Besos Y abrazos

Con “besos y abrazos” se les coloca -colocaba- el punto final a misivas, mensajes y a cartas, de cualquier género familiar o social, con el facilón convencimiento de que ni emisor ni destinatario le confieren otro contenido que el propio de los formalismos rutinarios y asépticos. Con frecuencia se les anteponía “muchos” y “fuertes” –besos y abrazos-, sin que tan encendidos adjetivos de calidad y cantidad añadieran nada o casi nada. Si hubieran sido -fueran o fuesen- de verdad, es decir, el beso, beso y el abrazo, abrazo, y además fuertes, muchos y efusivos, ni hubiera tiempo para dedicarlo a tan reconfortante tarea, y además, el personal –al menos el cristiano- tendría remordimientos de conciencia a perpetuidad.

. Y es que, en conformidad con la doctrina moral de la Iglesia, besos y abrazos, -“tocamientos” en el lenguaje del confesonario-, están rigurosamente proscritos, a no ser filial, fraternal o esponsorialmente. Así de tajante, de claro y de penitencial, con el consiguiente “propósito de enmienda” y “dolor de corazón”. “Tocamientos” y conciencia de pecado, con su correlativa connotación penitencial, acompañan de por vida a quienes pretenden vivir en limpia sintonía con la pureza -“casto y ajeno a la sensualidad”, esencial para comulgar y sentirse hijo de Dios.

. El capítulo moral de los “tocamientos”, adolescentes y juveniles, le han amargado, y amargan, la vida a multitud de cristianos aspirantes a vivir en conformidad con las pautas evangélicas. Por cierto que de las mismas no solían deducirse conclusiones tan legítimas y racionales como las ejemplares de Cristo Jesús quien, en cierta ocasión se dejó tocar y besar, por ejemplo, por María Magdalena, y le facilitó al apóstol incrédulo, de nombre Tomás, la posibilidad de “meter su mano en sus llagas” si esto le facilitaba la creencia en su resurrección.

. Los besos y los abrazos fueron parte importante del lenguaje común de la Sagrada Escritura –Antiguo y Nuevo Testamento- y en este, por ejemplo, aparece San Pablo besando a las comunidades cristianas fundadas por él con fervorosos besos en todas sus cartas. Huelga referir, por no ofender, ni confundir a nuestros lectores, que el beso paulino, como el de cualquier persona decente, era un beso de verdad y el abrazo era un abrazo, y no esos gestos rituales absurdos e insípidos hoy en uso, en círculos y estamentos sociales.

. Exactamente lo mismo ocurre en las ceremonias litúrgicas, de las que deberían expatriarse todos los besos y abrazos, por falta de veracidad y de contenido, desacreditados por la mentira, el “cuento” y el menosprecio a la realidad, que ensartan el rito y la ceremonia. Pese a la buena voluntad e intenciones litúrgicas, el gesto de la paz en las misas precisan dosis de veracidad muy señaladas y sinceras. Si no se logró, o no se logra, que el referido gesto rebase la categoría de ceremonial, sería preferible su eliminación. Los fingimientos jamás podrán ser cristianos. Y menos, litúrgicos o sacramentalizables.

. Los cristianos estamos carentes de catequesis relacionadas con el cuidado y trato con el cuerpo propio y ajeno. Lo mismo si este es de mujer, como si es de hombre. Se nos dice que el cuerpo –todo cuerpo- es santo y sagrado, integrado en el Cuerpo Místico de Cristo Jesús, con vocación de resurrección y de eternidad, y ya está, sin atreverse a deducir de tan alentadora y brillante doctrina consecuencia alguna.

. Una de ellas habrá de ser la de que en cristiano nos besemos y abracemos no como los hipócritas, farsantes, artificiosos, o simuladores, sino como hijos, hermanos y partícipes de una misma fe y esperanza, con vínculos de amor –caridad-, franca, limpia y sincera.
De no poderse besar y abrazar, y hacerlo sin complejo de culpabilidad, difícilmente se es y se puede ejercer de cristiano, y menos de fervoroso o piadoso.

. Consecuencia y compromiso fundamental y primario de esta doctrina será, por citar un ejemplo, la más asidua práctica de la caricia entre esposos y las personas cercanas. El amor –la amistad- justifica y demanda gestos respetuosos, pero siempre veraces, de acercamiento y expresiones de besos y abrazos. Sin caricias, besos y abrazos, es menos fe la fe, y la caridad –el amor- no lo fue nunca, o dejó de serlo.
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