Concurso RD-Planeta sobre libro del Papa 'Misericordiae Vultus': pistas para su lectura

(Juan Pablo Espinosa Arce).- El pasado 11 de Abril de 2015, el Papa Francisco convocó a un "Jubileo extraordinario de la Misericordia" el cual comenzará el día 08 de Diciembre del presente año y se extenderá hasta el Domingo de Cristo Rey el 20 de Noviembre del 2016. En el presente artículo queremos proponer algunas pistas de lectura de la Bula de Convocación del Jubileo, la Misericordiae Vultus(El rostro de la Misericordia, MV). Estas pistas de lectura nos permitirán interiorizar más el documento magisterial además de acentuar algunos elementos o claves que son propias del pensamiento del Papa Francisco. Es más, el Cardenal Kasper afirma que la misericordia es una "palabra clave de este pontificado, que desde el primer día ha abordado en innumerables alocuciones"1.

Misericordiae Vultus se compone de 25 números sin haber una estructura explícita, es decir, no es un documento que contiene secciones o capítulos nombrados de tal o cual manera por Francisco. Es por ello que queremos aventurar una posible estructura, la cual nos puede ubicar en la estructura global del documento. Esta estructura es más o menos la siguiente:

1. Introducción (1-2)

2. La convocatoria al Año Jubilar y el sentido de su celebración (3-5)

3. La misericordia en la Sagrada Escritura (6-9)

4. La eclesiología de la misericordia y el Magisterio (10-12)

5. Algunas prácticas propuestas para el Año Jubilar (13-19)

6. La misericordia en la relación fe - justicia (20-22)

7. Misericordia, ecumenismo y diálogo interreligioso (23)

8. María, Madre de la Misericordia (24)

9. Conclusión (25)

Desde esta propuesta de estructura queremos presentar algunas pistas de lectura de este documento.

1. "El Señor me ha enviado a anunciar un año de misericordia": El Jubileo

La Bula que Francisco ha presentado y regalado a la Iglesia se escribe en un contexto de Jubileo. Para la tradición bíblica, existe un año especial en el que se perdonan las deudas y se anuncia la liberación. En el texto de Levítico se habla de los años santos los cuales se viven desde la perspectiva de la Alianza pactada entre Dios e Israel. Así se lee

"contarás siete semanas de años, siete veces siete años; de modo que el tiempo de las siete semanas de años vendrá a sumar cuarenta y nueve años. Entonces en el séptimo mes, el diez del mes, harás resonar clamor de trompetas; en el día de la Expiación haréis resonar el cuerno por toda vuestra tierra. Declararéis santo el año cincuenta y proclamaréis en la tierra liberación para todos sus habitantes. Será para vosotros un jubileo; cada uno recobrará su propiedad y cada cual regresará a su familia (...) en este año jubilar recobraréis cada uno vuestra propiedad. Si vendéis algo a vuestro prójimo o le compráis algo, ved que nadie dañe a su hermano (...) ninguno de vosotros dañe a su prójimo" (Lev 25,8-17).

Las acciones del pueblo en el año jubilar serán eminentemente misericordiosas: liberación de esclavos, cancelación de deudas, recuperación de propiedades, vuelta de los extranjeros y desterrados a sus países de origen. Este anuncio también es puesto en la boca de Isaías cuando el profeta dice que el Espíritu del Señor estaba sobre Él y que había sido enviado a anunciar un "año de gracia de Yahvé" (Is 61,1-2). Jubileo es alegría, es un estado de renovadas esperanzas, es el año de la indulgencia, en la que comprendemos cómo "en la muerte y resurrección de Jesucristo, Dios hace evidente este amor que es capaz incluso de destruir el pecado de los hombres. Dejarse reconciliar con Dios es posible por medio del misterio pascual y de la mediación de la Iglesia" (MV 22). Dios se muestra indulgente y compasivo, actitudes que quiere que el hombre aplique a su vida cotidiana. Este es el concepto de Jubileo, de año Santo, del tiempo propicio de la misericordia, la cual tiene algunas características que presentaremos a continuación.

