pacifista, “manso y humilde de corazón”.

Su lenguaje era deudor de la tradición apocalíptica, que sacralizó y justificó no solo la violencia humana, sino también la divina, la angélica de las legiones celestes y la figura belicosa del mesías en el  Apocalipsis de Juan, que blande su espada contra sus enemigos. Sus discursos hiperbólicos e incluso violentos contrastan con la mesura y la temperancia (sophrosýne) socrática y también  con la imagen serena de un Buda sentado.

Jesús se muestra como rabí o maestro de la Ley judía, a diferencia de Sócrates, quien afirma: “Jamás he sido maestro de nadie”, ejerciendo con los jóvenes su mayéutica epistémica al modo de las parteras, trasladando simbólicamente el arte de su madre Fenarete a la filosofía. El predicador galileo cobró fama como taumaturgo, exorcista y sanador, expulsando demonios y curando males corpóreos. Sócrates puede considerarse un “médico del alma”, que oferta una terapia con fármacos contra la ignorancia, a la que considera el peor de los males.

A diferencia del racionalista SócratesJesús fue un nacionalista judío, resistente religioso al poder de Satán y resistente político al poder romano de Tiberio como potencia ocupante de una tierra que pertenecía solo a Yahvé. El Reino de Dios que Jesús esperaba como inminente era además un gobierno teocrático, opuesto a todo régimen democrático. Por su parte, Sócrates, que nunca tuvo ambición política y dio prioridad a la vida privada, mantuvo una postura independiente, oponiéndose tanto a la democracia ateniense como a la oligarquía de los Treinta tiranos. 

En conclusión, pese al “socratismo cristiano” defendido por algunos Padres de la Iglesia y por el humanista Erasmo, Sócrates y Jesús representan dos paradigmas antitéticos, culturalmente muy diferentes: el intelectualista y racionalista del filósofo helénico frente al voluntarista y fideísta del profeta judío. Sobre esa figura sus discípulos construyeron el edificio de la religión cristiana, a partir de la fe en su resurrección, convertida en el frágil fundamento de la nueva religión.

Ambos paradigmas son incompatibles e inconciliables, pese a los intentos de síntesis o de simbiosis entre la razón griega (lógos) y la fe (pístis) judía y cristiana. El socratismo, en su núcleo esencial, es incompatible con el judaísmo y con el cristianismo. No existe una filosofía religiosa ni una religión filosófica. El judaísmo de Jesús y el posterior cristianismo son religiones de salvación y no filosofías. Con razón decía Heidegger que una “filosofía cristiana” es un hierro de madera.

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