Cuatro siglos y medio de las Biblias “extremeñas” Aniversario de proporciones bíblicas

La Biblia y la Inquisición
La Biblia y la Inquisición

El panorama biblista del s. XVI es espectacular. Por entonces, la Iglesia no permitía el acceso y lectura extendidos de la Biblia por el peligro de herejía que podía promover

La Biblia del Oso y La Regia, las do biblias extremeñas, llamadas así por sus mentores y financiación, terminarían en todo o en parte en el Índice de libros prohibido.

Una, porque su autor siguió la senda de Lutero, y la otra por las acusaciones de judaizante, dado el método seguido para la traducción

Cuatro siglos y medio se cumplen desde que se imprimió la llamada Biblia del Oso (Basilea, 1569), y el mismo tiempo ha transcurrido desde que comenzara la preparación de la Biblia políglota de Amberes, Regia o Filipina (Amberes 1569-1572).

El panorama biblista del s. XVI es espectacular, porque vio ediciones como las de la Políglota de Alcalá o de Cisneros (1520), la Biblia alemana de Lutero (1535), la Biblia de Ferrara (1553) traducción al castellano por sefardíes o judíos de origen español; la del Oso (1568), traducción íntegra al castellano, como la anterior, o la políglota (arameo, caldeo, siríaco, latín y griego) de Amberes (1568-1572), sin contar las ediciones y las traducciones vernáculas de libros aislados, especialmente de los Evangelios, el Salterio, las epístolas de San Pablo, etc.

Por entonces, la Iglesia no permitía el acceso y lectura extendidos de la Biblia por el peligro de herejía que podía promover. Como muestra, en 1552 la Inquisición española deja constancia documental de que solo en el distrito de la Sevilla se recogieron 386 biblias en latín, editadas en diversas imprentas europeas, hecho que por sí solo las hacía sospechosas de herejía.

Conventos, universidades, librerías fueron visitados por los inquisidores y sus huestes, que no dudaron en reclamarlas de personas particulares, cuando tenían denuncia de ello.

Biblia del Oso
Biblia del Oso

Biblias “extremeñas”

Las llamamos así por sus mentores, pero también lo fueron por su financiación.

La Biblia del Oso, así llamada por el grabado de portada, fue obra de Casiodoro de Reina, (Montemolín (Badajoz) c. 1520), un luterano extremeño que escapó de su Monasterio de San Isidoro del Campo de Santiponce (Sevilla), a tiempo de salvarse literalmente de la quema.

La segunda fue obra de un equipo de expertos, dirigidos por otro extremeño, el teólogo y escriturario Benito Arias Montano (Fregenal de la Sierra (Badajoz) c. 1525), alto funcionario de la corte del segundo Felipe.

Ambas fueron concebidas con una perspectiva irenista, que no logró su objetivo a la luz de las luchas religiosas del s. XVI. La primera vino a ser un libro de bolsillo de gran difusión en el mundo evangélico especialmente tras la revisión y edición que llevó a cabo en 1602 el también exmonje de San Isidoro y huido de la Inquisición española Cipriano de Valera (Fregenal de la Sierra?, c. 1532). La segunda se constituyó en un monumento de ocho grandes tomos y, prácticamente, en pieza de museo.

La Biblia del Oso sería costeada en su totalidad por el banquero y mercader de origen español Marcos Pérez de Segura, que aportó 300 florines para su impresión en Basilea. Este Marcos Pérez, cultísimo mercader y banquero llegaría a ofrecer a Felipe II la fabulosa cantidad de tres millones de florines de oro por la libertad de culto de Flandes. De origen judeoconverso, se convirtió en seguidor de Calvino y enemigo de la corona española y del papado.

La Regia, que en principio fue financiada por el propio Felipe II, tuvo que recurrir al también banquero y mercader Luis Pérez para solucionar problemas de numerario del impresor Cristóbal Plantino, lo que hizo el mercader adquiriendo un buen número de ejemplares completos para su negocio de librero.

Luis Pérez era hermano de Marcos y amigo íntimo de Arias Montano. Sus ancestros procedían de la judería de Segura de León, una de las más pobladas del sur de Extremadura hasta la expulsión. De ello da una idea el hecho de que esta judería se refugió en 1483 el también teólogo y escriturario Isaac Abravanel (Lisboa, 1437) hasta ser llamado por el rey Fernando para que pusiera en orden la hacienda castellana.

Las dos biblias terminarían en todo o en parte en el Índice de libros prohibido. La primera sería perseguida por tierra mar y aire, por el atrevimiento de su autor a seguir la senda marcada por Lutero con su traducción a la lengua vernácula. La segunda, por las acusaciones de judaizante que Montano tuvo que soportar por el método de trabajo seguido en la traducción políglota y por sus frecuentes discrepancias con la Vulgata de San Jerónimo y su Vulgata, única reconocida como oficial por el Concilio de Trento.

La Regia
La Regia

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