2. La misericordia "tiene un rostro"

El nombre de la Bula que estamos presentando es Misericordiae Vultus "El rostro de la misericordia". El concepto de "rostro" tiene un lugar preponderante en la totalidad del documento. Así encontramos las siguientes menciones: "Jesucristo es el rostro de la misericordia del Padre" (MV 1), "contemplar el rostro de la misericordia" (MV 4), "rostro misericordioso (de Jesús)" (MV 8), "redescubrir el rostro misericordioso del Padre" (MV 17), "verdadero rostro de Dios" (MV 21), "contemplar el rostro de la misericordia, su hijo Jesús" (MV 24) e "introducir a todos en el misterio de la misericordia de Dios, contemplando el rostro de Cristo" (MV 25). Las menciones del rostro se hacen tanto del Hijo como del Padre, pero lejos de ser un rostro distinto y siguiendo el Evangelio de San Juan, ambos son uno, el que ve al Hijo ve al Padre y el que recibe y escucha al enviado recibe y escucha a quien envía (Cf. Jn 10,30; Jn 13,20, 14,9). Así, la primera convicción de Francisco y que es central para la fe cristiana es sostener que la misericordia y el amor, experiencia íntimamente ligada a la primer, no pueden comprenderse como una "palabra abstracta" (MV 9) sino que la misericordia tiene un rostro concreto, al que hemos visto y del que hemos hecho experiencia al momento de saber cómo ha actuado y actúa con nosotros.

Este rostro de la misericordia que es Cristo (dimensión cristológica de la misericordia) y en Él Dios es al que se dirige nuestra mirada (Cf. MV 2, 3, 8, 18) nuestra contemplación (Cf. MV 2, 4, 13, 24) y en el que nuestros ojos encuentran el ser mismo de Dios (Cf. MV 2, 8, 24). Mirada, contemplación y ojos que buscan el rostro del amado, del Dios hecho carne, del Dios que en Jesús nos manifiesta su rostro misericordioso. El mundo bíblico conoce bien esto del rostro de Dios. Así sostiene A. Meis que "en la Biblia el rostro no queda sólo esbozado, anhelado,

admirado, sino consiste en la parte de Dios que se vuelve hacia el hombre. El rostro de Dios, de hecho, designa la autocomunicación de Dios mismo"2. Un ejemplo: en el Salmo 27 el autor sagrado sostiene: "De ti ha dicho mi corazón: Buscad su rostro; yo busco tu rostro Señor. No lo apartes de mí, no alejes con ira a tu servidor" (Sal 27,8-9). El deseo del hombre bíblico es que Dios lo mire con bondad con su panim, concepto hebreo para designar el rostro. La tradición bíblica nos recuerda que el rostro de Dios no es otra cosa que su presencia personal en medio del pueblo, presencia que se articula en clave de liberación, salvación, renovación, promesa y Alianza. Gracias al rostro acontece el diálogo del Creador con la creatura, un diálogo que tiene características de "alegría, de serenidad y de paz. Es condición para nuestra salvación" (MV 2).

Este rostro que se muestra y oculta, que habla y que está en silencio, se ha manifestado de manera radical en la persona de Jesucristo. Siguiendo con la teología del Evangelio de Juan, en el prólogo se lee que la Palabra que se hace carne y vive entre nosotros (Cf. Jn 1,14) ha manifestado su gloria la cual ha sido contemplada por los hombres. El rostro del Hijo es un rostro de gloria, gloria que recibe del Padre. Es el rostro de la misericordia que es siempre nuevo, es la "paradoja de la revelación bíblica (...) en que el inexpresable como tal se ha vertido en la Palabra"3 y en una Palabra llena de misericordia, en palabras de Francisco: "Jesús de Nazaret con su palabra, con sus gestos y con toda su persona revela la misericordia de Dios" (MV 2).

