Pentecostés, con el don de las lenguas, ha de llegar a esta Iglesia Clausura del ¿sínodo? diocesano de Valencia

Misal en Valencià
Misal en Valencià

"Si el papa Francisco apuesta y defiende una Iglesia sinodal, ¿porqué aun continuamos con una Iglesia piramidal, donde el voto del obispo vale más que los de los padres y madres sinodales? Esta situación hace que la Asamblea (¿no son cristianos mayores de edad y todos ellos responsables?), no pueda determinar los temas a aprobar"

"No quieren entender que por razones pastorales es necesario que la Iglesia del País Valenciano, si es que quiere ser realmente Iglesia Valenciana, ha de hacer del valenciano la lengua de la liturgia y de la catequesis, de la docencia en los seminarios y de los libros de bautizos, como hace la Iglesia de Salamanca y de Madrid con el castellano"

La Iglesia Valenciana, en pleno siglo XXI, puede apostar con valentía por introducir el valenciano en la liturgia, o bien continuar (como hasta ahora), despreciando el valenciano, aplicando el consejo del arzobispo Olaechea: “No hace falta introducir el valenciano”

Hoy domingo de Pentecostés, con la misa presidida por el arzobispo de València, Antonio Cañizares, se clausurará el Sínodo Diocesano de València. Así culmina (después de dos años de trabajo) el Sínodo que el arzobispo Cañizares convocó en el Seminario de Montcada el 13 de junio de 2019, en la fiesta de Jesucristo Sumo Sacerdote. Cabe recordar que el último Sínodo celebrado en la diócesis de València, tuvo lugar los años 1986 i 1987, durante el ministerio episcopal del arzobispo de València, Miguel Roca.

El objetivo del Sínodo es construir una diócesis “más evangelizada y más evangelizadora”.

El Sínodo, que acaba hoy domingo, celebró ayer sábado la Asamblea Sinodal en el paraninfo de la Universidad CEU-Cardenal Herrera, en Alfara del Patriarca, donde los más de 200 miembros sinodales presentaron las propuestas que (supongo) se habrán debatido previamente durante estos dos años, desde la inauguración del Sínodo el 15 de octubre de 2019.

Los más de 200 padres y madres sinodales de la Asamblea celebrada ayer y que anoche participaron en la Vigilia de Pentecostés en el Seminario de Montcada, han sido designados por el arzobispo Cañizares entre los presbíteros, religiosos y religiosas y laicos, que el marzo pasado recibieron el llamado “Instrumentum laboris”, o material de trabajo, preparado desde las siete comisiones técnicas del Sínodo Diocesano, así como también las consultas planteadas por las parroquias, colegios y Universidades.

Procesión de Corpus de Valencia.
Procesión de Corpus de Valencia.

Las propuestas de la Asamblea del Sínodo Diocesano son (¡ay!) solo de carácter consultivo y por lo tanto será el arzobispo de València, como legislador, quien valorará finalmente las propuestas, para así elaborar el documento final del Sínodo. Lo que no acabo de entender es que si el papa Francisco apuesta y defiende una Iglesia sinodal, ¿porqué aun continuamos con una Iglesia piramidal, donde el voto del obispo vale más que los de los padres y madres sinodales? Esta situación hace que la Asamblea (¿no son cristianos mayores de edad y todos ellos responsables?), no pueda determinar los temas a aprobar, sino que dependerá todo del arzobispo de València. Y con todo, el cardenal Grech, secretario del Sínodo de los obispos, ha manifestado que el Sínodo se transformará para dar espacio al Pueblo de Dios (Religión Digital, 21 de mayo de 2021). Como muy acertadamente decía Jesús Bastante, “el papa pisa el acelerador de la plena sinodalidad” (Religión Digital, 21 de mayo de 2021).

