Lázaro resucita y muchos no creen

Sea cual sea la buena lectura o la buena exégesis del relato de la resurrección de Lázaro, lo cierto es que el narrador se ve obligado a constatar que algunos de los que presenciaron el sorprendente hecho, lejos de creer en Jesús, le denunciaron ante las autoridades. Y éstas decidieron darle muerte.

Con este relato sucede lo mismo que con otros hechos menos llamativos aparentemente, pero igualmente significativos: nadie discute que Jesús realiza curaciones de enfermedades, que entonces eran atribuidas a posesiones diabólicas. Lo que importa, tanto a los que simpatizan con Jesús como a los que no creen en él, no es tanto el hecho cuanto el “poder” con el que realiza el hecho. Sus enemigos no niegan los hechos, pero buscan una explicación que descalifica a Jesús, llegando a lo peor: expulsa los demonios por el poder de Satanás. Dígase lo mismo de la “resurrección” de Lázaro: sólo convenció a los ya convencidos, o a los que le miraban con simpatía. Por eso, lo de menos es la pregunta de si murió o no murió. Lo único que importa es qué postura se toma ante Jesús. Según cuál sea la postura, los hechos y palabras de Jesús se interpretan de una u otra manera.

La pregunta adecuada para comprender el relato de Lázaro, sea cual sea su sustrato histórico, es: ¿qué quiere decirnos el evangelista? Y lo que quiere decirnos no es si Lázaro estaba en coma más o menos profundo, sino que Jesús es el señor de la vida y de la muerte, que Jesús tiene poder de vencer a la muerte. Pero este poder no se manifiesta en lo ocurrido con Lázaro, se manifiesta en la resurrección de Cristo. Lo ocurrido con Lázaro es un signo anticipatorio, que anuncia el dato bueno y definitivo, a saber: que Cristo, al contrario de lo que ocurre con Lázaro, al resucitar, “ya no muere más”, la muerte no tiene dominio sobre él, porque ha entrado en el mundo definitivo de Dios.

Lo ocurrido con Lázaro es signo de una realidad mayor, que siempre se nos escapa. Como todos los signos es un hecho ambiguo, susceptible de ser interpretado de muchos modos. Por eso no se impone. Como no se impone puede no suscitar la fe, sino la incredulidad y el rechazo, como de hecho así ocurre. Para que los signos que Jesús realiza produzcan el efecto deseado se requiere la fe. Fuera de la perspectiva de fe, el signo puede significar cualquier cosa.

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