3. El Jubileo en el contexto del "Concilio de la Misericordia"

Francisco sostiene en MV que ha escogido el 08 de Diciembre como inicio del Jubileo de la Misericordia porque marca el 50 aniversario de la conclusión del Concilio Vaticano II (1965-2015). ¿Qué significó el acontecimiento conciliar para el peregrinar del Pueblo de Dios? Francisco nos responde: "Los Padres reunidos en el Concilio habían percibido intensamente, como un verdadero soplo del Espíritu, la exigencia de hablar de Dios a los hombres de su tiempo en un modo más comprensible" (MV 4). Una de las características principales del evento conciliar fue la supresión de la condena a aquello que era contrario a la Iglesia y buscar soluciones y encuentros basados en el diálogo y en la cercanía misericordiosa. En palabras de C. Floristan "el propósito del Concilio fue situar a la Iglesia como oyente de la palabra de Dios y en diálogo con el mundo"4. Esta nueva actitud, este aggiornamento, palabra italiana que significa renovación expresa cómo la misericordia que proviene desde las mismas fuentes de la fe debe ser puesta al servicio de todos los hombres (Cf. Gaudium et Spes 3).

El servicio, sostiene Francisco, expresa además una "espiritualidad del Concilio" (MV 4), la cual estuvo orientada desde la imagen del Buen Samaritano, de aquél hombre que siendo considerado impuro por la legalidad judía por ser de Samaria es el único que presta auxilio al judío que cayó a orillas del camino. Es la experiencia concreta de ponerse a los pies del que sufre, es toda la riqueza de la doctrina cristiana que "se vuelca en una única dirección: servir al hombre. Al hombre en todas sus condiciones, en todas sus debilidades, en todas sus necesidades" (MV 4). Y por ello es que hemos hablado ahora del "Concilio de la Misericordia". Así como el Concilio fue un verdadero ‘soplo del Espíritu', así como tuvo su propia

espiritualidad, la cual aún nos impacta y exige una respuesta comprometida, así este año Jubilar debe provocar que los creyentes asumamos la misericordia, que no es otra cosa que la forma de ser de Dios. Pero eso lo veremos a continuación.

4. La misericordia: La forma de ser de Dios

Uno de los temas centrales del documento es el que nos acerca a los fundamentos bíblicos de la misericordia, en los cuales llegamos a comprender que ella es la forma de actuar de Dios. Así Francisco citando a Tomás de Aquino nos dice que "es propio de Dios usar misericordia y especialmente en esto se manifiesta su omnipotencia" (MV 6). Pero es interesante comprender también que dicha omnipotencia es signo de su radical cercanía al mundo, del Dios amor del cual "estaremos lo más cerca posible donde él se encuentra lo más lejos posible: en cuanto Amor en-amorado del mundo"5. En ese amor hacia la creatura, Dios manifiesta la misericordia, ya que de Él se dice que es paciente y misericordioso, lo cual es "el binomio que a menudo aparece en el Antiguo Testamento para describir la naturaleza de Dios" (MV 6).

Francisco nos presente algunas características de esta misericordia divina. En primer lugar volver a repetir que "no es una idea abstracta" (MV 6), sino que es "una realidad concreta con la cual Él revela su amor" (MV 6). El Papa llega a hablar de un amor visceral. ¿A qué está haciendo referencia? En la literatura bíblica existe un concepto que es el rahamin, que significa misericordia, la cual "se expresa en hebreo con la raíz raHam, que evoca el seno materno, reHem, y por consiguiente el movimiento interior y las emociones que siente la mujer. Así, pues, el término es imaginario y recuerda el amor y el afecto que la mujer puede sentir por su hijo"6. No deja de ser interesante que el autor bíblico le aplique características femenino-maternales a Dios. Con esto viene a romperse un imaginario de la masculinidad que se le había aplicado a Dios. Dicho imaginario tendía más a características de venganza, de ira o lucha. En cambio la aplicación del rahamin le asigna a Dios la ternura, la caridad, el amor visceral del que habla Francisco inspirado por las fuentes bíblicas. Es el amor y la misericordia que "proviene desde lo más íntimo como un sentimiento profundo, natural, hecho de ternura y compasión, de indulgencia y de perdón" (MV 6).

