"El clericalismo es el mejor camuflaje para ese tipo de situaciones, ya que sitúa al cura en el nivel superior" Los “lunes” de los curas

Cura limpiando calles
Cura limpiando calles

Este cambio de aires es también necesario, ya que el agobiante día a día, al final puede asfixiar las mejores intenciones…Pero todo esto, insisto no soluciona el problema fundamental de los curas: la soledad, más o menos aceptada, del itinerario vital, conjugada con las crisis de las distintas etapas de la vida y las crisis sobrevenidas por las incomprensiones muchas veces de la gente, de las jerarquías eclesiásticas, los desengaños amorosos u otras situaciones.

El Papa Francisco hablaba con mucha frecuencia de los curas amargados, que amargan la vida de la gente. Por cierto el clericalismo es el mejor camuflaje para ese tipo de situaciones, ya que sitúa al cura en el nivel superior, y desde ahí contempla a las pobres criaturas…

La educación en los Seminarios debería cada vez más incidir en la vida real de lo que les espera a los nuevos sacerdotes. Sin fatalismos, pero clarito. Por una parte, sin duda un mundo de realización personal absolutamente fantástica, pero por otro un mundo de tentaciones de toda índole, y a las que generalmente, tiene que hacer frente en soledad.

Por supuesto que conozco a muchos sacerdotes que están haciendo la travesía de la vida o que ya la han hecho, no sin zarpazos de la vida, pero que contra viento y marea, se han mantenido en la dirección inicial, pero siempre creciendo y compartiendo e integrando las experiencias. Ser un buen sacerdote, no clerical, en nuestro mundo no es fácil,

Al parecer ya se está normalizando que los curas descansan los lunes. Después del ajetreo del fin de semana llega el deseado lunes para, al menos, como me cuentan algunos despejarse. 

Algunos curas, aprovechan este día, generalmente, para juntarse entre amigos o condiscípulos, y compartir una buena mesa, regada de buenos caldos, pero sobre todo para ponerse al día de las “cuitas” de las Curias, los dimes y diretes, y, finalmente regresan a sus casas más o menos satisfechos de esos encuentros. Por cierto, que me parecen necesarios y magníficos, pero el problema es que no resuelven las necesidades profundas del clero que durante otra semana más asume la rutina y la soledad de un cotidianeidad muchas veces “estresante” y destructiva.

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Otros curas, a golpe de AVE, viajan a los capitales de la cultura para ver alguna obra de teatro o simplemente alejarse de los contextos conocidos para, desde el anonimato, pasearse por las calles o visitar grandes almacenes o cualquier otra actividad que le ayude a expansionarse. Este cambio de aires es también necesario, ya que el agobiante día a día, al final puede asfixiar las mejores intenciones…Pero todo esto, insisto no soluciona el problema fundamental de los curas: la soledad, más o menos aceptada, del itinerario vital, conjugada con las crisis de las distintas etapas de la vida y las crisis sobrevenidas por las incomprensiones muchas veces de la gente, de las jerarquías eclesiásticas, los desengaños amorosos u otras situaciones.

Soledad contigo
Soledad contigo

En ese atardecer de la soledad, las tentaciones son muy grandes y las fugas terribles hasta el punto que el mundo de las adicciones les acechan de manera fatal o la instalación en una amargura aceptada, ya que no hay salida, dependiendo de la edad. El Papa Francisco hablaba con mucha frecuencia de los curas amargados, que amargan la vida de la gente. Por cierto el clericalismo es el mejor camuflaje para ese tipo de situaciones, ya que sitúa al cura en el nivel superior, y desde ahí contempla a las pobres criaturas…

La educación en los Seminarios debería cada vez más incidir en la vida real de lo que les espera a los nuevos sacerdotes. Sin fatalismos, pero clarito. Por una parte, sin duda un mundo de realización personal absolutamente fantástica, pero por otro un mundo de tentaciones de toda índole, y a las que generalmente, tiene que hacer frente en soledad. La espiritualidad de los padres píos generalmente esta fuera de la realidad y prefieren, salvar a toda costa la vocación, aunque estén ardiendo de deseos sexuales,  repletos de alcohol o estupefacientes, los aparadores llenos de aparatos innecesarios de todo tipo u otras cosas…

Por supuesto que conozco a muchos sacerdotes que están haciendo la travesía de la vida o que ya la han hecho, no sin zarpazos de la vida, pero que contra viento y marea, se han mantenido en la dirección inicial, pero siempre creciendo y compartiendo e integrando las experiencias. Ser un buen sacerdote, no clerical, en nuestro mundo no es fácil, ya que en nuestras parroquias las expectativas son plurales, y en la mayoría, la edad media de los fieles practicantes es bastante alta. Educar a los sacerdotes en la sinodalidad es vital para la Iglesia. Desde la sinodalidad se abordará seriamente la soledad del sacerdote que ha aceptado el celibato. Un reto absolutamente decisivo, por cierto en buena parte de las Diócesis españolas todavía no se ha estrenado la sinodalidad..

En cualquier caso, por supuesto que tenemos que prevenir el suicidio, pero también el “suicidio vital” de aquellos curas que han abdicado de su tarea y que se mueven como “zombis”.  La tristeza invade la vida de muchos curas. 

Un grupo de buenos curas, que los hay en cada Diócesis, debería asesorar a los rectores de los Seminarios en la decisión final. Es un tema muy serio. Está en juego la vida de una persona. 

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