El Papa que Viene
Es santamente explicable que, a estas alturas, sean muchos los preocupados en la sustitución del Papa, tanto por ley de vida, como por cualquier otro motivo que incluya su jubilación o renuncia. La existencia y operatividad de personas y grupos que a veces, rebasan los límites de la discreción, son bien notorios, hasta llegar a tener su correspondiente reflejo en los medios de comunicación, sin faltar documentación que lo avale. Es natural que, quienes tienen máximas responsabilidades en la Iglesia, oteen con sagrada intención el horizonte, al servicio del pueblo de Dios y en sintonía con las demandas de los tiempos nuevos, para los que ella –la Iglesia- habrá e ser siempre, y por ministerio, respuesta de salvación y de vida. Mi reflexión se sitúa en este contexto, sin cualquier otro propósito.
¿Cuáles son los puntos de atención prevalentemente hoy en la Iglesia, a los que el próximo Papa, contando con la gracia de Dios, y con las cualidades o características suyas propias, habrá de consagrar su actividad y su tiempo?
. La teología, la moral y la liturgia precisan de urgente y profunda revisión. Hoy apenas si una y otras, con su catequesis, resultan ser inteligibles y practicables por aquellos a quienes se dirigen, convencidos muchos de ellos de que el evangelio-evangelio no fue su único o principal inspirador. Las estadísticas son fieles reflejos de la verdad de los hechos, corroborándolos también los teólogos, pastoralistas y los laicos –hombres y mujeres- en plena conexión con la realidad, dando la impresión de que unos y otros –jerarquía y pueblo de Dios,- viven en mundos distintos, y alimentan y mantienen su fe con otros sacramentos, con inclusión de la Eucaristía. Capítulos fundamentales de la revisión de la teología son los relacionados con la Iglesia, con el mismo Papa, cardenales, sacerdotes y obispos y laicos, por supuesto. La teología recabará, sin miedos de ninguna clase y, en ocasiones y materias, hasta con criterios de prioridad, la colaboración de quienes otrora fueron discriminados y censurados por el solo hecho de haberse adelantado a los tiempos y sin interés ni provecho propios de ninguna clase.
. En territorios más tangibles a cuanto es y significa el testimonio de la Iglesia y su vigencia veraz y comprometida con el mundo, el próximo Papa, como cabeza de la Iglesia, entre otras tareas ministeriales, decidirá transferir con legalidad y evangelio, las posesiones eclesiásticas, por exigencias del mensaje y en consonancia con el testimonio de vida de Cristo Jesús, su Fundador.
. En el contexto de esta renuncia, ha de insertarse la liquidación de todas las misiones diplomáticas, de las que su sola referencia, sin otras indagaciones, causa en cristianos y no cristianos, no pocos escándalos impropios de cualquier institución que se intitule religiosa. El desglose de este capítulo es desgraciadamente amplio, detectable con facilidad, sin justificación y explicación alguna. Los titulares de los periódicos de cualquier signo y tendencia, con lamentable frecuencia, se ven obligados profesionalmente a reflejar realidad tan triste y desedificante. El tratado Lateranense, del año l929, y la concesión de bienes territoriales sal Papa, contra todo , o casi todo, derecho internacional, está a la espera de revisión, con mención perturbadora en los ámbitos financieros, de los que aunque sea solo por higiene, es preferible no hablar. Ante ellos, y aun cuando sean también noticiables, el celibato opcional, la negación de los sacramentos a divorciados y divorciadas, los Tribunales Eclesiásticos y otros hechos y comportamientos, son irrelevantes noticias, con excepción de las que tan dramáticamente afectan a los niños..
. ¿Cuál sería la función-ministerio de Jesús, fundador de la Iglesia, y de San Pedro, su primer Papa, si se hicieran físicamente presentes en el conclave que eligiera al próximo Papa? ¿Se sentirían desplazados, o los desplazarían los electores por muy cardenales que sean, como personas ”non gratas” para intervenir en tan importante función eclesiástica, en la que su exclusividad está en manos de los cardenales,, con renuncia institucional de cualquier atisbo democrático en un ministerio en el que el pueblo, y más siendo pueblo de Dios, es su protagonista?