Desde nuestras vísceras, desde lo más profundo de nuestro ser creyentes y no creyentes hemos de provocar una corriente de misericordia. Es necesario continuar engendrando la experiencia misericordiosa, el acercamiento a los que viven sin misericordia. Así fue la actitud de Dios, del que se presentó a Moisés como Yahvé (Cf. Ex 3,14), es decir del que estaría-con-el-pueblo. Su presencia, su rostro "hace de la historia de Dios con su pueblo una historia de salvación" (MV 7). Con esto, la misericordia es también la entrada que el Pueblo tiene al Misterio absoluto del Dios misericordioso. Es el trato amoroso hecho Alianza, herencia y promesa, conceptos articuladores de la experiencia de fe de Israel y de la Iglesia.

Francisco en MV nos presenta dos fuentes bíblicas desde las cuales podemos extraer el actuar de Dios. En primer lugar los Salmos los cuales "en modo particular, destacan esta grandeza del proceder divino" (MV 6), entre los que destaca el 103, 136, 146, 147 (MV 6,7). Sería interesante que en este año jubilar pudiésemos como Iglesia pensar y vivir una espiritualidad de

la misericordia en los Salmos. La poesía presente en ellos se mezcla perfectamente con la fe que Israel supo construir con este Dios que se manifestaba en favor de ellos. El segundo grupo de textos lo constituyen las Parábolas de Misericordia en las cuales "Jesús revela la naturaleza de Dios" (MV 9). En ellas, sostiene el Papa Francisco, "Dios es presentado siempre lleno de alegría, sobre todo cuando perdona. En ellas encontramos el núcleo del Evangelio y de nuestra fe, porque la misericordia se muestra como la fuerza que todo vence, que llena de amor el corazón y que consuela con el perdón" (MV 9). Las parábolas que Francisco nos invita a meditar son las de la Oveja perdida y la moneda extraviada y la del Padre y los dos hijos o más conocida como la del hijo pródigo (Cf. Lc 15,1-32). Entrar en un análisis de cada una de las parábolas escaparía de nuestro objetivo. Nos limitaremos a sostener sencillamente que como método utilizado por Jesús para la enseñanza de cómo es Dios y qué es el Reinado del Padre constituyen una fuente inagotable de inspiración eclesial y pastoral ya que desde la imaginería cotidiana podemos extraer pistas para vivir mejor el año Jubilar.

5. Una eclesiología de la misericordia


Los números dedicados a la eclesiología en MV (10-12), reflejan el pensar y el obrar del Papa Francisco en cuanto a esta dimensión de la teología cristiana. La reflexión reciente ha sostenido que con este pontificado acontece un "cambio de paradigma en la comprensión de la Iglesia"7. La Iglesia de salida o en salida es una comunidad misionera que va hacia las periferias, una comunidad de puertas abiertas (Cf. Evangelii Gaudium 46). Esta nueva comprensión de la Iglesia tiene las características de retornar a las fuentes del Evangelio de la misericordia en el cual encontramos la práctica de Jesús la cual "favorece la inclusión, la cercanía y el encuentro con el otro"8. Estas actitudes que vienen a condensar el cómo Dios actúa y que se manifiestan en su presencia más cercana, Jesucristo, se oponen proféticamente a la "indiferencia que humilla" (MV 15), la cual ha sido provocado principalmente por la "indiferencia de los pueblos ricos" (MV 15) para con el Tercer Mundo, América Latina y África especialmente. No es primera vez que Francisco denuncia la indiferencia y especialmente la "globalización de la indiferencia". Del Mensaje para la Cuaresma del 2015 promulgado por el Papa se desprenden las siguientes características de este fenómeno global, a saber, "nos olvidamos de los demás, no nos interesan los problemas de los otros, ni de sus sufrimientos ni de las injusticias que padecen; experimentamos una actitud egoísta y un malestar global; nos cerramos en nosotros mismos y hay dureza del corazón y vivencia del odio"9.