El hecho que el cardenal Cañizares tenga la última palabra del Sínodo Diocesano,  explica porqué el número 107 del “Plan Diocesano de Evangelización”, aprobado por la Asamblea reunida en la catedral de València el 15 de octubre de 2016, aun no se haya puesto en práctica. Este punto pedía la introducción (y la normalización) del valenciano (o catalán) en la Iglesia Valenciana y por lo tanta, que se aprobaran los libros litúrgicos en valenciano. Pero después de casi cinco años de aquella reunión, aún no tenemos el Misal Romano en valenciano, que preparó la Acadèmia Valenciana de la Llengua. Recuerdo que ya hace tiempo el buen amigo y presbítero valenciano, Alexandre Alapont (misionero 50 años en Zimbabwe y que tradujo la Biblia al Námbya), cuando le preguntó al arzobispo de València, Antonio Cañizares, como estaba el tema del valenciano en la Iglesia, el cardenal le respondió: “Estamos en ello”, cosa que quiere decir (como hemos comprobado) que no hacen nada de nada y que aún, en pleno siglo XXI, el valenciano esté prohibido en la Iglesia Valenciana.  

Las propuestas que se han trabajado son las siguientes:

Fomento de una acción misionera diocesana conjunta.

Proyecto diocesano de iniciación cristiana de catequesis y formación.

Situar la Eucaristía y la liturgia en el centro.

Renovación pastoral de la parroquia al servicio de la misión evangelizadora.

Propuestas sobre los agentes da evangelización.

La mujer cristiana laica en la vida de la Iglesia.

Familia i jóvenes.

Relación entre la Iglesia, la cultura y la sociedad.

La caridad en la vida de la Iglesia.

Como no sé el contenido concreto de las propuestas, tampoco no sé si habrá alguna referencia a la lengua de los valencianos en la liturgia. Pero aunque la haya, como la  del número 107 del “Plan Diocesano de Evangelización”, la Iglesia Valenciana, (aunque mejor habríamos de decir, los obispos valencianos), continuará, como ha hecho desde hace siglos, arrinconando, marginando y prohibiendo la lengua de San Vicent Ferrer en las comunidades cristianes.

El documento por el valenciano en la Iglesia elaborado por el Grup Cristià del Dissabte, hace referencia al arzobispo de València Andrés Mayoral (que para vergüenza nuestra tiene una calle dedicada a su memoria detrás del Ayuntamiento de València), que el 1756, ahora hace 265 años, prohibió el valenciano en la Iglesia.         

La Iglesia de Valencia, y el valenciano

La actitud de los obispos valencianos en relación a la lengua propia del País Valenciano (como la define el Estatut d’Autonomia), me recuerda (además del arzobispo Mayoral), al arzobispo, també de València, Marcelino Olaechea.

En una carta dirigida al P. Gregori Estrada, monje de Montserrat, el Sr. Vicent Miquel i Diego describía magistralmente la situación de la Iglesia valenciana, prohibiendo el valenciano.

El Llibre del Poble de Déu
El Llibre del Poble de Déu

El Sr. Miquel i Diego describía así (muy acertadamente) la actitud antivalenciana del arzobispo de València Marcelino Olaechea respecto a la lengua vernácula: “Antes de comenzar la III sesión del Concilio, el arzobispo reúne a los arciprestes y les dice: “Gracias a Dios aquí no tenemos el problema de Cataluña, por lo que no hace falta introducir el valenciano... y en caso de reformas, se introducirá muy poco el castellano. Mi diócesis será la más lenta”.

Y es que el arzobispo Olaechea pretendía dejar de lado (como realmente hizo y como continúan haciendo sus sucesores) el valenciano de la Iglesia, porque según él, “el lugar de utilizar la lengua valenciana no es la Iglesia”, como escribía Vicent Miquel.

