Los 7 pecados capitales… + 1 de la Historia de la Iglesia (7)

5.- LA AVARICIA DE LOS PRELADOS. Es un tópico recurrente tanto en la literatura histórica como en la psicológica (ver “Clérigos. Psicograma de un ideal” Eugen Drewermann) el “pecado” de avaricia en el que cae el estamento clerical. Y cuanto más altos en el escalafón, más y de mayor envergadura.

Y a satisfacerla han aplicado los recursos más diversos. La historia está llena de noticias sobre el enriquecimiento desmedido de papas, obispos y abades. Habla asimismo la historia de sus lujos orientales. Incluso en nuestros días quien quiera enterarse de malversaciones del patrimonio eclesiástico para “usufructo” del clérigo de turno y su familia puede indagar en la memoria de los ancianos del lugar: los años 50 y 60 del siglo pasado fueron de expolio desaforado por parte de los mismos clérigos. Y como es “lo” natural, los más favorecidos por el dispendio eclesial siempre han sido los familiares y allegados.

Épocas enteras ha habido en que todo se vendía en la Iglesia, todo era simonía. La captación de canonjías, siempre suculentas, se realizaba mediante pagos y más pagos. Las dignidades eclesiásticas eran asunto venal, desde el puesto de sacristán de aldea hasta el de Pontífice romano.

El negocio de la salvación se traducía en negocio de lo más mundano, como venta de las enormes cosechas de vino, también cerveza, que dicen invención suya, óleos, hostias, incluso píldoras abortivas (las famosas “lateolas”). Relatos de soborno de todo tipo, incluso por parte de preclaros doctores de la Iglesia y papas están ahí para quien quiera saber algo de ellos. El más flagrante, el que hace referencia al dogma de María Zeotokos, “paridora de Dios”: Cirilo de Alejandría gastó sumas ingentes de dinero en comprar el voto de los demás prelados presentes en el Concilio de Éfeso (431).

Tiempos en exceso largos aquellos en que los papas vendían todo: las sedes obispales, las abaciales, cada canonjía; vendieron incluso la misma postulación a ellas, a veces a varios candidatos a la vez; bulas, mercedes, documentos, decisiones… todo se vendía.

Desde el siglo IV la venta de reliquias ha sido algo que no ha cesado. Recordemos las más de siete mil que se conservan en El Escorial. Reliquias que se fabricaban expresamente en Roma. Dice el humanista español Alfonso Valdés:
“El prepucio de Cristo lo he visto yo personalmente en Roma, Burgos y Amberes. Al parecer hay un total de 14 ejemplares… …tan sólo en Francia hay ya 500 dientes del niño Jesús. En muchos lugares se conserva la leche de la Virgen y en otros la plumas del Espíritu Santo”.


[Consideración: a tal grado de lavado de cerebro habían llevado a la sociedad, que la gente de ese tiempo, inculta y analfabeta, creía todo eso].


Fueron ocupación principal de la Curia hasta hoy mismo negocios que no casan muy bien con lo que de la Iglesia se esperaba: podríamos decir que la primera entidad bancaria fue la romana, con préstamos dinerarios y no de género; pronto surgió la usura, por más que a veces aplicaran pena de muerte a judíos a ella dedicados o soliviantaran a las masas en su contra>: Hubo venta de indulgencias, inventaron el óbolo de San Pedro; levantaban colectas de lo más variopinto; bulas de cruzada; captación de herencias de manera torticera, y según se dice operaciones en tráfico de armas.

Añádanse los privilegios auto-concedidos con que se dotó la casta sacerdotal desde bien temprano: derecho de inmunidad, franquicias para casi todos los artículos, aranceles que no pagaban, dispensas de impuestos, privilegios penales… Con razón pudo decir el Papa, en el momento álgido de poder, aquel “Sic volo, sic iúbeo” (Así lo quiero, así lo mando) expresión de la más pura arbitrariedad jurídica.

Y para mayor escarnio, utilizaban un instrumento tan temible como la amenaza de excomunión para el cobro de impuestos, cobro de deudores morosos o pago de gabelas de cualquier tipo.

Lo que podrían ser afirmaciones gratuitas no lo son tanto cuando acudimos a testimonios coetáneos. Hacia el año 1.000 el obispo de Orleans denuncia que todo se compre y venda en la Curia; Jacobo de Vitry, s. XIII: “Todo versa en torno a lo terrenal, a lo temporal, a reyes y a reinos, a procesos y litigios”. Dos curiales de Aviñón, Álvarez Pelayo y Agustín Triunfo, hablan de cómo, cuando tenían que acudir al Pontífice, siempre lo veían contando dinero; califican a los a los jefes de la Iglesia como lobos rapaces que se nutren de la sangre de los fieles; describen con todo lujo de detalles la codicia y la venalidad del clero de la corte papal, coincidiendo en lo mismo féminas como Brígida de Suecia o Catalina de Siena, santas ambas; Petrarca habla de tal corte papal como “la ciudad más repulsiva y más sucia que yo haya conocido jamás”. Savonarola, s. XV: “negocian con prebendas y venden hasta la misma sangre de Cristo”; de Pío XII, s. XX, ya hicimos relación hace días de lo que de él se decía, que murió dejando una fortuna personal de 80 millones de dólares y que ejerció un nepotismo descarado a favor de sus sobrinos.

Los “fechos” de hoy, ellos los conocen. Diferirán en los modos (de ocultación), pero no en el propósito. ¿Es ésta la Iglesia a la que se adscriben los que querían seguir a Cristo?

Y no puedo por menos de remitirme otra vez a los Cármina Burana (S. XII-XIII) que traduzco para evitar sofocos:
“Los asuntos de la curia – sólo el que va a dar perfecciona… Doquier reina la avaricia – y por doquier los avaros…

La virtud emigra al vicio-el trabajo se hace ocio…

El orden clerical yace – como si fuese laical, – la esposa de Cristo se hace mercader – generosa en lo que vende: se venden los altares – se vende la eucaristía – la gracia se hace venal – siendo ya es inoperante…

Reina la muerte en los prelados – nada sagrado quieren dar gratis – y cuando se aposentan seguros – rebaten hasta la santa ley.

Son ladrones, no repartidores, destructores de la ley de Dios (Sunt latrones, non latores-legis Dei destructores).
Mira… que la Iglesia se ha convertido en cueva de ladrones
(spelunca vispillonum).

En la patria de este mundo – reina la idolatría – los dones espirituales – doquier son vendibles.
Y para terminar, directamente en un latín harto inteligible:
Episcopi cornuti – conticuere muti (mudos) – ad predam (presa) sunt parati – et indecenter coronati.
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