Cuatro provechosas meteduras de pata de Pablo de Tarso.


No podemos ser tan parciales a la hora de juzgar los textos paulinos como para calificarlos unívocamente de negativos y degradar su mensaje. Dejando aparte contenidos de orden dogmático, el discurso de Pablo de Tarso también lo es moral o de orden programático, de organización. Ninguno de estos otros dos discursos, tomados globalmente, se puede estigmatizar, despreciar o vituperar.

Pablo de Tarso en su discurso moral coincide con las corrientes filosóficas en boga. La crítica acerba contra las inmoralidades de su tiempo también la proclamaban otras personas de bien; la práctica de la justicia, de la compasión, del amor en definitiva, es algo propugnado por gentes de su tiempo y de todos los tiempos. Es el suyo un mensaje “humano” y por lo tanto intemporal y universal.

Dicho lo cual, sí hay en el pensamiento de Pablo de Tarso tres o cuatro referencias “anecdóticas” que no debieran haber pasado el filtro del momento histórico en que se expresaron pero que han tenido enorme trascendencia en el devenir posterior de la Iglesia:

1. La mentira piadosa: se puede mentir si eso redunda en gloria de Dios. Una de las más sonoras consecuencias, la famosa “Declaración de Constantino”, gracias a la cual se crearon los Estados Pontificios y la Iglesia Católica se hizo dueña de media Italia.

2. La exclusión de las mujeres del ámbito rector de la Iglesia. Aquel “las mujeres callen en la asamblea” sigue vigente todavía en nuestro siglo: no hay ninguna mujer en los órganos rectores de la Iglesia a pesar de ser ellas las que nutren con su presencia las asambleas pasivas festivas y dominicales.

3. El desprecio a la inteligencia y la afirmación de que la cultura impide el acceso a Dios.

4. La supremacía de los solteros –las vírgenes—sobre los casados: el matrimonio es más o menos una concesión de Dios para que el hombre “no se abrase”. Lo deseable y lo virtuoso en la Iglesia para Pablo de Tarso es que todos fueran como él, célibes y entregados a Dios. Cómo contrasta esta afirmación con aquel “si quieres ser perfecto ve, vende cuanto tienes...”. Pues no, todo lo contrario, la Iglesia ha sido la institución que más bienes muebles e inmuebles ha amontonado a lo largo de la historia. Y sigue siendo la institución inmobiliaria más potente hoy día en España.

Y por continuar con el asunto de días pasados, la destrucción de la cultura antigua a manos de los cristianos, el discurso anti intelectual de Pablo de Tarso produjo esas consecuencias. En sus cartas menosprecia la cultura, degrada el saber, propicia la quema de libros... Sólo la fe es válida a los ojos de Dios.

Dirán que la Iglesia no tuvo en cuenta esta exhortación paulina, que ella creó los monasterios donde el saber del pasado quedó a salvo... Paparruchadas. Quedó a salvo lo que a la Iglesia convino, la filosofía aristotélica, los tomazos de los Santos Padres y poco más. Hablando de manera reduccionista, y por lo tanto parcial, en los cenobios no se hacía otra cosa que copiar y miniar una y otra vez textos bíblicos, tratados religiosos, beatos y poco más. La verdadera cultura, la que alimentó el verdadero saber, se preservó y manifestó por otros cauces, entre ellos los árabes.

El pensamiento cristiano durante siglos fue que la cultura impide el acercamiento a Dios. Y de ahí surge esa furibunda manía destructiva que arraigó tan profundamente en aquellos que dejaban todo por Dios, ironía, se encerraban en un cenobio y regresaban a la sociedad pletóricos de fuego divino, literal, para purificar el mundo. El cenobio obraba en ellos el milagro de convertir a piadosos frailes en carniceros sanguinarios.

Aunque predicaran, internamente, que el cristianismo era la religión del amor y de la paz, de cara al mundo, que devino éste uno de los enemigos del alma, su cultura tenía como principio de actuación la muerte: cultura de la destrucción, cultura del odio, del desprecio y de la intolerancia.

Necesariamente hemos de volver a lo mismo, que el pasado es el sustrato del presente. En este caso dirán y dicen que han aprendido del pasado para no ser hoy como fueron ayer. Que hoy la Iglesia se ha tornado más pura y, sobre todo, preocupada por los pobres y los que más sufren. ¿Y no se dan cuenta de que hoy son así porque el mundo, ese tan enemigo suyo, ha conseguido que ellos mismos se tornen “algo” más humanos? Si la Iglesia se ha rehabilitado y vuelto más espiritual, siniestra ironía para ellos, ha sido gracias al mundo. “A la fuerza ahorcan”, señora Iglesia de Cristo.

No debemos olvidar sus propias palabras. La fuente de donde se nutre la Iglesia es doble, la Biblia y ¡la Tradición! Parece que “tradición” e “historia” son términos contrapuestos. Deben entender por “tradición” únicamente los dichos y hechos considerados por ellos buenos.

¿No es también tradición todo ese pasado de poder político, gloria, esplendor, dominio, riqueza sin cuento, extorsión de las conciencias y de las haciendas, rapiña, muerte y destrucción? Quizá, pero, ah, de todo esto ya ha venido un papa a pedir disculpas. Como si ese gesto banal y realizado como a hurtadillas pudiera raer siglos y siglos de vergüenza.
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