"Para los pobres" Josep Miquel Bausset: "Cardenal Cañizares, también los conventos abandonados se habrían de convertir en casas de acogida"

"La fundación que quiere crear el cardenal Cañizares a favor de los pobres está en la línea de lo que pedían los Padres de la Iglesia, en los primeros siglos del cristianismo"

"En el País Valenciano son muchos los conventos que se han quedado sin comunidades religiosas, debido al envejecimiento de las monjas y a la falta de vocaciones. Algunos se han vendido para reconvertir en hoteles de lujo"

"Valorando positivamente esta iniciativa del cardenal Cañizares a favor de los pobres, sí que me habría gustado que el arzobispo hubiese hecho una denuncia pública de las estructuras de pecado que favorecen o por lo menos permiten, la pobreza en pleno siglo XXI"

"De aquí que los conventos abandonados no se habrían de convertir en hoteles de lujo, sino en casas para acoger a los pobres"

Este es el nombre de la fundación que el cardenal Cañizares creará para ayudar a la gente necesitada. El arzobispo de València, en una carta abierta en el diario Las Provincias, el pasado 6 de enero, anunciaba que la diócesis de València se desprenderá de bienes patrimoniales, para destinar a los pobres el dinero que se obtenga de los objetos vendidos. El arzobispo de València decía que, a lo largo del año 2021, se venderán unos bienes “que no son míos sino de los pobres, porque la diócesis como Iglesia, es de los pobres y para los pobres”. Por eso se creará esta fundación llamada “Pauperibus” (Para los pobres), que destinará a la gente necesitada el dinero que se obtenga de la venta de pinturas, esculturas y otras obras de arte o incluso de los pectorales del arzobispo Cañizares.

En su carta, el cardenal Cañizares se pregunta “¿donde encontramos a Jesús?” y “¿donde está su trono?”, respondiendo él mismo que “su trono son los pobres”, porque nuestra Iglesia (com ha dicho tantes veces el papa Francisco,) “es la Iglesia de los pobres y de los que sufren”. El cardenal Cañizares quiere, con la creación de esta fundación, “erradicar el virus de la insolidaridad” y de esta manera ayudar a los pobres, que son los que más están sufriendo esta crisis económica, debido, en buena parte, a la situación sanitaria ocasionada por la Covid-19, que está dejando muchas familias en la pobreza.

De todos es conocido que estos últimos años, diversos conventos del País Valenciano han cerrado por falta de vocaciones y por eso muchos edificios de religiosas han quedado abandonados. En algunos casos, estos conventos se han vendido para hacer hoteles o paradores. El 2007, el Sr. Paco Roig compró el convento de San José, de las Carmelitas Descalzas de València para convertirlo en un hotel de lujo y algunas inmobiliarias quisieron comprar la Cartuja del Puig (declarada BIC) por 17 millones de euros.

Cuando se barajó la posibilidad de la venta de conventos para convertirlos en hoteles, fue providencial que en aquellos días, concretamente, el 14 de octubre de 2015, en la plaza de San Pedro, el papa Francisco animó a Sor Lucía Caram, monja dominica de Manresa, a continuar ayudando a la gente más necesitada. Con su acento argentino, el papa le dijo: “¡Ah! ¿Vos sos la monja que hace lío?”. Y añadió: “No te canses, los pobres son lo más importante, eso es el Evangelio”. El papa le dijo aun a Sor Lucía: “Prefiero los conventos que se abren para acoger a los pobres, que aquellos que se cierran en ellos mismos o los que se convierten en hoteles”. Y acabó sus palabras a Sor Lucía diciéndole: “Acogedlos, abrid las puertas, no dejéis de acoger a los más pobres”.

Como he dicho al principio, en el País Valenciano son muchos los conventos que se han quedado sin comunidades religiosas, debido al envejecimiento de las monjas y a la falta de vocaciones. Por eso, como Iglesia estamos urgidos (y nos lo recuerda el papa Francesc de vez en cuando) a ceder aquellas casas que ya no tienen religiosos, a aquellos que se encuentran en situación de precariedad. No a convertirlas en hoteles, sino a ponerlas a disposición de los más necesitados, ya que como dijo el cardenal Ricardo Blázquez el 15 de octubre de 2015, “la presencia de Jesús se prolonga en los pobres, los perseguidos y los refugiados”. Eso es lo que nos recuerda Jesús en el capítulo 25 del Evangelio de San Mateo: “Era extranjero y me acogisteis” (Mt 25:35). O los profetas, como Jeremías, cuando nos pide, también hoy, no oprimir al extranjero (Jr 7:6). Y el Éxodo: “No oprimirás el forastero” (Ex 23:9), o el Deuteronomio: “Vosotros habéis de amar a los forasteros” (Dt 10:19).