. ¿Hasta cuando el “poder de las llaves de San Pedro” se seguirá confundiendo con el poder temporal y la potestad y dominio ejercidos, por ejemplo, por el Papa San Gregorio Magno contra las tropas de Alarico y sus guerreros, los hunos? ¿Es que podrá haber otro poder pontificio que el del espíritu y el de la moral, aunque con consideración y tipismo para los selectos miembros de la Guardia Suiza?
¿Cuáles son los puntos de atención prevalentemente hoy en la Iglesia, a los que el próximo Papa, contando con la gracia de Dios, y con las cualidades o características suyas propias, habrá de consagrar su actividad y su tiempo?
. La teología, la moral y la liturgia precisan de urgente y profunda revisión. Hoy apenas si una y otras, con su catequesis, resultan ser inteligibles y practicables por aquellos a quienes se dirigen, convencidos muchos de ellos de que el evangelio-evangelio no fue su único o principal inspirador. Las estadísticas son fieles reflejos de la verdad de los hechos, corroborándolos también los teólogos, pastoralistas y los laicos –hombres y mujeres- en plena conexión con la realidad, dando la impresión de que unos y otros –jerarquía y pueblo de Dios,- viven en mundos distintos, y alimentan y mantienen su fe con otros sacramentos, con inclusión de la Eucaristía. Capítulos fundamentales de la revisión de la teología son los relacionados con la Iglesia, con el mismo Papa, cardenales, sacerdotes y obispos y laicos, por supuesto. La teología recabará, sin miedos de ninguna clase y, en ocasiones y materias, hasta con criterios de prioridad, la colaboración de quienes otrora fueron discriminados y censurados por el solo hecho de haberse adelantado a los tiempos y sin interés ni provecho propios de ninguna clase.
. En territorios más tangibles a cuanto es y significa el testimonio de la Iglesia y su vigencia veraz y comprometida con el mundo, el próximo Papa, como cabeza de la Iglesia, entre otras tareas ministeriales, decidirá transferir con legalidad y evangelio, las posesiones eclesiásticas, por exigencias del mensaje y en consonancia con el testimonio de vida de Cristo Jesús, su Fundador.
. En el contexto de esta renuncia, ha de insertarse la liquidación de todas las misiones diplomáticas, de las que su sola referencia, sin otras indagaciones, causa en cristianos y no cristianos, no pocos escándalos impropios de cualquier institución que se intitule religiosa. El desglose de este capítulo es desgraciadamente amplio, detectable con facilidad, sin justificación y explicación alguna. Los titulares de los periódicos de cualquier signo y tendencia, con lamentable frecuencia, se ven obligados profesionalmente a reflejar realidad tan triste y desedificante. El tratado Lateranense, del año l929, y la concesión de bienes territoriales sal Papa, contra todo , o casi todo, derecho internacional, está a la espera de revisión, con mención perturbadora en los ámbitos financieros, de los que aunque sea solo por higiene, es preferible no hablar. Ante ellos, y aun cuando sean también noticiables, el celibato opcional, la negación de los sacramentos a divorciados y divorciadas, los Tribunales Eclesiásticos y otros hechos y comportamientos, son irrelevantes noticias, con excepción de las que tan dramáticamente afectan a los niños..
. ¿Cuál sería la función-ministerio de Jesús, fundador de la Iglesia, y de San Pedro, su primer Papa, si se hicieran físicamente presentes en el conclave que eligiera al próximo Papa? ¿Se sentirían desplazados, o los desplazarían los electores por muy cardenales que sean, como personas ”non gratas” para intervenir en tan importante función eclesiástica, en la que su exclusividad está en manos de los cardenales,, con renuncia institucional de cualquier atisbo democrático en un ministerio en el que el pueblo, y más siendo pueblo de Dios, es su protagonista?
. ¿Hasta cuando el “poder de las llaves de San Pedro” se seguirá confundiendo con el poder temporal y la potestad y dominio ejercidos, por ejemplo, por el Papa San Gregorio Magno contra las tropas de Alarico y sus guerreros, los hunos? ¿Es que podrá haber otro poder pontificio que el del espíritu y el de la moral, aunque con consideración y tipismo para los selectos miembros de la Guardia Suiza?