Crítica al último libro de Juan José Tamayo en Fragmenta La compasión en un mundo injusto

El principio-compasión
El principio-compasión

El libro nos invita a reflexionar sobre  los problemas que han emergido en los últimos tiempos, que sentimos en nuestra carne, y vivimos en nuestras sociedades

Nos alerta el autor de que la compasión “no puede quedarse en la esfera privada o en las relaciones interpersonales”. Por ello dedica un capítulo a la necesidad de  “historificar la compasión y traducirla social y políticamente para que no se quede en un sentimiento vaporoso de pena o lamento ineficaz"

Compasión para un mundo injusto, de Juan José Tamayo en Fragmenta

Para los ciudadanos de a pie, la «compasión» no es un tema común o recurrente en las conversaciones de cada día. Más bien evoca un tema menor, reducido a un sentimiento personal y privado ante quien sufre algún daño o desgracia, y que suscita o puede suscitar acciones de ayuda y  actos individuales como respuesta. Nos parecería un tema de corto recorrido.

Sin embargo, cuando empezamos a leer el libro de Tamayo, descubrimos que algo pensado como personal y limitado,  es en realidad un núcleo potente de energía para el cambio social, algo muy amplio, profundo y conectado con el mundo, el cosmos y nuestra vida entera de personas, grupos y sociedades.

Compasión
Compasión

El libro nos invita a reflexionar sobre  los problemas que han emergido en los últimos tiempos, que sentimos en nuestra carne, y vivimos en nuestras sociedades. La pandemia del coronavirus ha mostrado la debilidad y las limitaciones de los modelos que han guiado y guían nuestra acción en el mundo. Hablamos de la necesidad de crear y seguir “nuevos modelos” (en la economía, en la producción, en los sistemas financieros, en el uso de las nuevas tecnologías, en la distribución de la riqueza, en las formas políticas de democracia, etc,), pero nuestra praxis diaria muestra que seguimos (y diría que suspiramos) por volver a las prácticas de siempre, incapaces de salirnos de la trampa destructiva en que nos hallamos atrapados, fascinados bajo la apariencia y señuelo del “progreso”. “Apariencia y señuelo” porque lo que hemos considerado “progreso” hasta ahora, tiene una dimensión real de desarrollo del conocimiento, y de mejora y avance en la cualidad de vida de las personas y las sociedades (de ahí nuestra fascinación), pero también y paradójicamente, una cara obscura que lleva escondida en sí misma, por la forma de desarrollarlo, nuestra propia destrucción, y la del planeta entero.

Reflexiones útiles y desafiantes

El libro de Tamayo nos ofrece reflexiones útiles y desafiantes en la búsqueda de nuevos caminos. Es un libro comprometido con el futuro, con un cambio radical, con una tierra nueva. Y nos muestra, sorprendentemente, cómo es necesario hacerlo a partir de una nueva comprensión y de una praxis más profunda de la compasión.

Escrito con estilo fluido, ameno, e interesante, nos ofrece pensamientos desafiantes, entrelazados con datos rigurosos, y anécdotas del dia a dia, sencillas pero llenas de significado, que muestran la necesidad e importancia de reflexionar y formarnos un criterio sobre los problemas acuciantes que tenemos planteados, y las ideas que se proponen .

Leonardo Boff y Juan José Tamayo
Leonardo Boff y Juan José Tamayo

El libro se estructura en dos partes claras que responden bien a su título.

La primera parte (tras una introducción (cap. I) que resulta un aperitivo agradable previo al banquete que nos ofrece) la centra en “el  mundo injusto” (cap. II). Como dice su autor, la dedica “a analizar con el máximo rigor posible el mundo estructuralmente injusto y desigual en el que vivimos en sus más diferentes manifestaciones: las brechas de la desigualdad cada vez más profundas y dolorosas; la injusticia ecológica; la xenofobia hacia las personas inmigrantes y refugiadas; la injusticia de género; la necropolítica y el descarte; la injusticia económica, cultural y cognitiva; el retorno del fascismo; el avance de la nueva religión cristoneofascista; la pandemia selectiva que se ha cebado en los sectores más vulnerables de la ciudadanía”. Tamayo nos ofrece, con perspicacia y contundencia, una panorámica amplia de las situaciones de injusticia presentes en nuestro mundo.