El 22 de diciembre de 1964 (continuaba la carta de Vicent Miquel), “entregamos 20.000 firmas solicitando la introducción de nuestra lengua, al Sr. Arzobispo”. Entre los 20.000 firmantes que “siguiendo las directrices del Concilio Vaticano II”, pedían “el uso de la lengua en los actos religiosos”, había Robert Moròder, Joaquim Maldonado, Martí Domínguez, Vicent Ventura, Vicent Peset Llorca, Raimon, Joaquim Rodrigo, Felip Mateu i Llopis, Manuel Broseta, Nicolau Primitiu, Joan Segura de Lago, Francesc Soriano Bueso, Francesc Burguera, Jordi Valor, Joan Valls, Enric Valor, Joaquim Michavila, Josep Iborra, Santiago Bru i Vidal, Josep Lluís Bausset, Josep Ernest Martínez Ferrando, Lluís Guarner, Emili Beüt, Maria Beneyto, Josep Ferrer Camarena, Vicent Aguilera Cerni, Josep Vicent Mateo, Andreu Alfaro, Matilde Salvador, Vicent Garcés Queralt, Agustí Escardino, Amand Garcia, Miquel Tarradell, Joan Reglà, Manuel Sanchis Guarner i també l’Ateneu Mercantil de València, el Ateneu del Grau, la Associació els Lluïsos de Vila-real, el Centre Excursionista de Castelló, los Carmelitas Descalzos de Onda o los Franciscanos de Cocentaina.

Pero a pesar de los más de 20.000 valencianos que pedían la lengua en la Iglesia, el arzobispo Olaechea, no haciendo caso de esta campaña a favor del valenciano en la liturgia (ni de la recomendación del Concilio), dijo a los arciprestes en una reunión: “Eso del valenciano es una maniobra política. ¿En sus parroquias entienden el castellano? ¿Sí? Pues no hay más que hablar. Eso del valenciano son cosas de D. Vicente Sorribes”. Por eso el arzobispo “no presentó el misal valenciano de Mn Sorribes”, con lo cual cosa, al no conocerlo la Comisión Episcopal, no fue autorizado. Exactamente igual que ahora, ya que la Acadèmia Valenciana de la Llengua tradujo el Misal Romano al valenciano, lo entregó a los obispos valencianos, ya hace años, i todavía está “secuestrado” en algún despacho del palacio arzobispal de València.

El mes de enero siguiente (según contaba en esta carta Vicent Miquel i Diego), se publicaron las disposiciones referentes a la liturgia y a los misales que se utilizarían: ninguna de ellas en valenciano, tal como escribía Vicent Miquel i Diego: “Se admite la lengua vernácula, el castellano, claro, en la Epístola y en el Evangelio”. Y el arzobispo acabó la reunión “con una amenaza para aquellos que “por su celo se exceda en sus funciones”.

El mismo enero se le presentó al arzobispo un escrito, firmado por católicos de relieve, pidiéndole la introducción del castellano en las zonas castellanoparlantes; el castellano y el valenciano en las zonas bilingües, y en las zonas monolingües valencianas, el valenciano, sin excluir el castellano.

Vicent Miquel i Diego con un tono pesimista, sabía que a pesar de la respuesta positiva a favor de nuestra lengua en la liturgia, “todo es inútil, se nos estafa impunemente”. Y añadía en esta carta: “Los anticlericales, fruto espontaneo del País, se nos ríen diciendo: ¿No os lo decíamos? Dejaos de sotanas”.

Vicent Miquel i Diego, con tristeza, relataba la situación que vivía la Iglesia valenciana: “en noviembre, casi expulsaron a un seminarista de mi pueblo del Seminario por hablar de progresismo, de Congar, Rahner, la lengua valenciana y Serra d’Or. Así están las coses”.

