Las barbas a remojar: un modélico país regido por Dios.
Un paraíso islámico en la tierra (1)

Afganistán es hoy y lo ha sido durante decenios, triste noticia. Ayer aparecía un interesante artículo de Gustavo de Arístegui en Periodista Digital. Por otros motivos cercanos a Religión Digital, me atrevo a comenzar una serie de artículos relacionados con la otra solución que aportó la RELIGIÓN, un "paraíso islámico" en aquellas tierras.
Poco parece interesar el Islam en un país de costumbres y legado mayoritariamente católicos. Pero dado que hoy España ha dejado de ser católica (no en tiempos de Azaña, de quien es esta frase) y sobrevuela los cielos patrios la pestilente nube ideológica islámica cual renuevo de aquella que comenzara a sangre y fuego en los inicios del siglo VIII, bueno será tomar nota del paraíso en el que pretenden introducirnos los nuevos salvadores del espíritu.
Entre la Jerarquía católica todavía hay quienes claman por regresar al status ético perdido con que la Iglesia educó a generaciones y generaciones. Pues sigamos tomando modelo del paraíso divino hecho territorio político.
No vayamos tan lejos y concedamos a la Jerarquía católica el privilegio de la duda: estamos convencidos, sí, de que aún queriendo retornar a formas de gobierno que respetaran y siguieran los dictados de la fe, ellos mismos dirían que “no tanto” ni en el grado que se da en los países musulmanes, dado que sería un retroceso de siglos en libertad y bienestar (también el suyo).
Eso puede ser cierto para hoy; pero tal afirmación implica un olvido criminal de la historia. En la España de los siglos V al XVII encontramos tal paralelismo con lo que hoy rige en Irán, Arabia, Afganistán... que asusta. Es cuestión de grados y si les dejaran, a ello se llegaría.
Resumiendo las razones apuntadas:
1. Los países musulmanes de férrea autoridad islámica son estados donde la moral rectora deriva de la fe. En el fondo y en la forma, esgrimen la misma prédica moralizante que el cardenal Rouco y Cía, denigrando costumbres hoy imperantes en España. Tomamos nota de las consecuencias que acarrearía aspirar a paraísos morales como el que ellos se imaginan.
2. Los políticos bien pensantes pero supinamente ignorantes abogan por el respeto a la multiculturalidad (¡vaya palabrota!) que aporta la emigración y les construyen mezquitas y quieren equipararles en subvenciones a la Iglesia católica y quieren que se enseñe el Corán en las escuelas... Incautos, infelices y desmemoriados, por no decir incultos. ¡Y se llaman “progresistas”!
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Tomamos como referencia el país que sirvió de modelo a los demás y fue durante cinco años prototipo de país islamizado, Afganistán. Allí reinó el prototipo experimental de país regido por la Ley de Dios y Mahoma su profeta–Alá sea bendito—.
Ya de hecho Afganistán ha llegado al siglo XXI lastrado por costumbres civiles seculares que están a medio camino entre la bestialidad (moral bestiaria), sociología nauseabunda y prácticas semireligiosas: el machismo, la autoridad paterna de tipo fascista, la venta de la novia, el nulo reconocimiento de la dignidad de la mujer, la justicia del más fuerte, la poligamia...
Si bien el Islam no propició tales prácticas y tales “convenciones” sociales, delito suyo es no hacer nada para superarlas y erradicarlas y, por descontado, se sirvió de ellas para mantener sujeta y esclava a la sociedad a la que impregnaban de doctrina como lluvia sulfurosa.
Lo primero que subvierten es la cultura: sólo puede existir aquella que acata las normas jadices o coránicas o la que directamente sirve a la fe y al culto. De ahí la frecuencia con que se da la quema pública de libros. Hogueras en servicio de Alá.
Y en todas las hogueras, presentes, los agentes de la policía religiosa con látigos, palos y Kaláshnikov. Todo los amantes de las imágenes, los libros, las esculturas, la música, la danza, las películas y la expresión del pensamiento libre son declarados enemigos públicos.
En algunos países hiper “religiosizados” se ha llegado a constituir un Ministerio de Asuntos Religiosos y una policía religiosa que vela por el quíntuplo rezo diario, por la retirada de carteles de lo más inocente, por el uso del burka, por vigilar que las mujeres salgan acompañadas e incluso por la destrucción de juguetes (que son reproducción o imágenes). En el Afganistán “talibánico” el nombre técnico de dicho Ministerio fue Departamento de Promoción de la Virtud y de la Prevención del Vicio, vulgarmente Ministerio de la Moralidad.
En estos países es pecado hasta dudar; no se consiente debate alguno y si fuera sobre religión se consideraría herejía, por lo tanto castigada con la muerte; cualquier estudio que no sea el Corán se juzga innecesario cuando no peligroso.
Sucedió en Irán y ha vuelto a suceder en Afganistán. En 1996, a la llegada de los “muyaidines”, los expertos y técnicos de los distintos ministerios, del Banco Central, de la Universidad... fueron sustituidos ¡¡por ulemas!!
Como dato anecdótico las negociaciones con empresas de petróleo extranjeras fueron llevadas por ulemas que, evidentemente, conocían a fondo los intríngulis del asunto.