Frente a estas actitudes que dejan de lado la misericordia debe aparecer la Iglesia como comunidad contracultural que denuncia proféticamente la indiferencia y la falta de misericordia y que anuncie aquello que constituye el núcleo mismo del Evangelio del rostro de la misericordia. Así Francisco sostiene que "la misericordia es la viga maestra que sostiene la vida de la Iglesia" (MV 10). Y veíamos que Cristo es el rostro de la misma misericordia, con lo cual la Iglesia tiene una clara índole cristocéntrica, es decir, mira a Cristo como su origen, centro y meta última. Esta Iglesia que quiere ser fiel a su Maestro debe comprender que su credibilidad, esa que hoy

está puesta en duda y que es objeto de crítica constante, "pasa a través del camino del amor misericordioso y compasivo" (MV 10). Es más, la tradición nos ha comunicado que la primera comunidad se caracterizaba por el amor que existía entre sus miembros (Cf. Jn 13,35; Hech 2,44; 4,32). En otras palabras, la Iglesia debe hacer patente ese amor con el que Dios nos ha amado, por ello Francisco sostiene que "Jesús afirma que la misericordia no es solo el obrar del Padre, sino que ella se convierte en el criterio para saber quiénes son realmente sus hijos" (MV 9).

Anteriormente habíamos hecho mención de la eclesiología de la Iglesia de salida la cual es eminentemente una eclesiología de la misericordia. Esta expresión la comprendemos a la luz de las palabras del Papa cuando nos dice que "ha llegado de nuevo para la Iglesia el tiempo de encargarse del anuncio alegre del perdón. El tiempo de retornar a lo esencial para hacernos cargo de las debilidades y dificultades de nuestros hermanos" (MV 10). Es interesante este concepto del tiempo. Pensemos en el inicio del ministerio público de Jesús relatado por Marcos. En el texto se nos narra que Jesús sostiene que el tiempo se ha cumplido y que el Reino de Dios ha llegado (Cf. Mc 1,14-15). Este tiempo que se cumple es el kairós el tiempo propicio en el que se manifiesta la salvación, los tiempos del Mesías Cristo, los tiempos de la misericordia. La Iglesia es la enviada por Jesús a anunciar el Evangelio de la Misericordia a toda creatura (Cf. Mt 28,19-20) y en ese envío acontece un tiempo propicio nuevo en el que el Reino de Dios está ya presente en medio de nuestra historia. La Iglesia que se mueve en misión debe posee un "nuevo entusiasmo y una renovada acción pastoral" (MV 12). Esto, sostiene Francisco, es determinante para la Iglesia y ella debe ser una comunidad que "viva y testimonie en primera persona la misericordia. Su lenguaje y sus gestos deben transmitir misericordia para penetrar en el corazón de las personas y motivarlas a reencontrar el camino de vuelta al Padre" (MV 12). Esta es finalmente la misión de la Iglesia, de aquella que Francisco llama "oasis de misericordia" (MV 12). El desafío por tanto es que como creyentes podamos volver a las fuentes, a la esencia misma del Evangelio y desde él ser servidora, misionera y contracultural.

6. Fe y justicia como espiritualidad de la misericordia

El Papa Francisco sostiene que "no será inútil en este contexto recordar la relación existente entre justicia y misericordia" (MV 20). ¿De dónde vienen los planteamientos de este binomio? La Compañía de Jesús especialmente en el generalato del P. Pedro Arrupe (1965-1983) asume una renovación que, desde la mano del Concilio Vaticano II, asume una "explicitación contemporánea de la relación entre fe y justicia (...) los escritos de Pedro Arrupe reflejan este desafío de pensar la fe a partir de las situaciones de injusticia"10. Vale recordar que la espiritualidad ignaciana se sustenta en lo que se conoce como la contemplación en la acción, ver a Dios en todas las cosas buscando la justicia desde la luz que nos otorga la fe. Para Francisco fe y justicia "no son dos momentos contrastantes entre sí, sino un solo momento que se desarrolla progresivamente hasta alcanzar su ápice en la plenitud del amor" (MV 20). Con esto podemos percibir cómo la influencia de la renovación de Arrupe impactó al jesuita Berboglio y que ha sido parte esencial de su programa pontificio.