El arzobispo valenciano Antoni Folch de Cardona
El arzobispo valenciano Antoni Folch de Cardona

56 años después de esta carta de Vicent Miquel i Diego, las cosas no han cambiado nada. Los obispos de las diócesis valencianas (a excepción del de Tortosa), desgraciadamente, continúan marginando nuestra lengua. No quieren entender que por razones pastorales es necesario que la Iglesia del País Valenciano, si es que quiere ser realmente Iglesia Valenciana, ha de hacer del valenciano la lengua de la liturgia y de la catequesis, de la docencia en los seminarios y de los libros de bautizos, como hace la Iglesia de Salamanca y de Madrid con el castellano. Solo así se hará realidad Pentecostés en nuestras comunidades cristianas. Es por eso por lo que trabajó siempre Vicent Miquel i Diego, y sacerdotes ejemplares com Alexandre Alapont, los escolapios Francesc Mulet y Enric Ferrer, Josep Antoni Comes, Vicent Cardona, Vicent Canet, Emili Marín, Vicent Sarrió, Llorenç Gimeno, Manuel Martín Nebot, Jesús Corbí, Jordi Cerdà, los hermanos Ruix Contelles, Pere Riutort o los amigos de las revistas Cresol, Saó o la Asociación Josep Climent de Castelló de la Plana. Como también lo hicieron los presbíteros que ya nos han dejado: Vicent Sorribes, José Enrique Sala, Miguel Díaz o Vicent Micó.

La Iglesia Valenciana, en pleno siglo XXI, puede apostar con valentía por introducir el valenciano en la liturgia, o bien continuar (como hasta ahora), despreciando el valenciano, aplicando el consejo del arzobispo Olaechea: “No hace falta introducir el valenciano”.

Me gustaría que el obispo Enrique Benavent, de Tortosa, ayudara a los otros obispos valencianos para que apostaran por la lengua de los valencianos y comenzaran a introducir el valenciano (o catalán) en la Iglesia Valenciana. Digo eso, porque en la entrevista que el programa “Signes dels temps”, de TV3, hizo al obispo Enrique, éste decía: “Si voy a un lugar que tienen una cultura y una lengua propia, yo he de amar a esta cultura, he de hacer mía esta cultura, he de hacer mía esta lengua, he de integrarme plenamente en el lugar donde he sido enviado”. Y el obispo Benavent aún afirmaba en relación al catalán: “Es la lengua de casa, es la lengua de mi pueblo, es la lengua que yo amo como mía”. Desgraciadamente, el obispo Enrique no pudo decir en esta entrevista: “Es la lengua de la Iglesia Valenciana”. Y no lo pudo decir, porqué la Iglesia Valenciana tiene por lengua oficial el castellano.

También me gustaría que en las reuniones de los obispos de la Provincia Valentina, el obispo Enrique hiciese entender a los obispos de València, de Sogorb-Castelló y de Oriola-Alacant, la necesidad que la Iglesia del País Valenciano incorpore nuestra lengua en la liturgia, en la catequesis y en los seminarios, si no quiere ser (como hasta ahora) una Iglesia colonizadora, que trata a los valencianos como si fuésemos una colonia.   

Pentecostés
Pentecostés

En este domingo, Pentecostés, con el don de las lenguas, todavía no ha llagado a la Iglesia Valenciana, que a diferencia de otras Iglesias locales que sí que han apostado por sus lenguas, la nuestra se ve arrinconada y proscrita, relegada a la calle, ya que la hemos de dejar a la porta de los templos.

El Sínodo Diocesano de València sería una buena oportunidad para que la Iglesia Valenciana se reconciliara con el valenciano, la lengua de San Vicent Ferrer  de la beata Pepa Naval. Y que pidiese perdón por el genocidio que ha perpetrado a lo largo de los siglos contra la lengua y la cultura de los valencianos. Si hace 20 años, el 27 de mayo de 2001, el papa Juan Pablo II visitó Grecia y pidió perdón a los cristianos ortodoxos por los errores cometidos por la Iglesia Católica, también los obispos valencianos habrían de pedir perdón por el desprecio que ellos y sus predecesores (con la excepción de los buenos y añorados obispos Josep Pont i Gol y Josep Mª Cases) han cometido en relación al valenciano en la Iglesia. Amén.

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