Monseñor Adolfo Zon, obispo titular de la Diócesis de Alto Solimões

El Papa Francisco ha aceptado este 20 de mayo la renuncia, por motivo de edad, de Monseñor Alcimar Caldas Magalhães, obispo de la diócesis brasileña del Alto Solimões, lo que automáticamente convierte en obispo titular al javeriano Adolfo Zon Pereira, nombrado obispo coadjutor en el último mes de agosto.

Monseñor Zon es licenciado en Doctrina Social de la Iglesia por la Universidad de Comillas. Misionero en Brasil desde 1993, nació en Seixalbo (Orense), en 1956, fue ordenado sacerdote el 21 de junio de 1986 y obispo el 8 de noviembre de 2014, y en sus más de veinte años en la diócesis de Abaetetuba y Belém, estado de Pará, desempeñó diferentes cargos en el ámbito de las pastorales sociales (Cáritas, Fe y Política…) y de la dimensión misionera, así como varias responsabilidades dentro de su congregación religiosa.

La diócesis del Alto Solimões abarca un territorio de 169.000 km2 y está situada en el extremo sur-occidental del estado de Amazonas, teniendo como sede la ciudad de Tabatinga, en la triple frontera entre Perú, Colombia y Brasil.

Es una región adornada por la floresta amazónica, donde las comunicaciones generalmente son a través de los ríos, lo que alarga las distancias y los tiempos de los desplazamientos, provocando dificultades para llegar a las muchas aldeas donde viven las diferentes etnias indígenas.

Tras conocer la noticia de que se ha convertido en obispo titular de la diócesis del Alto Solimões, Monseñor Adolfo Zon Pereira, nos cuenta sus impresiones sobre la realidad diocesana y los desafíos que debe enfrentar en esta nueva etapa de su vida y misión.

Después de unos meses como obispo coadjutor, en los que ha podido conocer someramente la realidad, ¿cuáles son los desafíos que deben ser enfrentados en su nueva misión como titular de la diócesis?

Como en el resto de Brasil, también en el Alto Solimões se vive el drama del paro, la falta de educación y tantas otras carencias que desfiguran el rostro de nuestra gente, causándoles un dolor y sufrimiento que claman al cielo. Los desafíos aquí son los propios de un lugar donde existe una triple frontera y la convivencia entre muchas y diferentes etnias y múltiples intereses. Las diferencias entre Perú, Colombia y Brasil llevan a una gran movilidad humana, sin control ni acompañamiento.

La ciudad de Tabatinga está creciendo desordenadamente, barrios sin las menores condiciones de vida, sin los servicios más básicos. Personas ocupando las orillas del río, que cuando crece inunda todas las casas hasta sumergirlas, a pesar de lo cual la gente continúa viviendo en ellas sin espacio vital para hacerlo.

La pobreza está estampada en las precarias condiciones de vida de la mayoría de las personas. En consecuencia de esto, la mayor parte de la gente vive sin perspectiva, en constante movilidad. El tráfico de droga provoca violencia, problemas de relacionamiento, destrucción y debilitamiento de instituciones como la familia, la escuela, el trabajo. La violencia crece y los suicidios entre los jóvenes se repiten en un índice asustador, sobre todo en las comunidades rurales.

¿Cómo devolver a esta gente sin voz y sin vez la dignidad de hijos de Dios? ¿De qué manera ayudarles a rescatar su autoestima y la convicción de su potencial cuando están desempleados, marginalizados y humillados delante de una situación subhumana de vida?

Don Erwin Kräutler, presidente del CIMI (Consejo Indigenista Misionero, por sus siglas en portugués), hizo una fuerte denuncia contra el gobierno brasileño en la última asamblea de la CNBB (Conferencia Nacional de los Obispos de Brasil, por sus siglas en portugués) delante de la situación de los pueblos indígenas. A partir de la realidad de su diócesis, ¿Cuáles son las principales problemáticas de los indígenas? ¿Cómo intenta responder la Iglesia del Alto Solimões a la cuestión indígena?

En el territorio de nuestra diócesis tenemos presentes más de diez etnias indígenas. En la cuenca del rio Yavarí están presentes los Mayorunas o Matsés, Marubo, Kanamari, Matis, Kulina y Kurubo y más de diez grupos que aún no han sido contactados. A lo largo del Río Solimões tenemos otras etnias que tienen un modo de vida más parecido con los parámetros de la sociedad occidental, pero la mayoría de sus miembros mantienen su propia cultura: Tikuna, Kokama, Kaixana y Cambebas. Los tikunas, con más de 40.000 miembros, son los más numerosos y viven en tierras demarcadas, distribuidos en más de cien aldeas.