 En la segunda parte (que el autor considera “la espina dorsal de la obra”) nos ofrece una amplia, profunda, bien  documentada y contrastada reflexión sobre la compasión como valor inscrito en el ser humano y principio de humanidad, como opción fundamental de Dios. Tamayo defiende que sin el principio compasión, los discursos teológicos de las diferentes tradiciones se vuelven cínicos y carentes de sentido, cómplices de los victimarios.

COmpasión
COmpasión

Recorre las principales tradiciones religiosas, para mostrar que la compasión es su principio fundante, y una actitud ética que se encuentra en el corazón de todas ellas: judaísmo, cristianismo, islam, hinduismo, budismo, y las religiones originales de Amerindia, son objeto de su análisis. (cap. III). 

Nos alerta el autor de que la compasión “no puede quedarse en la esfera privada o en las relaciones interpersonales”. Por ello dedica un capítulo a la necesidad de  “historificar la compasión y traducirla social y políticamente para que no se quede en un sentimiento vaporoso de pena o lamento ineficaz.” (cap. IV). Como ampliación y mayor concreción de este planteamiento nos ofrece el capítulo V, donde analiza la compasión  “como principio, actitud y virtud que recuperar en el espacio público”, y sus consecuencias e implicaciones prácticas para la vida social.

Teopolítica de la compasión

Esta doble perspectiva  -conexión de la compasión con las tradiciones religiosas, y necesidad de su historificación política– lleva al autor a ofrecernos un capítulo sobre “teo-política de la compasión”. En él reflexiona sobre una teología política, una “teología fundamental del  sujeto con carácter crítico-público y práctico” (cap. VI).

Por otro lado, la compasión  no es un tema conectado exclusivamente con las religiones, sino que atañe a los seres humanos en su mismo ser, en su humanidad. Por ello el autor dedica otro capítulo (cap. X) a establecer las bases filosófico-antropológicas de una ética de la compasión, analizando las aportaciones de Arthur Schopenhauer, Emmanuel Levinas, Judith Butler, y Joan Carles Mélich. Más allá de las aproximaciones tradicionales sobre la concepción del ser humano como “animal racional”, “animal político”, “animal del lenguaje” o incluso como “homo ciberneticus”, estos autores se centran e insisten en su condición de ser vulnerable, en su vulnerabilidad y precariedad, en su carácter doliente, interdependiente y necesitado de ayuda mutua. “La ética tiene que ver con la compasión entendida como la sensibilidad hacia el dolor del otro y la respuesta a una interpelación extraña” (venida desde fuera), muchas veces exigiéndonos “una “respuesta contra las normas”, y en ese sentido transgresora del orden normativo-simbólico de un mundo construido por los seres humanos y presente en el imaginario social difícilmente mutable, dado el fuerte arraigo en la herencia recibida y en el ambiente”. 

Mujeres
Mujeres

Mujeres y religiones

Junto a esta reflexión  sobre las antropologías que subyacen en las bases filosóficas de los autores mencionados, Tamayo explora en otro capítulo (cap. VII) la imagen de las mujeres (culturalmente extendida de forma implícita y explícita), a quienes las religiones – “o mejor sus dirigentes”, como dice el autor – han impuesto una moral de esclavas consistente en: obedecer, someterse, aguantar, soportar, sacrificarse, etc. y frente a la cual se erige la ética emancipadora del feminismo: resistir, rebelarse, negarse (decir no), empoderarse, compartir cuidados y tareas domésticas, afirmar y defender la propia corporalidad, defender la igualdad entre hombres y mujeres, etc.

La experiencia de vulnerabilidad del ser humano y su conjunción con el desarrollo de las nuevas tecnologías -particularmente de la inteligencia artificial-, está dando lugar al desarrollo de un movimiento cultural, intelectual y científico llamado “transhumanismo” que pretende, mediante la aplicación de estas nuevas tecnologías eliminar “el padecimiento, la enfermedad, el envejecimiento e, incluso, la condición mortal” en expresión del filósofo Nick Bostrom. Tamayo reflexiona sobre este movimiento, plantea cuestiones sobre sus propuestas y ofrece algunas respuestas para ser pensadas. (cap. VIII) 

