"Los misioneros no viven de teorías: viven del encuentro" Allí donde termina el mapa

Misioneros
Misioneros

"No buscan notoriedad ni recompensa: sólo que la vida sea posible para todos. Su tarea es sencilla y radical a la vez: sostener la esperanza cuando todo parece vencido"

"No se trata solo de hablar de Dios, sino de vivir de tal manera que su amor se haga visible en el modo de mirar, de tocar, de servir"

"Quizá la misión consista en decir con la vida que nadie sobra. Esa es la teología que enseñan los misioneros sin palabras: una teología de la mirada, del gesto, de la caricia. Una fe que se pronuncia en el idioma de la ternura"

“Misioneros de esperanza entre los pueblos” no pide admiración, sino contagio. Tambien aquí .Porque la misión no está lejos: empieza en el gesto más pequeño, en el compromiso más concreto, en el amor que se atreve a salir de sí mismo

Allí donde el mapa se difumina, donde los caminos se deshacen en polvo y la geografía humana se vuelve herida, comienzan los misioneros. Son los que caminan más allá de las fronteras visibles, los que no temen perderse para encontrarse en los otros. No buscan notoriedad ni recompensa: sólo que la vida sea posible para todos. Su tarea es sencilla y radical a la vez: sostener la esperanza cuando todo parece vencido.

Soy consciente de   sus dificultades y retos : desafíos culturales, emocionales y logísticos. O el creciente secularismo y la resistencia a la fe en Occidente que impide más respuestas. O la fragilidad emocional y el agotamiento debido a la presión y la falta de apoyo que a veces les invade, o la necesidad de paciencia en la adaptación a contextos locales desafiantes, incluyendo áreas urbanas densamente pobladas y regiones con gran cantidad de personas que nunca han escuchado el evangelio. Además, la falta de recursos, lógicamente.

Creemos. Crecemos. Contigo

Pero, la esperanza no se declama, se encarna. Existen hombres y mujeres que, en medio de un mundo distraído, eligen hacer de la compasión su oficio. Mientras otros compiten por tener razón o poder, ellos se dedican a acompañar, curar, enseñar, defender. Allí, donde los mapas se vuelven blancos, dibujan con sus manos los contornos del Reino de Dios.

Misioneros de esperanza entre los pueblos
Misioneros de esperanza entre los pueblos

Ser misionero no es llevar un mensaje ajeno, sino reconocer el susurro de lo divino en las grietas del mundo. No se trata solo de hablar de Dios, sino de vivir de tal manera que su amor se haga visible en el modo de mirar, de tocar, de servir. Por eso la misión no pertenece sólo a la Iglesia: pertenece a la humanidad. Es la parte más luminosa de nuestra condición, la que se atreve a salir de sí misma y a amar sin medida.

Los misioneros también encarnan la esperanza social, no como ideología, sino como práctica cotidiana. Convierten el Evangelio en alimento, en aula, en refugio. Son artesanos de humanidad. En sus manos, la fe se vuelve tejido social, el amor se hace estructura, y la oración se traduce en justicia.

No viven de teorías: viven del encuentro. En capillas artesanales  o en los campos de refugiados, en las aldeas sin luz eléctrica, en los suburbios de las grandes ciudades, son ellos quienes recuerdan que cada persona tiene nombre y sentido. No importa el idioma ni el color de la piel: la misión no distingue razas, sino corazones. Y en ese abrazo sin fronteras, germina el milagro silencioso de la fraternidad.

Misioneros de esperanza
Misioneros de esperanza

En tiempos de desconfianza, los misioneros –muchos menos de los necesarios -  son testigos de la esperanza activa. No esperan un mañana perfecto; trabajan hoy, con las manos llenas de polvo y el corazón encendido. No huyen del dolor, lo atraviesan. No niegan la injusticia, la enfrentan. Son la Iglesia que no se encierra, sino que sale, y también la sociedad que no se rinde, sino que resiste. En sus rostros se mezclan el cansancio y la alegría, la cruz y la promesa.

Quizá la misión consista en decir con la vida que nadie sobra. Esa es la teología que enseñan los misioneros sin palabras: una teología de la mirada, del gesto, de la caricia. Una fe que se pronuncia en el idioma de la ternura.

Sus celebraciones encarnadas en una inculturación asumida y enriquecedora les llevan a compartir el pan y la palabra concretamente. Por eso hay una dimensión política en su entrega, aunque ellos no la nombren. Desde la amistad personal y compartida con Jesucristo saben que cada palabra pequeña y cada herida curada es  una victoria contra la indiferencia y la violencia. Cada abrazo compartido, una denuncia silenciosa contra la economía del descarte. Los misioneros desobedecen al sistema desde la raíz: creen en el valor infinito de la vida humana. Y pasar de sus debilidades, (¡como las mías ¡)  se sienten y actúan como enviados del Otro

Por eso, su presencia es incómoda para los poderosos y salvadora para los débiles. Allí donde reinan la explotación o el olvido, su sola existencia anuncia otro orden posible. No traen milagros ni discursos, traen coherencia. Su autoridad nace de la entrega. Su palabra tiene peso porque está tejida con callos, sudor y lágrimas.

Testimonio misionero
Testimonio misionero

A veces, el mundo los llama idealistas. Pero no hay nada más realista que sostener la vida. Los misioneros saben que no cambiarán el planeta, pero cambian los días, los nombres, las historias. Un niño que vuelve a reír, una madre que ya no tiene miedo, una comunidad que se organiza: ahí empieza la revolución mansa del Evangelio, la política del amor que no cede ante la desesperanza.

Hablo desde la amistad que traigo ahora a mi corazón, con la vida de tres concretos misioneros  amigos míos (el uno mi paisano , el otro mi tocayo y el ultimo compañero), que tras años en África, Perú y ahora en España, saben con lucidez los que es ser misioneros de esperanza en nuestra España abrumada por el silencio de los buenos y la incertidumbre en que se vive intentando trasmitir  la Misión de difundir la fe  . Saben  que eso exige también de formación clara y sostenida (es lo que hacen y practican ahora) …¡Y mucho de saber cuidar también la propia vida¡ . Descubrir, también  que el autocuidado de quienes trabajan en acción social es una forma de espiritualidad creyente, una manera de sostener el alma – también comunitaria- para poder sostener a otros. Solo desde ese equilibrio interior - que se refuerza y sostiene en la oración ( la que no está vanamente utilizada y mal espiritualizada por la “desencarnación” ) -  , puede florecer el cuidado de las personas que se  acogen en proyectos y programas. La esperanza, al fin y al cabo, también necesita además de memoria agradecida, descanso, silencio y abrazo.

Hermanas Franciscanas Misioneras de María, con la infancia en los barrios marginales
Hermanas Franciscanas Misioneras de María, con la infancia en los barrios marginales

“Misioneros de esperanza entre los pueblos” no pide admiración, sino contagio. Tambien aquí .Porque la misión no está lejos: empieza en el gesto más pequeño, en el compromiso más concreto, en el amor que se atreve a salir de sí mismo.

Allí donde termina el mapa,

comienza el camino del corazón.

Allí donde termina el mapa despierta el corazón del mundo.

No hay frontera final para la esperanza: sólo caminos que esperan ser andados.

Esperanza contra toda desesperanza.

Con caídas y levantadas

Saben y enseñan que  quien ama,

aunque pierda, ya ha vencido.

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