Los mayores problemas tienen que ver con la sanidad, la educación y las condiciones precarias para la producción de alimentos. Quienes se encuentran en peores condiciones son las tribus del Río Yavarí, pues las distancias de las aldeas con la ciudad de Atalaia do Norte, sede del municipio, son muy grandes. Muchos necesitan dos o tres días de viaje para llegar a la ciudad. Los puestos de salud están distantes y las escuelas en las aldeas sólo ofrecen los cinco primeros años de la enseñanza primaria. Los que quieren estudiar tienen que venir a la ciudad, vivir lejos de la familia y a merced de la violencia y del tráfico de droga.

Como Iglesia tenemos la pastoral indigenista que procura colocarse al servicio de estas gentes. El servicio de nuestra pastoral es diversificado. Con los Tikuna trabajamos a partir de cada comunidad eclesial, donde ellos son los propios agentes de pastoral, acompañados por los sacerdotes de la parroquia tikuna de Belem do Solimões. Entre los tikuna se está avanzando en la catequesis inculturada, pues ya comenzaron las catequesis en tikuna y un grupo de catequistas y profesores está traduciendo la Biblia de los niños a la lengua tikuna. Con las aldeas del Río Yavarí tenemos un equipo de cinco misioneros del CIMI (Consejo Indigenista Misionero, por sus siglas en portugués), que están al servicio de las etnias más numerosas: Marubos, Mayoruna y Kanamari. Este equipo se hace presente en las aldeas y les ayuda en sus luchas por mejorar las condiciones de vida y la organización para exigir del gobierno una serie de servicios y políticas públicas más eficientes. También ayudan en la capacitación de los profesores. Las actividades de este grupo son financiadas por “Manos Unidas”.

¿Qué está suponiendo el pontificado de Francisco para la Iglesia de la Amazonia?


El Papa Francisco está muy cerca de nosotros, pues sabemos que él está al corriente de todo lo que sucede en la Amazonia, a través de la Comisión Especial de la CNBB (Conferencia Nacional de los Obispos de Brasil, por sus siglas en portugués) para la Amazonia, presidida por el Cardenal Claudio Hummes, gran amigo del Papa. También el mismo Papa ha llamado a Roma a varios obispos de Brasil y de la Amazonia para escucharles en vista a la elaboración de su nueva encíclica sobre la ecología.

Mucha gente está con ganas de explotar los recursos de la Amazonia. ¿Cómo se presenta el futuro de la región ante el acoso de las grandes empresas nacionales e internacionales y de los grandes proyectos que el gobierno brasileño está intentando implementar?

Esta región siempre fue muy explotada en sus diferentes ciclos económicos. Siempre se la ha tratado como una auténtica colonia. Primero fueron las especiarías, después caucho, la madera, y ahora… Los políticos solamente se acuerdan de que el Alto Solimões existe en época de elecciones. Los indios tienen sus tierras demarcadas, protegidas y registradas. Tenemos un potencial hídrico y forestal con una biodiversidad increíble. ¿Para qué? ¡Solamente como museo! Gracias a Dios algunas comunidades se están organizando y cuidando de los lagos naturales que ofrecen gran cantidad de pescado, preservando la sustentabilidad.

Después de más de 20 años como misionero en la Amazonia, ¿cuáles son los valores humanos, sociales, religiosos, que ha descubierto entre la gente de esta región?

Primeramente manifestar que estos veinte y dos años al servicio de la Iglesia de la Amazonia han sido muy enriquecedores, pues me han ayudado a crecer como ser humano y como discípulo misionero. Entre los valores humanos debo destacar la acogida, el agradecimiento, la austeridad, la alegría, la solidaridad, la capacidad de sufrimiento y el trabajo en conjunto. En lo social, la organización y la lucha por la dignidad del ser humano. En lo religioso, su profunda religiosidad, aunque muchas veces esté mezclada con algunos elementos de superstición, pero que purificados manifiestan una experiencia de fe. Sin embrago, la gran riqueza de esta Iglesia es que nos ayuda a superar el divorcio entre la fe y la vida. Una Iglesia siempre en salida, que continúa haciendo realidad el ¡Darles vosotros mismo de comer!
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