"Los frutos de la corrección para los hijos amados y predilectos es la paz y la santidad" El Señor corrige a los que ama y da azotes a los hijos predilectos

Los últimos y los primeros
Los últimos y los primeros

"Sabernos amados en la corrección nos significa un tiempo de enderezar aquello que ha estado chueco en nuestra vida"

"La puerta angosta por la que hay que entrar es la que no va a permitir entrar el mal, de eso debemos estar muy conscientes"

"Entre mayor es la conversión, mayor es la gracia. Estos lo vemos en ejemplos como san Agustín, san Pablo, María Magdalena"

Lo primero que estamos llamados a entender en el camino de la fe, que es camino de seguimiento de Jesucristo, de escucha atenta a su manifestación en las diferentes maneras en que necesitamos comprender cómo Dios camina con nosotros, es que somos amados.

Sabernos amados en la corrección nos significa un tiempo de enderezar aquello que ha estado chueco en nuestra vida y que no nos permite vivir y expresar toda la belleza posible en cada persona.

Así la segunda lectura de la carta a los Hebreos nos introduce a la meditación y reflexión de este domingo 21 del tiempo ordinario.

Los frutos de la corrección para los hijos amados y predilectos es la paz y la santidad.

Puerta estrecha
Puerta estrecha

Quitar todo lo que afea nuestra vida, que no permite expresar la fuerza de la presencia de Dios, que es santidad, que es paz, no es una tarea fácil quitar lo que afea, requiere tomar conciencia, tener gran paciencia en el proceso de corrección y con ello perseverancia porque es el amor el que conduce en la conversión y sólo el amor puede hacer nuevo todo.

Hay cosas chuecas, torcidas por nuestros engaños y mentiras que pueden llevar mucho tiempo: días, meses, años. 

La puerta angosta por la que hay que entrar es la que no va a permitir entrar el mal, de eso debemos estar muy conscientes.

Ante la Santísima Trinidad todo es transparente. El engaño, el mal, la mentira, los odios, los deseos de venganza, las envidias no pasarán la puerta angosta que es Jesucristo.

Por eso el llamado a la conversión es una gran oportunidad para aprovechar toda la gracia que Dios tiene preparada para derramar en los que son llamados, amados y predilectos.

Entre mayor es la conversión, mayor es la gracia. Estos lo vemos en ejemplos como san Agustín, san Pablo, María Magdalena. Ellos son grandes testimonios de amor que nos revelan quien es Jesucristo en la forma de revelarse en cada uno.

En nuestra conversión se revela Jesucristo y esto nos transforma en signo evangelización, como recuerda el profeta Isaías en la primera lectura de hoy.

No hay que perder la oportunidad que Dios nos da a cada uno para vivir el camino de la conversión que nos permitirá entrar por la puerta angosta; recordando que el camino de la salvación es angosto y el camino de perdición es ancho.

Es importante primero sabernos amados y desde amor que Dios nos tiene ver y entender que es lo que tenemos que enderezar cada uno. Esto implica tomar conciencia de nuestra verdad, que solo Dios conoce plenamente en cada uno. Debemos dejar que Dios en su pedagogía nos vaya conduciendo, siendo dóciles, con profunda humildad y paciencia porque no es fácil corregir el mal que por mucho tiempo se incrusto en nuestra vida: pensamientos, emociones, corazones, intenciones y acciones.

Vivir la conversión como corrección, ciertamente, de inicio producirá gran dificultad y mucha tristeza, pero después, es cierto, que viene la gran alegría de sentirnos libres de aquello que no nos daba ni paz ni plenitud auténtica.

Jesús dirá: los publicanos y pecadores se les han adelantado en el camino del Reino de los Cielos, porque ellos rápidamente han asumido la conversión y corrección y aunque puedan ser en el tiempo los últimos a los que se les anuncia la buena nueva, porque los primeros son judíos, israelitas, cristianos por tradición, pero la conversión es nuestra carta de identidad perfecta para tener acceso a la gracia de Dios.

Por eso como dice al final del evangelio de Lucas de este domingo 21 del tiempo ordinario: muchos vendrán del oriente, poniente, norte y sur y participarán en el banquete del Reino de Dios. Porque los últimos serán primeros y los primeros últimos.

Abraham, Isaac, Jacob y los profetas nos han enseñado a ser dóciles a que sea posible la obra de Dios y han apartado de ellos el mal y por eso participan del banquete del Reino de Dios.

Nuestra carta de identidad, para tener acceso al Reino de Dios y todo lo que nos comunica de vida, es la conversión y la corrección.

Cada uno tenemos una gran tarea en este camino de poseer nuestra carta de identidad de la conversión y corrección, trabajemos con esperanza en esto, sabiéndonos llamados por quien nos ama y en ese amor tiene preparado el perdón en cada paso de corrección, en cada esfuerzo y en cada intento que hace cada uno desde su amor, con la perseverancia que es necesaria hasta lograr vencer lo malo en lo que cada uno debe esforzarse.

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