Tres clases de santidad al uso.

No es de mi agrado la palabra por la tintura crédula de que se ve revestida, pero a despecho de no ser entendidos, tendremos que servirnos de sus mismos términos para llegar a los mismos conceptos: santidad como modelo propuesto a imitar, santidad como perfección, como plenitud, como grado sumo de entrega y dedicación...
Tres clases de santidad entendemos que se pueden dar:
a) la que hace relación al hombre, a la vida, al trabajo, a la relación social, sin connotación alguna con la credulidad;
b) la que en el cristianismo podría responder al espíritu de los escritos fundacionales;
c) la santidad funcionarial, la endogámica, la generada por prácticas y usos de régimen interno.
No vamos a entrar en disquisiciones respecto a denominaciones de una o de otra. La explicación que sigue lo deja claro.
a) Si una persona, por el cumplimiento de sus obligaciones, por su implicación y permeabilidad social, por su espíritu de sacrificio, por saber sobrellevar las adversidades, por ayudar a sus compañeros, por su veracidad y credibilidad, por su innato sentido de la justicia... es modelo para cualquier otro mortal, sea cristiano o no, esa persona es “santa”
b) si un creyente lleva a las últimas consecuencias el espíritu del evangelio –humildad, amor a los demás, buenas obras, mansedumbre, aceptación de la cruz de cada día, afán por establecer en el mundo la justicia, en fin, llevar a efecto la preceptiva de las "bienaventuranzas-– para los demás creyentes cristianos esa persona es santa.
Pero como una perversión del lenguaje, del concepto y de la praxis hay otra santidad, ésta antinatural, absurda y aberrante. Es la que lleva a las últimas consecuencias la prescripción ritual de actos endogámicos.
c) si un religioso accede a llevar a efecto toda la parafernalia de ejercicios sin sentido, tareas absurdas, penitencias extremas y continuadas, formas extravagantes de orar, sumisión a la autoridad “perinde ac cadaver”, mortificaciones establecidas o añadidas, rezos interminables, sufrimiento obsesivo “con Cristo” de tal modo que llega hasta generar en sí mismo "llagas"... y todo ello lo adoba con algunos rasgos extáticos, esa persona es “santa” para la organización.
¡Precisamente ésta es la que con más profusión aparece en el listado de santos venerandos!.
Para la Psicología este proclamado "santo" será, casi siempre, que no siempre, un neurótico más; para la sociología, un exaltado fundamentalista; para el fuero interno de la Iglesia un tonto útil más.
La santidad de la institución impide la santificación normal de sus propios miembros. Y en otro orden de cosas, la santidad suya en el fondo no es sino otra forma de subsumir, engullir, suplantar y apoderarse del mundo.