La fundación que quiere crear el cardenal Cañizares a favor de los pobres, está en la línea de lo que pedían los Padres de la Iglesia, en los primeros siglos del cristianismo, cuando exhortaban a los cristianos a atender a los forasteros y a todos los que pasan necesidad, antes que a embellecer y a adornar los templos. San Juan Crisóstomo, en su sermón sobre el Evangelio de San Mateo, nos dice también a nosotros: “¿Deseas honrar el cuerpo de Cristo? No lo desprecies cuando lo contemples desnudo en los pobres, ni lo honres aquí en el templo, con tejidos de seda, si cuando sales la abandonas desnudo pasando frio”. San Juan Crisóstomo añadía aun: “El templo no necesita vestidos, sino pureza de alma; los pobres en cambio, necesitan que nos preocupemos de ellos con el máximo interés”. Y este sermón acaba con estas palabras: “¿De qué serviría adornar la mesa de Cristo con objetos de oro, si el mismo Cristo muere de hambre? Da primero comida al que tiene hambre y después, con lo que te sobre, adornarás la mesa de Cristo”. Y es que si descuidamos la atención a los pobres, estamos despreciando a Cristo cuando lo vemos “errante, peregrino y sin techo”. Por eso, si no atendemos a los pobres y, por el contrario nos dedicamos “a adornar el pavimento, las paredes y las columnas del templo”, estemos burlándonos de Cristo, ya que él está presente en todos los que sufren.

También el monje cisterciense y abad, San Bernardo, en la Apología que dirigió al abad Guillermo, denunciaba los excesos de oro y de plata en los monasterios y la suntuosidad de los temples (capítol 28), y le pedía la simplicidad y la sencillez en las nuevas construcciones del Cister, concretamente en los capiteles de los claustros (capítol 29), además de la atención a los pobres, que no eran atendidos como se merecían. Así, en el capítulo 28 de esta Apología, San Bernardo destacaba la vanidad o la insensatez en la ornamentación de las iglesias, mientras la gente pasaba hambre. El santo abad escribía: “La iglesia luce por todas partes, pero los pobres tienen hambre, los muros de la Iglesia están recubiertos de oro, pero los hijos de la Iglesia continúan desnudos. Arde la luz de las iglesias en sus paredes, y los pobres mueren de miseria”. Por eso San Bernardo denunciaba la injusticia que suponía que “con lo que pertenece a los pobres, se honre a los ricos”.

Todavía, otro padre de la Iglesia, el obispo San Gregorio de Nisa, en una de sus homilías, nos pide también que seamos solícitos con los pobres, ya que “No faltan nunca extranjeros y exiliados; por todas partes se ven manos extendidas pidiendo una limosna”. Son aquellos que abandonados por todos, “el aire les hace de techo, se esconden en las cavernas, llevan vestidos viejos, tienen alimento si se lo dan aquellos a los que se acercan, su vaso son las palmas de las manos, sus alforjas son la misma pechera. Tienen por mesa las rodillas bien juntas; por cama, la tierra”. San Gregorio hablaba, ayer (y también hoy) de aquellos que “llevan una vida errante y áspera, no porque de buen principio la han elegido, sino obligados por las desgracias y por la necesidad”. Por eso el obispo San Gregorio pedía que “la razón abra a los pobres las puertas de los ricos” y que cada uno dé “lo que le hace falta para vivir, tomándolo de sus riquezas”. Porque “la multitud de pobres y de enfermos, encuentre en ti un buen refugio”. Se trata de atender “con solicitud la salud precaria del pobre, como si de ella dependiese tu bienestar, la salud de tu esposa, la de tus hijos, la de tus sirvientes”. (Homilía 1).

Valorando positivamente, como la valoro, esta iniciativa del cardenal Cañizares a favor de los pobres, sí que me habría gustado que el arzobispo de València hubiese hecho una denuncia pública de las estructuras de pecado que favorecen o por lo menos permiten, la pobreza en pleno siglo XXI. Me hubiese gustado que el arzobispo de València, no solo creara esta fundación para ayudar a los pobres, sino que como el obispo Hélder Câmara hubiese preguntado porque los pobres viven en la miseria. Hay que recordar que cuando el obispo Hélder Câmara daba alimentos a los pobres, decían de él que era un santo. Pero cuando preguntaba por qué los pobres pasan hambre, le acusaban de comunista. Y es que no es suficiente dar comida a los que tienen hambre (siendo esto importante), sino que también se han de denunciar públicamente las estructuras de pecado que permiten la pobreza.

Con todo, la fundación que creará el cardenal Cañizares, nos anima a avanzar en la línea del Evangelio, que es la del amor que se hace servicio. Este es el reto de nuestra Iglesia: acoger y servir a los otros con amor. No sospechar o recelar (como si fuesen caballos de Troya) de aquellos que sufren y que por eso mismo son todavía más hermanos nuestros. De aquí que los conventos abandonados no se habrían de convertir en hoteles de lujo, sino en casas para acoger a los pobres. Y los bienes de la Iglesia y todavía más aun en este tiempo de crisis económica debido a la pandemia, habrían de ser para ayudar a los pobres, como pretende el cardenal Cañizares con esta fundación.

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