Parece que hay un entendimiento personal más que notable entre el Papa y el presidente de Estados Unidos. Y parece que ello irrita tremendamente a los permanentemente irritados por Benedicto XVI. Pues a tragarse su irritación. Como tantas otras cosas.
Lo que no termino de entender es el afán por permanecer en una Iglesia en la que:
-Todo les desagrada.
-No se atisba el menor signo de que vaya a cambiar en el sentido que a ellos les gustaría.
-Más bien parece que ocurre todo lo contrario.