Triángulo amoroso: Éros, Philía y Agápe/ 13 - A

Amore, more, ore, re iunguntur amicitiae (refrán latino)
Amicus certus in re incerta cernitur Ennius)
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Después de un largo periplo en esta serie sobre el amor y sus formas, haciendo un análisis filosófico del triángulo amoroso denominado por los griegos Éros, Philía y Agápe, resumimos las ideas básicas y sacamos algunas conclusiones desde el punto de vista de un humanismo laico o secular, que es el enfoque de Prometeo.

Platón se centró en el Éros, concebido como amor-carencia, que el filósofo eleva del plano físico al metafísico, desde el deseo del cuerpo bello a la contemplación intelectual de la Idea de Belleza o Idea de Bien. Aristóteles, superando el idealismo y dualismo platónico, se centró en la Philía, la amistad como virtud ética esencial de la vida social y política, concebida como amor-benevolencia, que se da entre los buenos, no entre los malos. Según Diógenes Laercio, el estagirita define el amigo como una sola alma (mía psyché) que habita en dos cuerpos. Los epicúreos valoran la Philía como virtud (areté) en el ámbito privado, que implica el disfrute hedonista del grupo de amigos, liberado del temor a los dioses, a la muerte y al destino.

Los estoicos, desde un enfoque inmanente y naturalista, dan al Agápe un sentido universal, cosmopolita, pues todos los humanos son ciudadanos del mundo (así en Séneca). Cicerón, influído por Aristóteles (pares cum paribus), destaca el valor de la amistad (cfr. De amicitia): En el verdadero amigo se puede ver la imagen del propio yo, pues el amigo es alter ídem, otro yo. La amistad, escribe, “es con la excepción de la sabiduría, el regalo más hermoso, que los dioses inmortales han concedido a los humanos”. Pero, además, define el Agápe como amor a la humanidad (cáritas humani generis, idea que retomará Voltaire y los ilustrados con su concepto de filantropía).

El cristianismo proclama la superioridad del Agápe y hace una inversión de valores con respecto a la filosofía griega. Define a Dios como amor (Deus cáritas est). Él Éros se vincula a la concupiscencia de la carne y al pecado. La philía se minusvalora y se exalta el Agápe o caridad. Desde una moral teónoma y autoritaria, el amor humano se convierte en mandamiento: el primero es amar a Dios y el segundo, amar al prójimo. La caridad es virtud teologal que se funda en la fe y en la esperanza escatológica.

En la filosofía moderna, aparece una crítica del amor cristiano. Primero en Spinoza, quien retoma el enfoque naturalista, panteísta y racionalista de los estoicos. Amar a Dios (Amor Dei intellectualis) es amar la naturaleza (Deus sive Natura). Pero, contra el cristianismo, el verdadero amor es alegría (como en Aristóteles), no tristeza (Que vuestra risa se cambie en llanto y vuestra alegría en tristeza, afirma la Carta de Santiago 4,9).

Posteriormente, el ilustrado Kant critica la unión del amor cristiano con un mandato obligatorio. Lo primario es el deber de respeto a todos los humanos, de acuerdo con el imperativo categórico. Pero nadie está obligado a amar, pues lo que se hace por deber no se hace por placer. El deber es un yugo, afirma, unido a la tristeza.
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