El miedo infundado de los creyentes miedosos.

Los católicos, como buenos ciudadanos, lo que participan es de la indiferencia general hacia las instituciones, desde el Estatut hasta la "institucionalización de lo sacro".
Más todavía, y ahora en relación al mundo de lo sagrado: les es indiferente que "los otros" crean o no, ellos a lo suyo. A los creyentes les aflora el contento cuando hacen ver que "mi vida es mi vida", "yo no hago mal a nadie yendo a misa", "soy libre para hacer lo que quiera"... Es el caracol invaginado sobre sí mismo. Indiferencia. Que no está nada mal, porque de este modo participan de la libertad general.
«Los católicos de nada ni nadie hemos de tener miedo», decía hará unos seis años el ciudadano Cañizares reproduciendo a su Gran Pastor(a propósito digo "ciudadano" para minimizar la prepotencia verbal de que se suelen revestir cuando ascienden al olimpo del presbiterio y tienen un micrófono en la boca).
¿Y por qué iban a tener miedo? ¿Miedo a que les metan el puño en la boca por decir lo que creen? ¡Esos tiempos pasaron ya! ¡Los católicos pueden decir lo que quieran! Nadie les va a afear conductas ni reducir por la fuerza. Todo lo más les reducirán espacios.
Ah, ya, tienen miedo a dos cosas:
1ª A que les contradigan.
2ª A que nadie les haga caso.
Hasta hace bien poco nadie habría osado contradecir sus sermones ni coartar sus disposiciones. Los mandos civiles se prestaban a poner alfombras a su paso. "La Iglesia por boca de sus servidores predica el bien. El César ha de buscar el bien". Hágase.
Hoy no es así y a muchos nos parece natural que así sea: tan válida es la opinión de Don Antonio como la de Toño. Y eso es, ni más ni menos, lo que sucede. Cuando los Rouco&Cía esgrimenn y lanzan dicterios contra la sociedad que otros tratamos de mejorar con nuestro trabajo, reciben condigna respuesta en periódicos y blogs.
Cuando los Rouco&Cía pretenden ocupar las plazas con sus celebraciones, hay muchos que disentimos y discrepamos: ¿no tienen para ello sus soberbios edificios, sus catedrales, sus explanadas donde hasta los ángeles tienen asiento? ¿Para qué quieren la Pza de Colón, la plaza Mayor (ayer fue "la Almudena") y otros lugares compartibles? Muchos son los que ya no admiten que ocupen espacios ciudadanos.
En el fondo el miedo procede y se dirige hacia ellos mismos; tienen miedo de su propia entidad creyente; tienen miedo de su progresivo desgaste teo-biológico; tienen miedo de su propia inseguridad; tienen miedo de su lánguido vegetar. Son sus palabras cuando hacen examen de conciencia: "... miedo a una iglesia, a unas comunidades anquilosadas y sin vida, a un ser cristiano sin profundidad religiosa y teologal".
Y luego viene el "totum revolutum", la mistificación, el confundir el culo con las témporas, el meterse en los miedos humanos y sociales:
"...a una destrucción del hombre, a una pseudo cultura hedonista, a una forma de vivir la fe desentendida de los problemas y sufrimientos de los hombres, a una cultura de la muerte y de la solidaridad, de la violencia o del terror, a una vida en el pecado".
Contra esto luchamos todos los españoles, todas las personas de bien. No hace falta ser obispo ni cardenal de lánguido mirar para afirmar obviedades morales.
El verdadero y auténtico miedo estriba en enfrentarse a una sociedad que no admite "porque sí" el mensaje descafeinado, ritualista, anquilosado, clerical, santamente interesado... con que la Iglesia ha venido zarandeando a la sociedad hasta nuestro días.
Lógicamente los católicos tienen miedo, porque el mensaje moral paralelo que surge de la conciencia cívica y que todos queremos que impere en la sociedad es más fuerte y tiene más fundamento que su mensaje, precisamente porque está anclado en el hombre.
Para ser honrado, para cumplir bien el trabajo, para ser sincero y honesto, para respetar al compañero... no necesita nadie haber rezado Laudes por la mañana ni haber comulgado en la iglesia que cae de paso al trabajo.
Cuando una persona pone en cumplimiento aquello de "amar al hermano al que se ve", a la postre prescinde de amores a Dios y prescinde de primeros mandamientoseclesiales: le basta simple y llanamente con "amar al hermano". ¿Para qué necesita el refuerzo de un credo? A la larga ve que no es necesario ningún añadido.
Hay otro añadido que también incide en la vacuidad auditiva de los prosélitos del credo, el mensaje reiterado. Dado que no tiene otros argumentos para fundamentar su prédica, se ven obligados a repetir los de siempre, las citas-tópicos de siempre.
Pero tal mensaje, de tan usado y manido, ya es trapo roto; de tan sobado, tira para atrás; de tan trillado, nadie lo escucha. ¿Cuántas veces hemos oído eso de "si Dios está con el hombre"? ¿Y eso de
"Cristo es el camino, la verdad y la vida de todo hombre que viene a este mundo"? Pues eso. En su boca el mensaje cristiano parece que ha tocado fondo.
De sus discuros-homilías tintados de moralina nada que decir: quien quiera encomendarse a la Virgen, que hoy es casi siempre "de los Remedios", que lo haga. Hoy la sociedad se ha civilizado y campa por sus "respetos". Quizá los deseos, como la lotería, se puedan ver satisfechos.