Finalmente, en continuidad con su carácter de núcleo fundante de las religiones, y más allá de ellas, Tamayo dedica un capítulo (cap. XI) a explorar la relación de la compasión con la mística, como “experiencia” de trascendencia. Tras explorar el mundo de la mística, al igual que sucede con la compasión, deshace los pobres tópicos de la concepción popular sobre ella. Nos ofrece “otra imagen de la experiencia mística, de las místicas y de los místicos, que nada tiene que ver con su calificación de personas inactivas, encerradas de manera solipsista en su mundo, aisladas y dedicadas a la contemplación evasiva de la realidad, y ajenas a las personas sufrientes”. Nos muestra a místicos y místicas como personas que viven “en el corazón de la realidad con todas sus contradicciones, al ritmo de la historia, en el horizonte de la liberación, en busca de nuevos valores humanistas y ecológicos, y desde el compromiso por la transformación personal, comunitaria y estructural”.

Ciencia y pandemia
Ciencia y pandemia

Relación entre ciencia y religión

Un capítulo, a mi juicio alejado del hilo argumental del libro, es el IX dedicado a reflexionar sobre el viejo problema de la relación entre ciencia y religión. La pandemia ha facilitado su emergencia al propiciar dos actitudes diferentes ante ella, que, en sus formas extremas y fundamentalistas, podríamos describir como: la de quienes confían exclusivamente en la investigación científica para combatirla, y la de quienes consideran la pandemia un castigo de Dios por nuestra maldad y por habernos apartado de la fe y la práctica religiosa. Quienes se instalan en esta última actitud, desconfian de la ciencia y dudan de su eficacia. La fe, la plegaria y la práctica de los ritos religiosos serían los remedios eficaces para combatirla. Bolsonaro en el Brasil, y Salvini en Italia, junto a las declaraciones de algunos obispos, serían ejemplos de esta última actitud.  Pero, aunque el título del capítulo sea “Diálogo entre ciencia y religión: ejemplo de compasión”, y más adelante se hable del “senti-pensamiento de la compasión”, creo que este capítulo queda alejado del tema de la compasión propuesto en el libro. Diría que es un capítulo, desconectado, tratado con brevedad, poca profundidad, y, si puede expresarse así, traído por los pelos. Pero no desmerece en absoluto el valor, la profundidad y la utilidad de la obra en su conjunto.

Este libro no es para leerlo de una tirada. La complejidad de los problemas planteados, y la variedad y densidad de las ideas y propuestas que se ofrecen en él (del autor y de los demás autores citados y analizados) nos invitan a leerlo sin prisas, a elegir sus diferentes capítulos en función de nuestro interés, y a reflexionar sobre ellos para permitir que generen pensamiento en nosotros. De hecho, aunque los diferentes capítulos tienen un hilo conductor que los une y los conecta, pueden leerse de forma independiente. Y cada uno de ellos nos sorprende con riqueza inesperada, con numerosas y diferentes conexiones y propuestas. Constatamos, una vez más, que todo es uno, que  todo está interrelacionado.

Por supuesto, leer el libro no implica estar de acuerdo con todo lo que propone su autor. En ocasiones la formulación de sus propuestas resulta utópica. Cuando señala caminos de acción para resolver los problemas de nuestro mundo injusto, ofrece líneas, objetivos y metas. Y a veces da la impresión de ignorar, o simplemente no considerar, la complejidad y dificultad que implica la gestión y la gobernanza económica, política y social de grupos, empresas, organizaciones, y países enteros en cohexistencia con otros países. Pero, aunque en ocasiones suene a utópico (“la carta a los Reyes”), nunca es absurdo o infundamentado lo que propone Tamayo. Además, de la lista de objetivos y acciones propuestas emerge la mirada sistémica, interrelacionada,  de los problemas y de las soluciones que considera eficaces. Por otro lado, la utopía cumple la función de mostrarnos hacia dónde orientar nuestros pasos, hacia dónde caminar para llegar a la “Tierra prometida”,  a ese obscuro objeto del deseo nunca plenamente satisfecho (que dirían los psicoanalistas), conscientes de que nunca llegaremos a ella, pero sabedores de que el intento y el esfuerzo por alcanzarla merece la pena y da sentido y significado a nuestras vidas.

Primero, Religión Digital

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