Para la búsqueda del binomio fe - justicia hemos de remontarnos a la misma Escritura. En el Antiguo Testamento encontramos el verbo sapat el cual se relaciona con los términos juicio, salvación, liberación de la injusticia. Otro concepto que encontramos es el de hesed que se

traduce por misericordia (Oseas 6,6) vinculando así justicia y misericordia. Este texto del profeta es presentado por Francisco cuando recuerda la mención que Jesús hace de este versículo "yo quiero amor (misericordia), no sacrificio. Jesús afirma que de ahora en adelante la regla de vida de sus discípulos deberá ser la que da el primado de la misericordia" (MV 21). Será en Cristo que la síntesis fe - justicia adquiere la plenitud que presenta la Misericordiae Vultus y que no es otra cosa que la centralidad en Cristo del amor a Dios y del amor al prójimo, que además es la gran síntesis de los mandamientos. Sostiene I. Ellacuría que "el problema de la fe cristiana y de la justicia cristiana ha de verse desde el amor, como valor fundamental de la experiencia cristiana (...) es claro que la justicia cristiana no es cristiana sino como una forma de amor redentivo ante un mundo de pecado, la forma actuante del amor en un mundo de opresión"11.

Esta relación, que no es inútil para Francisco, además debe poseer una consecuente espiritualidad, entendiendo por ello un seguimiento específico de Jesucristo, una forma de ser que se viva a la luz de su praxis misericordiosa. La espiritualidad cristiana tiene características históricas, encarnadas, no abstractas. Se es cristiano y se vive la fe en medio de las condiciones sociales, políticas y culturales de este tiempo. Esta espiritualidad de la fe y la justicia es una que "supera la perspectiva legalista" e invita al creyente a "abandonarse confiado en la voluntad de Dios" (MV 20). La justicia de Dios a los ojos del mundo aparece como injusta ya que Él busca que todos se salven (Cf. 1 Tim 2,4-5) especialmente los pecadores a los cuales en Jesús se acerca para "ofrecerles el perdón y la salvación (...) compartiendo la mesa" (MV 20). La fe en el Dios de Jesús pasa finalmente por la verificación del amor compartido, de la justicia hecha a los que viven las injusticias de los poderosos, poniendo el esquema de la fe antes que el esquema de la ley.

7. Un Jubileo que no puede agotarse

Podrían ser muchos los elementos a considerar en la lectura de Misericordiae Vultus, pero sólo hemos presentado algunos que, a nuestro entender, se presentan como transversales al documento y al pensamiento del Papa Francisco. La vivencia de un año de gracia (Cf. Lc 4,16-21) implica que el Jubileo de la Misericordia no puede agotarse a un periodo determinado de tiempo. Por el contrario, ha de prolongarse como experiencia eclesial que se crea y recrea, que se piensa y se celebra día a día. La vivencia de la misericordia, del ser más íntimo del Dios de Israel y Padre de Jesús de Nazaret es una que compromete al creyente a un proyecto determinado: El Reinado de Dios que ya está en medio de nosotros (Cf. Mc 1,14-15) pero que se consumará definitivamente en la segunda venida de Jesús Mesías de la Misericordia.

La comunidad creyente ha de propiciar que la práctica de la misericordia sea una que sobrepase los confines de la Iglesia de manera de anunciar al mundo que "nadie puede limitar la misericordia divina porque sus puertas están siempre abiertas" (MV 23). El año de la Misericordia al que se nos ha invitado a entrar por la Puerta Santa que es Cristo debe encontrarnos despiertos, con un oído que aprenda a escuchar el susurro del Dios que habla a las Iglesias (Cf. Ap 3,13). Que María, "Madre de la misericordia" (MV 24) y "Arca de la Alianza" (MV 24) nos ayude a prolongar la presencia del Reino y de su Cristo en medio de nuestra cultura.

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